“LA PROVOCACIÓN ELEVADA A SÍMBOLO”
POR
EDUARDO SANGUINETTI
Las
reiteradas provocaciones del oficialismo, en Argentina, hacia la comunidad
toda, sin partidismos de ningún tipo, no hacen falta ya enumerarlas, a esta
altura del delirio, elevado a símbolo de “fragmentos absolutistas”: hartan e
indignan.
La
provocación, en el nombramiento por decreto de la hija del ministro de Defensa,
Agustín Rossi, como directora del Banco Nación de la República Argentina… un
nombramiento polémico e innecesario… sólo para avivar rencores y provocar
controversias, en estrategia continua de dividir, degradar la relación y en
fin, eternizarse en el poder, podía haber sido obviada, en nombre del
entendimiento y la armonía, tan precisos hoy, en el mapa político y social de
esta tierra.
La
joven “académica” Delfina Rossi, tal el nombre de la nueva funcionaria, alegó
estar capacitada para ser directora del mayor banco del país: “La economía ha
sido codificada de forma que la gente no la pueda entender”. Y que desde su
preparación, ella tiene “la capacidad política de leer la situación” y que
llega a aportar “desde mi perspectiva de joven profesional del interior”….
vaya! que argumentación, y sumo otras de mayor calibre, la joven de 26 años
declara: “En 15 días cumplo 27 años”, hago silencio, ante este comentario, de
Delfina Rossi.
Pero
trataré de transmitir, las innecesarias justificaciones de ¿peso? de esta
improvisada mujer: “El cargo no pasa sólo por una cuestión bancaria sino de
confianza política”, esto nos marca pautas de comportamiento, pues lo político
de entrecasa, da tranquilidad a los próximos nombramientos de hijos de
funcionarios del gobierno… siempre por decreto, es la norma y regla, parece…
nada por debajo de la desmesura…
Acerca
de la idoneidad, capacidad de gestión comprobada y trayectoria, que dan
experiencia, a un alto funcionario, cualquiera sea su origen ideológico u
oportunista, se torna indispensable… pero de esto, no se habla, no se murmura,
no se replica en las voces de quienes dicen regir los destinos de Argentina… en
paréntesis, pero dentro del tema, la provocación, del motonauta Scioli, en
plena campaña para desagotar la inundada provincia de Buenos Aires… previo
viaje a Italia de un día, que realizó, según fuentes, para ir en búsqueda de
inversores, en pleno verano europeo, ¿será verdad? ¡hummm!… y vuelta a casa, con
la frente marchita, y Karina del brazo y por el agua, que sigue corriendo.
“Me
gradúo a los 21 años, en una carrera que, siendo de 4 años la hice al día. Mi
promedio fue más de 8.5 sobre 10″, detalló y dijo que estudió en la universidad
pública de Barcelona y que allí “la universidad pública sale 1.000 dólares al
año”, justificó y añadió Delfina a Radio Del Plata… ¿no les parece infantil y
un tanto tonto, lo manifestado por esta directora “sui generis” acercando datos
que a nadie, con coeficiente y en pleno uso de sus facultades, le importa
nada?… los que pasamos por universidades, lo sabemos.
Y
para tranquilidad de los entendidos en las lides de la vida, cual tiro de
gracia Delfina, graciosamente nos dice: “Trabajé desde los 16 años dando clases
de teatro para niños”, es broma o ironía de las más exquisitas… quizás
propondrá la apertura de una sala de teatro para niños en el Banco Nación, pues
hay que darle espacio absoluto y total a la diversidad, es la norma y regla de
estos tiempos… mientras tanto, en la diversidad, están excluidos los
hambreados, los sin techo, los sin tierra, los dejados al margen del sistema,
por pensar distinto… ¿de qué diversidad me hablan?
La
muerte del sentido, en actos y prácticas del gobierno, puntualmente en este
caso de discriminar a la excelencia, no conmueve ni conduele, solo indigna. En
la vida los actos, sobrevuelan a las palabras, justificaciones y actitudes
destempladas, llaman a la reflexión y de inmediato a la acción.
Existirían
pues dos posibles cualidades distintas para esa clausura del sentido, en
apostar a esta democracia, para pocos: “La falta de necesidad de un sentido” y
“la necesidad de un sentido que no existe”, y lo hago extensivo a la metáfora
del demonismo, que he tratado en mi ensayo “El Pedestal Vacío” (1994, Editorial
Catari), donde el sentido, convierte al nihilismo y el escepticismo en fe, y
puede definirse como la mentira de ninguna verdad, convertida como la verdad de
ninguna mentira… una transgresión, en la provocación.
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