ECONOMÍA EN VENEZUELA: LA OPOSICIÓN Y SU VUELTA AL PASADO
ALFREDO SERRANO
En
Venezuela, la oposición sigue anclada en el siglo pasado. No sabe como abordar
el presente; mucho menos, el futuro. Si bien es cierto que Venezuela exige un
debate político-económico riguroso para abordar el gran reto productivo,
también es cierto que la oposición no sabe como hacerlo. El peor defecto de los
actores privados que fueron determinantes en la consolidación del viejo modelo
económico hegemónico neoliberal es que no son capaces de salir de su propio
laberinto. Solo desean regresar a su pasado pleno de privilegios a costa del
malestar de la mayoría.
Por
eso, frente a la actualidad económica complicada, la Confederación Venezolana
de Industriales (Conindustria) y la Federación de Cámaras y Asociaciones de
Comercio y Producción de Venezuela (Fedecamaras) continúan erre que erre con el
manual del pasado. Confunden la preocupación económica de la mayoría venezolana
con un deseo inexistente de volver al pasado. La ciudadanía venezolana demanda
económicamente cada día más, pero no demanda otro modelo.
Lo
último que han vuelto a sacar es un documento copy-paste de aquello que ya
fracasó en el pasado. Es su obsesión por la moda retro neoliberal. Su relato
apenas varía. La privatización sigue siendo el pilar central. La apuesta es un
proceso de acumulación vía expropiación del Estado, o lo que es lo mismo, una
redistribución regresiva de lo que es por ahora de todos a favor de unos pocos.
Conindustria lo dice tal cual en el punto segundo de su último comunicado:
“comenzar un proceso para que empresas estatizadas regresen al sector privado.”
Es así como creen que es posible desarrollar las fuerzas productivas. El cambio
de titularidad por sí solo parece ser la solución para este sector industrial
que ha sido precisamente el mayor responsable de la huelga de inversiones más
importante en la historia económica venezolana. Sobre su responsabilidad, jamás
dicen nada.
No
hay ninguna duda que es preciso discutir sobre el cambio de la matriz
productiva en Venezuela, de la inflación, del sistema cambiario, pero no
haciéndolo en forma tan maniquea. El problema de la inflación no se resuelve en
Venezuela como demanda Capriles o Fedecámaras. Liberar los precios no significa
hacerlos libre, sino más bien todo lo contrario: dejar que sean unos pocos, muy
pocos, los únicos formadores de precios. La inflación es un tema mucho más
complejo que no se resuelve con ninguna varita mágica. El tema precio obliga a
entender la estructura económica, el metabolismo social del capital, la
capacidad productiva, el rentismo importador del siglo XXI. ¿Por qué no
responden las grandes corporaciones privadas sobre la tasa de ganancia mínima
que aceptarían si es que quieren seriamente abordar la problemática de los
precios?
El
tema cambiario tampoco se resuelve vía legalización del tipo del mercado
paralelo tal como pide ahora Conindustria. Permitirlo sería perder plenamente
la soberanía cambiaria a favor de los que siguen fijando desde Miami el Dólar
Today. La política cambiaria ha de ser problematizada en función de cuál sea la
prioridad en el uso social y económico de la divisa. Ese es el verdadero debate
que condiciona el valor de los tipos de cambio. ¿Por qué no se discute acerca
de los niveles de dólares inutilizados que posee la banca? ¿Por qué no se
debate sobre los precios de transferencias como mecanismo que usa el sector
privado para sacar divisas del país?
Son
muchas las dimensiones económicas que realmente ameritan ser analizadas en
estos momentos en Venezuela. Un proceso de cambio obliga constantemente a ello.
Revisar, discutir, rectificar, reimpulsar, perfeccionar, reordenar; son todos
verbos de obligado cumplimiento si se pretende transformar el horizonte
económico en forma irreversible. Pero esto hay que hacerlo desde el presente,
no acudiendo dócilmente a un pasado que ya pasó. La política económica y la
economía política no es compatible de ninguna manera con las pasadas recetas
fast food que tanta hambre hicieron pasar. No hay soluciones inmediatas ni
pasadas para los actuales desafíos estratégicos. La economía no es una ciencia
exacta por mucho que se empeñe la política escondida en la era tecnocrática.
Lograr que la economía funcione no es cuestión de anunciar unas cuantas
proclamas. Es tarea complicada y requiere de mucha discusión, pero una
discusión que tenga ganas de pensar el presente en vez de querer volver
únicamente al pasado.
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