MADRID ERA UN
CIRCO
POR SHANGAY LILY
París
era una fiesta, se titulaba la obra póstuma de Hemingway. Así resumió una época
envidiada por los bohemios pose-pose de turismo intelectual que hoy se
autodenominan expatriados. Si hubiese vivido ahora en la capital de España —que
tanto admiró durante su resistencia al fascismo—, sin duda, titularía su
crónica Madrid era un circo.
Esa
hipotética crónica circense, por supuesto, tendría su punto de partida en uno
de los eventos más suciamente ridículos de la verbena feriante en la que se ha
convertido la política del reino de España: el tamayazo. Y, claro, la estrella
y gran maestra de ceremonias de esta carpa en sesión continua sería la gran
Esperanza Aguirre. Su ridículamente cercana presencia al frente de las tres
pistas, quedaría inaugurada con el milagroso ejercicio de transfuguismo que,
cual acróbatas saltarines, protagonizaron dos canallas del PSOE con alma de
corrupto PP. Unos vendidos que instauraron con su traición un reino de
tinieblas y fango que ya nunca abandonaría la capital de una comunidad que
muchos iban a llamar Mordor.
Por
supuesto, toda esta maravillosa sinergia tenebroso-circense fue posible gracias
a la presencia en la pista central del circo de un aparentemente dicharachero y
simpático mago llamado Gallardón el Progre. Un taimado hechicero que engañó con
su ilusionismo y trucos a generaciones enteras de fieles al circo que creían
tener ante sí a un verdadero prócer del cambio. Gallardón fue sumiendo la carpa
del circo madrileño en una sombría decadencia que, hábilmente, ocultaba con sus
joviales exclamaciones y gestos. ¡Alehop!, exclamaba mientras se le iban las
olimpiadas y calidad de vida de la capital, aparentando grandes y magnánimos
ejercicios de magia. Sin dinero, sin sanidad, sin escuelas, sin libertad, sin
nada público, todo privatizado. ¡Comisionem Millonarium Amicus!, proclamaba
ante los fascinados ojos de los votantes cuando sacaba una M-30 soterrada donde
debería haber habido una red de metro renovada o un polideportivo para el
barrio. ¡Delirium Megalomaniacum!, declaraba cuando se sacaba de la chistera un
Ayuntamiento y un despacho del tamaño del Hermitage y la Casa Blanca juntos,
donde había metido unos terrenos regalados prácticamente al magnate del
amiguismo popular Florentino Pérez (Bruselas investigará al Madrid por las
permutas de terrenos con el Ayuntamiento).
¡Portum giratorius!, desgranaba con un grácil movimiento de brazos que
desvelaba a un corrupto Blesa, al que apoyaba a muerte, donde antes había
introducido unas ejemplares cajas de ahorros de todos los madrileños para
hacerlas desaparecer (y sacar una banca privada, corrupta y dirigida a golpe de
tarjetas black). ¡Progresistus aparentis!, declamaba alegre cuando presentaba
ante los ojos atónitos del público asfixiado económicamente unas jornadas
culturales para élites burguesas llamadas las Noches Blancas, donde había
introducido una red de teatros, museos y cines que desaparecían progresivamente
para reaparecer como centros comerciales, multinacionales o gimnasios.
Pero
la grandiosidad de Gallardón el Progre quedó rápidamente eclipsada por la
dicharachera elocuencia cañí de Espe la Tamayazos. Sus constantes payasadas,
mamarrachadas y agresiones envueltas en poses populacheras, la convirtieron
inmediatamente en la favorita de los medios y el gran público. Daba igual
cuantos robos, agresiones, destrucciones del estado de bienestar —que
generaciones de sacrificados trabajadores habían conseguido con mucho esfuerzo—
ejecutase la rebautizada como lideresa. Los madrileños estaban obnubilados por
su gasto en publicidad engañosa, mentiras y cinismo. Pareciese que el
extravagante circo que la condesa consorte había impuesto, eclipsaba el frío
invernal que iba cubriendo todo fuera de la decadente carpa a la que los
madrileños se veían recluidos casi obligatoriamente. Todo lo que ocurriese
fuera de esas pistas de circo no existía, proclamaba la inescapable red
clientelar y mediática que Espe y Gallardón habían creado a golpe de divertida
gracieta, agradecido gesto, simpática pose. Los madrileños parecían estar
hechizados, denunciaba extrañado el resto de España (que también tenía lo suyo,
aunque preferían ignorarlo). ¿Por qué les siguen votando?, preguntaban una y
otra vez los testigos de este siniestro circo con tintes de Madrid Horror
Story. Nadie se explicaba cómo conseguían los perversos payasos mantener su
dictadura circense. Ni la mujer barbuda, una feminista convencida llamada Reyes
Montiel que denunciaba una y otra vez la impostura desde su jaula, junto al
hombre sin cabeza llamado Tomás Gómez y el hombre serpiente llamado Antonio
Miguel Carmona, conseguían hacer escuchar sus lamentos. Sólo se escuchaban
cansadas carcajadas de un público insomne que aplaudía forzado a trucos que ya
conocían. Aquello ya hacía tiempo que se había convertido en La parada de los
monstruos.
Así
siguieron las cosas hasta que un grupo de cuidadores, que nunca antes habían
ocupado la pista central, consiguieron aupar a una nueva maestra de ceremonias:
la esfinge que plantea enigmas. Conocida como Manuela Carmena, este personaje
que se había mantenido al margen del sistema circense fue convencido por un
grupo de cuidadores de que podía ser la nueva gran estrella. Y, sorprendentemente,
consiguió aunar el entusiasmo del público y desbancar a Espe la Lideresa.
Por
desgracia, la totalidad de la carpa conocida como Comunidad de Madrid siguió en
manos de una aliada de los payasos dictatoriales. Cristina Cifuentes había sido
hasta entonces la temida guardiana de las jaulas y había impuesto su reino de
terror entre exclamaciones de tolerancia y progresía que recordaban a su
mentor: Gallardón el Progre. Su implacable ejercicio de guardiana le había
descubierto como una violenta represora, pero sus trucos y gracietas,
aprendidas tanto de Espe La Tamayazos como de Gallardón el Progre, parecían
engañar al público que aplaudió su salto a la pista central para gran disgusto
de Espe.
En
realidad fue la división de los cuidadores, liderados en parte por un profesor
que estudiaba el mundo del circo sin jamás haberse manchado de la mierda de los
elefantes, la que posibilitó el triunfo de Cifuentes la Moderada. Con la
soberbia de creerse los únicos propietarios de la victoria, los seguidores del profesor
se negaron a unir fuerzas con los demás cuidadores y atracciones del circo y le
regalaron la victoria a la temible Cifuentes la Moderada.
Desde
la derrota de Espe, la payasa mayor del reino, el circo habría ganado bastante
en dignidad y seriedad con la llegada de una tecnócrata del circo llamada
Carmena, pero habría perdido mucho aliciente para el público en busca de
gestos, espectáculo y nada de contenido. Aunque Carmena, también había sabido
deslumbrar al público circoadicto con algún truquito aquí y alguna caída payasa
allá. Por ejemplo, cuando, forzada por los enanos del PP que se le amotinaban
en exigencia del ambiente circense de antaño, descubrió que una de sus nuevas
atracciones, el supuesto domador de fieras Guillermo Zapata, era demasiado blando
para el puesto. Carmena cayó en la trampa y destituyó (parcialmente) a
Guillermo el Hipster, pidiendo disculpas a los payasos dictatoriales. Luego
puso en su lugar a otra hipster del Patio Maravillas. O cuando ideó una página
web para aclarar lo que pasaba en el
circo y los payasos dictatoriales lo llamaron fascismo y censura.
Carmena casi pidió disculpas por ser trasparente ante los mafiosos del circo
que vivían de la mentira. La simpática Espe, que se negaba a aceptar su
derrota, vio en esta debilidad una grieta por la que destruir a sus
adversarios. Pero necesitaba un aliado que la devolviese a la pista central.
En
ese renovado circo ocuparía un lugar destacado el recién despedido portavoz del
PSM, y antiguo hombre serpiente, Antonio Miguel Carmona. Sus paseos en
bicicleta, sus fantochadas, sus gestos y guiños, que recordaban a la lideresa,
mantenían el ambiente de decadente circo a pesar de oponerse a la dirección del
mismo. Lo importante es que sus animadas payasadas contribuían al ambiente circense
que permitía esconder la basura que se amontonaba bajo sus pistas. Pero Carmona
era un payaso de bien y decidió apoyar a Carmena la Esfinge en su nuevo
liderazgo (aunque apoyando cada mamarrachada que los medios de la antigua
lider, Espe la Condesa, se inventasen para socavar su estrellato).
Parecía
que el nuevo circo mantenía su aliciente para el público, cuando llegó un nuevo
personaje que iba a trastocar todo: la nueva portavoz del PSM, Sara Hernández.
Nombrada con estivalidad y alevosía para deponer a Carmona el Mediático, Sara
la Ferraz ya había creado su circo particular en Getafe, traicionando todos los
pactos con AhoraGetafe que le habían garantizado la alcaldía. La adalid del
bipartidismo venía pisando fuerte. Era evidente que en su circo getafense había
hecho saber que el PSOE no va a jugar limpio y considera a las CUPs
(candidaturas de unidad popular) su mayor enemigo. La realidad es que el
público había entendido con la destitución del entrañable payaso Carmona el
Mediático y la imposición de Sara la Bipartidista que el PSOE no veía con
buenos ojos la llegada de un circo renovado y quería mantener el anterior foro
de payasos conocidos.
Esperanzaaguirre-bici-bailarinasSiempre
dispuesta a aprovechar la más mínima cloaca, la anterior maestra de ceremonias,
Espe la Lideresa, corrió a abandonar lo que habitualmente ha sido su exclusivo
veraneo (lo que dice mucho de su desesperación, en otros tiempos a estas
alturas estaría en Pravia, disfrutando de los palacios de su marido, el conde;
y aterrorizando al pueblo con susaccidentes y huidas) para animar el circo con
sus malabares de antaño. Debe estar muy desesperada para rebajarse a aprovechar
el verano para intentar recuperar el protagonismo payasil de antes. Parece ser
que no se resigna a haber sido derrocada y espera cualquier oportunidad para
intentar recobrar el cariño de los medios (que nunca fue cariño sino interés
impuesto por el poder del PP; cosa que ella y unos cuantos parecen ignorar). La
verdad es que ha sido casi entrañable ver a Espe la Tamayazos corriendo a hacer
la payasa en pleno verano, a las puertas del desalojado Patio Maravillas, para
mandarle el mensaje a Carmona de que, si quiere, ella está dispuesta a ejecutar
conjuntamente un re-tamayazo. Una pirueta que devolvería al circo a su
esplendor anterior, cree firmemente Espe. Parece que sin el monstruoso apoyo
del PP y sus compinches ya no hace tanta gracia. De hecho, está a puntito de
ser rebautizada Espe la Púnica o Espe la Gürtel. O, en las mejores previsiones,
Espe la Gürtel y Púnica de Blesa.
La
moraleja de este cuento es: ¿en que coño está pensando el público atornillado a
sus gradas del circo? ?Van a seguir conformándose con echarle la culpa de sus
desgracias a los payasos de la pista o van a abandonar el circo?
Sólo
sabemos que, por ahora, como exclama triunfal el profesor y aprendiz de mago
Pablo el Televisivo, ¡Gatopardismus Modernisimus!, meto en la chistera un
sistema corrupto y saco otro igual de corrupto pero con un corte de pelo mucho
más cool, posmoderno y académico.
http://blogs.publico.es/shangaylily/2015/08/09/madrid-era-un-circo/
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