AQUÍ...
DUNIA SÁNCHEZ
Serpientes voladoras se engendran en la tibieza de la aurora.
Caminan doradas por las sombras del oleaje que se perpetúa en el ritmo ciego de
su ronroneo. Habitamos en la esfera del sol, astro indolente que nos permite
inspirar y espirar a medida que una corriente de pardelas busca, encuentran sus
cobijos en rocas de sal. Amanece y con ello los pasos se vuelven lento en un
despertar donde los ecos insípidos del calor se bañan en sudor. Ella está ahí,
me está mirando. Con su café, con su cigarro que en espiral asciende al
infinito. Ay, me tengo que ir. La dejo con el continuo sorber de ese líquido
que la alienta en el continuar, en el comienzo de un nuevo día. Calles vacías.
Agosto impera en nuestros sentidos alentándonos con un vago andar.
La miro y se va. Me ha dejado entre los posos de este café que
no me dice nada y un cigarro tras otro hasta que mis cimientos se eleven con
energía. Le agradezco que se haya ido. Necesitaba estar conmigo misma. Hoy no
la acompaño a ese paseo matutino. Creo que comprende. Comprende que a veces
necesitamos aislarnos en los agujeros de nuestros pensamientos. Hace calor, me
apetece estar desnuda. Desnuda y libre. Somos conscientes de la elevación de
nuestros sentidos que se vuelcan en la ensoñación.
Y andar y andar por este parque solitario. Sus árboles son
tiesas cometas por la censura de la brisa. No corre aire sino una masa caliente
que arde en mi rostro. Ella estará con sus ojos. Se levantará y dejará todo.
Apaciguada se dará un baño de rosas que perfumen su belleza. Y yo que, aquí
sola, sentada. No hay fuerzas a seguir. Mejor volver. La calma ronda en este
verano donde los sonidos del silencio equilibran mi alma. Avanzo, me levanto,
regreso. Ella ahí, con su albornoz. Me mira con cierta ternura. No pregunta
nada. Solo me mira y me mira. Para que más.
Si, la miro. Ya ha regresado. Gotas de sal cae por su frente.
Debe de haber mucho calor ahí afuera. La quiero tanto…Y me gusta verla así
libre. Por qué hemos nacido libres. No agazapados bajo el orden de la posición,
de ese objeto que hemos de usar a nuestro antojo. No sé lo que haremos hoy. Las
olas son rumor, tal vez nos remojamos en las eternas mareas del sosiego. Ella
dirá, yo diré. Deliberaremos donde ir sino aquí. Sí, aquí, bajo este techo
fresco.
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