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domingo, 23 de agosto de 2015

LORCA

LORCA

Aníbal Malvar
Se ha cumplido el 79 aniversario del asesinato de Federico García Lorca y ahí sigue el enigma absurdo: ¿dónde fue enterrado? Yo creo que Lorca desaparecido hace más símbolo y más denuncia que un panteón lorquiano en una cuneta, que es lo que van a poner las aburridímas y meapilas autoridades si encuentran el cadáver.

Ese desvanecerse en la nada de la tierra fértil granadina y quedarse en la memoria y en las bibliotecas define mejor el terror fascista que un mausoleo. Como los campos de concentración se conservan intactos para vergüenza del ser humano, la cuneta de Lorca debería quedarse en eso, en simple cuneta de la vergüenza sin otra inscripción que las flores del camino.

Esto no quiere decir que quien esto balbucea no apoye el levantamiento de otras víctimas. Pero la familia de Lorca nunca ha deseado que se le encuentre y quizás no estaría de más respetar tal decisión. Yo creo que, como familia de artistas, los García Lorca saben de qué hablo. Hace no mucho asistimos a la exhumación de Miguel de Cervantes en un proceso que hubiera sonrojado a la misma Aldonza Lorenzo.

Leo estos días no sé dónde que hay unas cartas de Emilia Llanos, la mujer más bella de Granada y amiga del poeta, insinuando que la familia Lorca, quizá amparada por algunos sublevados amigos (¿quizá Luis Rosales y sus falangistas), desenterró a Federico y fue trasladado a algún lugar secreto. No sería de extrañar. Las autoridades sublevadas se dieron inmediatamente cuenta de que la muerte del granadino iba a ser muy comentada en la prensa internacional, y eso era mala publicidad para los cruzados de Francisco Franco. Sobre todo en EEUU, donde la progresía ya intuía que si los fascistas españoles ganaban la guerra, sus socios Adolf Hitler y Benito Mussolini la iban a liar parda en Europa. Así, escondiéndolo, contribuyeron a acrecentar el mito, a que se recuerde. Si tuviéramos en Viznar una necrópolis asediada por turistas japoneses y amantes de los selfies, la figura y muerte del poeta se habrían cursilizado y banalizado aun más de lo que están.

La muerte de Lorca pertenece así a nuestro folclore sabio, el que emana del pueblo y no de las tonadilleras salidas de la radio, la televisión y el youtube. Es un grito jondo que no se sabe de qué tumba viene, y por eso dice y duele más. No es el grito de un poeta célebre: se convierte en el grito de todos los muertos de aquel golpe de Estado que tanto distrajo a los padres de nuestros oligarcas de hoy. Si algún día se encuentra a Lorca, que sea el último exhumado de las cunetas de España. Que todos los demás ya descansen en camposanto o donde deseen. Solo así conservará todo su sentido la muerte del poeta.

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