CONFESIONES
DE AGOSTO
POR FRANCISCO GONZÁLEZ TEJERA
Hablamos de Rodrigo Rato, de Bárcenas, de Blesa, de todos los casos de
corrupción política generalizada que vemos cada día en este país podrido, de
cómo son protegidos por gobernantes “supuestamente” iguales o más delincuentes
que ellos mismos, de la absoluta impunidad de miembros de la Casa Real…
Un
gran amigo sufre la miseria del desempleo, tantos años trabajando para verse
con 50 años sin nada, con una ínfima ayuda social que no le da para nada,
encima puede perderla por haberse despistado con el día del sellado en la
oficina de empleo. Esa frialdad que emana de un estado corrompido, donde
mafiosos pasan las vacaciones en yates, aunque estén imputados por gravísimos
delitos de corrupción, son recibidos por ministros en sus despachos para hablar
del “¿Cómo va lo mío?, de cualquier mierda al margen de la realidad de un
pueblo que pasa hambre, de un pueblo que ya no puede más, mientras esta gentuza
saquea y roba el patrimonio público.
Mi
amigo que tanto me ha ayudado en otros momentos de la vida está destrozado, hoy
nos vimos en una de nuestras muchas luchas y me dijo que no aguanta, que se
siente víctima de un régimen terrorista, donde los ladrones viajan en coche
oficial y firman decretos y leyes, donde la gente honrada pasa miserias y
hambre, sufre pisoteada por siniestros personajes con permiso para delinquir en
absoluta impunidad, para asesinar la democracia en la España de las maravillas
para unos pocos hijos de la gran puta.
Hablamos
largamente después de estar con una periodista y el gráfico de un medio de
comunicación canario, me decía el colega del alma que se sentía estafado
después de tantos años trabajando, que ahora no podía más, que su salud se
doblegaba, que no tenía fuerzas para nada, que estaba hundido entre la angustia
y el dolor de verse sin nada.
Los
dos compartimos el miedo por la comida de nuestras hijas, el presente y el
futuro tan negros, la ansiedad cuando suena el teléfono y vez un número raro
que no conoces, esa sensación de ser mártires de la violencia de estado, de que
al menos si tuviéramos armas, como en otros tiempos de la historia, podríamos
combatirla con fuego, resistencia y justicia revolucionaria.
Hablamos
de Rodrigo Rato, de Bárcenas, de Blesa, de todos los casos de corrupción
política generalizada que vemos cada día en este país podrido, de cómo son
protegidos por gobernantes “supuestamente” iguales o más delincuentes que ellos
mismos, de la absoluta impunidad de miembros de la Casa Real que
“presuntamente” han robado sin que jamás sean condenados, de los suicidios, de
cómo cada caso de desapariciones de personas está asociado con inmolaciones por
razones económicas, del señor que el otro día en Canarias se tiró al mar con su
coche, del taxista que aparcó su auto y se encaminó hacia el abismo, lanzándose
al vacío sin que nadie lo supiera, hasta que fue encontrado su cadáver, de cómo
una vecina llamó a la policía cuando vio tirarse a un chico joven por el Puente
de Lomo Blanco, del lúgubre momento en que los agentes bajaron al barranco
Guinigüada encontrando dos cuerpos más, dos muertos más que nadie había visto
volar desde el inmenso precipicio.
Llegamos
a la conclusión de que hay que seguir luchando, que esta gentuza de los gobiernos
se alegra cuando alguien muere, que para ellos es un número menos en los
presupuestos de las prestaciones y ayudas sociales, un plato menos en el
comedor social, de que el genocidio es estructurado y premeditado, que lo que
persiguen es destruir los derechos sociales, convertirnos en esclavos/as de
esta mafia franquista ultracatólica y multimillonaria.
Acabamos
en su humilde huerto regando las verduras y los arbolitos frutales, tuvimos
tiempo para algunas risas, para ver el libro de Daniel Ortega junto al viejo
sillón cama, los recuerdos de la revolución sandinista, los tiempos de la
guerrilla, esa lucha a muerte tan necesaria para acabar con las brutales
injusticias, de que las elecciones no sirven para nada, que está todo demasiado
viciado, de que hasta esas nuevas fuerzas emergentes y mediáticas están también
dentro del sistema como hemos visto en Grecia.
Concluimos
hermanados en la lucha hasta la victoria, “no hay otra salida”, dijimos
convencidos, sembrar semillas de futuro y dignidad, ser simientes de tiempos de
amor y derechos civiles. La indescriptible victoria de las flores sobre la
destrucción y el holocausto de la esperanza.
http://viajandoentrelatormenta.blogspot.com.es/
Imagen: Rodrigo Rato y Alicia González durante unas
vacaciones en Ibiza
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