GRECIA, UNA NEGATIVA QUE TANTO NOS ATAÑE
‘Parhesia’ es lo que ha demostrado ayer la ciudadanía que votó no en
Grecia: ha dejado en evidencia la gran falacia democrática que supone una
Europa escrita al dictado del poder financiero
Tal como preveían quienes pensaban que la victoria de Syriza en las pasadas
elecciones no fue una casualidad, sino una elección muy razonada y consciente
del pueblo griego, la celebración este domingo del referéndum en Grecia se
saldó con un rotundo triunfo de la postura promovida por el Gobierno en contra
del creciente austericidio programado desde la Unión Europea.
Si en enero una mayoría de ciudadanos depositó su confianza en Syriza, el
presidente Tsipras depositó la suya en los ciudadanos para que eligieran qué
actitud tomar respecto a las mafiosas medidas acordadas en Bruselas. El
resultado ha sido una ratificación de la confianza del pueblo en su Gobierno,
una victoria de la democracia frente a los fantasmas del miedo y las presiones
chantajistas de La Troika, unidas a la propaganda a su favor de la mayoría de
los medios de comunicación.
En los últimos días hemos vivido engañados pensando, tal como se nos
informaba de continuo, que Grecia estaba partida y que las encuestas
vaticinaban unos resultados muy ajustados. Quizá lo hiciéramos también como
ciudadanos de un país en el que posiblemente, de soportar la adversa situación
que vive Grecia, no se hubiera dado un resultado similar. ¿Sería capaz aquí un
gobierno, que solo lleva seis meses de gestión, de ganar hasta ese punto la
confianza de los ciudadanos ante una cuestión tan trascendente?
Recuerda Pedro Olalla en su último libro
(Grecia en el aire. Herencias y desafíos de la antigua democracia
ateniense vistos desde la Atenas actual)) que cuando Pericles
pronunció en el otoño del año 431 a. de C. su discurso en memoria de las
víctimas de la guerra de Peloponeso contra los espartanos, conflicto que trajo
consigo una ola de miseria sobre la población, no se dedicó a elogiar a los
héroes de aquellos combates. Habló Pericles de la ciudad, de las modélicas y
cabales leyes atenienses y del gobierno de la misma según los intereses de la
mayoría y no los de unos pocos. “De hombres –dice Olalla- que llegaban al
arrojo movidos por la libertad y la reflexión, y no por la ignorancia”.
Pericles, en suma, se sirvió de la consternación y la adversidad propias de
aquellas circunstancias para hacer hincapié en el inmenso logro que había
supuesto la creación colectiva de la democracia. Aquel discurso sirvió para que
la ciudadanía hiciera profesión de lo que era y lo que defendía. Por eso
Isócrates, casi un siglo después -en el panegírico pronunciado en los Juegos
Olímpicos del año 360 a. de C.- tomó como base lo dicho por Pericles para
proyectar el ideal que debería unir a los griegos -una combinación de la areté
individual y la areté política-, base no sólo del ideal panhelénico sino del
ideal humanista, del que hoy tanto se carece.
Creo que en la valiente decisión tomada
este domingo por el pueblo griego, aunque haya sido decisiva la malhadada
experiencia de los gobiernos que precedieron al de Tsipras y estuvieron a
merced de los dictados de La Troika, también ha tenido su aliento -por distante
que nos parezca- esa virtud glosada por autores como Eurípides, Demóstenes o
Polibio, fundamental para sustentar la democracia. Se llamóparhesia y no sólo significa honestidad, sino
valor: valor para oponerse a una mentira cómoda, para abrir una brecha en el
silencio, para dejar en evidencia una falacia.
Parhesia es lo que ha
demostrado ayer la ciudadanía que votó no en Grecia: ha dejado en evidencia la
gran falacia democrática que supone una Europa escrita al dictado del poder
financiero. Su negativa nos atañe como ciudadanos de una Europa social y
solidaria, fundamento de una Europa en verdad democrática, según los intereses
de la mayoría y no de unos pocos.
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