LOS NIÑOS NO
SON PRESOS
POR LAURA MCMIHAIL Y TER GARCÍA
Madres
presas en Aranjuez denuncian las malas condiciones en que viven sus hijos
menores en la cárcel Verano de 2014. A los diez niños de hasta tres años de
edad que viven con sus madres en la prisión de Aranjuez –a los que se suman
varios bebés de menos de 18 meses–, sólo les dejaron […]
Madres
presas en Aranjuez denuncian las malas condiciones en que viven sus hijos
menores en la cárcel
Verano
de 2014. A los diez niños de hasta tres años de edad que viven con sus madres
en la prisión de Aranjuez –a los que se suman varios bebés de menos de 18
meses–, sólo les dejaron bajar al jardín cinco veces en todo el verano: tres en
julio y dos más en agosto. Tampoco les dejaron jugar con agua, a pesar de que
las temperaturas en el patio del centro alcanzaron los 40 grados. Fue la gota
que colmó el vaso para que familiares de las presas se organizaran ante lo que
es ya una larga lista de pérdidas de derechos de la que eran víctimas, no ya
las presas, sino sus hijos. Se dedicaron a recoger los abusos que sufren los
niños y niñas en la prisión de Aranjuez. El texto, que se está dando a conocer
a profesionales y personas relacionadas con los derechos humanos y la
pediatría, se hará público previsiblemente en octubre. Se ha elaborado a partir
del testimonio de las madres presas y cuenta también con análisis de profesores
de psicología de la Universidad del País Vasco, de médicos puericultores de
Castilla-La Mancha y Bizkaia, y con el respaldo de Etxerat.
Indefensión
“Hemos
tomado la voz de ellas, las madres que están en Aranjuez, porque a ellas no les
hacen caso, siempre se han archivado sus quejas”, explica Kontxi Ibarreta,
madre de una de las cuatro presas vascas que, hasta hace pocos meses, cumplía
condena en Aranjuez junto a su hija de 15 meses. Como subraya Ibarreta, el
problema en esta cárcel no es sólo de las presas vascas y sus hijos, sino que
es común a todas las madres que cumplen condena allí. Pero la mayoría tiene
miedo a protestar por las amenazas y, en el caso de las presas sin nacionalidad
española –que en muchas ocasiones no cuentan con redes de apoyo–, por la
posibilidad de perder la custodia de sus hijos.
Entre
las denuncias recogidas en el dossier, figura la mala calidad de la comida –en
su mayoría congelada y, de pescado, panga, cuyo consumo la OCU recomienda
limitar a adultos por su alto contenido en mercurio–. Además, las presas
señalan el uso de la megafonía sin tener en cuenta los tiempos de sueño de los
niños y niñas, el recorte en la calefacción durante el invierno, la drástica
reducción de las fiestas que se celebran en la prisión o la pérdida del
ginecólogo como algunos de los problemas que se han ido agravando con el cambio
en la dirección de la prisión. También señalan el empeoramiento del trato por
parte de las funcionarias por la tensión que se vive en el centro.
Otras
necesidades
“Tratan
los módulos de madres como si fueran módulos normales, pero los niños no son
presos. Las condiciones no pueden ser iguales”, subraya Aner, pareja de otra de
las madres presas en Aranjuez. Aner explica que las reclamaciones se limitan a
que las condiciones que se viven en Aranjuez sean equiparables a las de la
prisión de Valencia, o a las que se daban en la propia cárcel de Aranjuez antes
del cambio de dirección. Ibarreta subraya que, a raíz de que personal de la
oficina técnica del área del Defensor del Pueblo español visitara la cárcel, su
hija fue trasladada al módulo de madres de Valencia. Una cárcel también, sí,
pero en donde las condiciones que viven los niños son mucho mejores.
“Los
niños necesitan una serie de cosas y, sobre todo, tener una madre, que hasta
los tres años la tienen. En Valencia tienen una alimentación relativamente
buena y los familiares viajamos para que puedan salir a la calle. Es duro
porque está aún más lejos, pero nos organizamos para que cada semana alguien
les saque”, dice.
Desde
que comenzaron el trabajo del dossier, las madres presas sí han notado algunos
cambios, no saben si a raíz del propio trabajo de denuncia que están haciendo o
por la visita del trabajador de la oficina del Defensor del Pueblo. Han
conseguido volver a la piscina, que los niños puedan jugar con agua en el patio
y han aumentado las salidas al jardín. Pero la mayoría de las reivindicaciones
más importantes relativas a la alimentación, el control de las salidas y el
régimen de comunicaciones, sigue sin solución. La mayoría de los alimentos son
prefabricados, congelados y se suelen servir fríos ya que las presas no tienen
acceso a frigorífico ni microondas.
La
prisión tampoco renueva el material básico y didáctico, y ha reducido los lotes
de los niños: ahora sólo aportan pañales mientras antes daban biberones,
chupetes, etc. Los pequeños sólo reciben juguetes en su cumpleaños y en
Navidad, y no los pueden subir a las celdas. Las salidas al patio de cemento
son ahora obligatorias dos veces al día, sin que puedan elegir cuándo, y las
salidas de los niños a la calle sólo se permiten dos veces por semana y, según
se quejan las presas, a la hora de la comida y la siesta.
En
cuanto a los vis a vis de convivencia de cuatro horas, donde se encuentran con
los padres, se realizan en unas habitaciones no adaptadas a las necesidades de
los niños. Las comunicaciones de 40 minutos, que antes se realizaban en las
salas de vis a vis con la posibilidad de llevar comida y juguetes para
entretenerlos, ahora se hacen en locutorios acristalados de un metro cuadrado,
lleno de colillas y sin ventilación, y los niños lloran a la hora de visita
pues no quieren estar ahí, cuenta Aner. Según explica, “con el cambio de
director, se puso a cada uno en una parte del cristal. El telefonillo lo tiene
la madre, así que el niño ve al padre mover los labios pero no oye. Es una
situación bastante dura para el niño”.
Ser
madre en prisión
Esta
situación no es exclusiva de Aranjuez. “Hay cosas que son comunes: las
restricciones de los espacios que pueden usar los niños, los horarios de
salida… Aunque, según el centro, se hacen de una manera u otra”, explica María
José Gea, del Grupo de Sociología de la Infancia y la Adolescencia.
Aunque
no hay datos oficiales accesibles, se calcula que hay unos 200 menores de tres
años conviviendo con sus madres en prisiones españolas. En 2004, la secretaria
general de Instituciones Penitenciarias, Mercedes Gallizo, impulsó una
política para sacar a los niños de los recintos carcelarios y potenciar las
Unidades Externas. Aunque se planificaron cinco de estas unidades, a día de hoy
sólo hay tres funcionando: en Palma, Madrid y Sevilla. Pero estos centros se
crearon para un determinado perfil de reclusas, dejando fuera a aquellas que
cumplen un primer grado, a las condenadas por delitos graves, las que han
intentado alguna fuga o cumplen prisión preventiva. Todas estas presas
quedarían repartidas en los tres módulos de madres que quedaron cuando se puso
en marcha el proyecto de Gallizo (Alcalá de Guadaira, en Sevilla; Picassent, en
Valencia, y Aranjuez, al que se sumaría la cárcel de mujeres de Wad-Ras, en
Barcelona). Las presas que cumplen un tercer grado son destinadas a unidades
dependientes, pisos tutelados en el exterior. “Las plazas de los módulos que se
cerraron no son acordes con las plazas que suponen las unidades externas
–señala Gea–, por lo que se puede prever una cierta masificación y lentitud en
el proceso de acceso a este derecho”.
Según
detalla Gea, “el problema de estas unidades es que hay unos perfiles marcados
que no pueden acceder, por lo que eliminar los módulos de madres dentro de las
prisiones es inviable”, detalla. “El escaso número de plazas también es un
problema. Si hay tres módulos de madres, tres unidades externas y estas últimas
tienen cubiertas las plazas… me sobran mujeres”, continúa. Gea explica que es
habitual que algunas madres que llegan a prisión, detenidas, por ejemplo en
Navarra, sean ubicadas con sus hijos en una prisión general hasta que son
destinadas a una con módulo de madres. Hay un periodo de tiempo en el que el
niño o niña está en un módulo normal, y esto supone una vulneración de sus
derechos”, señala.
Instalaciones
no preparadas
Pediatría
A
los funcionarios de los módulos de madres no se les requiere una preparación
específica. Tampoco hay un protocolo de cómo deben hacer los cacheos, recuentos
o registros delante de los niños. Las prisiones cuentan con un pediatra, pero
externo al centro, y son los funcionarios quienes deciden si se le llama.
Dispersión
Sólo
hay tres centros penitenciarios con módulos de madres en todo el Estado, a los
que se suman las tres unidades externas. Esto provoca que, en la mayoría de los
casos, las mujeres presas con hijos menores de tres años sean dispersadas a
centros lejanos a su lugar de residencia, después de pasar un tiempo en
prisiones generales.
Encarcelados
Al
no haber un protocolo, las salidas de la cárcel de los niños, que dependen de
familiares o voluntarios, en muchos centros están muy restringidas. Los módulos
de madres son arquitectónicamente iguales a los demás: las escaleras, los
cierres automáticos o las rejas no están adaptadas a la vida cotidiana de
mujeres con hijos.
Machismo
Algunos
de los talleres que se ofrecen a las presas con hijos son sexistas y dan por
hecho que, por haber sido condenadas, no saben ‘ser madres’. Gran parte de
ellos se centran en “mejorar su aptitud y capacidad como madres”, según señala
el documento sobre las Unidades Externas de Madres.
http://www.diagonalperiodico.net/libertades/27404-ninos-no-son-presos.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario