El vuelo de la pardela.
El señor de los anillos.
Graciliana Montelongo Amador.
Si nos fijamos bien, analizamos lo que
sucedió en el senado hace unas semanas y razonamos la mayoría de palabras que
salieron sin vergüenza y se apoderaron de la sala, eran: Palabras vanas. Palabras
desafiantes, pero sobre todo palabras
que infectan aun más la llaga
abierta en la sociedad actual. Ellas,
acompañadas de prepotencia, salían de la boca del presidente del gobierno y lo
dejaron en el más completo ridículo. Esto sucede cuando el que comunica no ha escrito, no ha repasado,
no siente y sobre todo, no sabe, lo que lee. Gestos, risas, aplausos… Miradas cómplices del momento. Aparte de
todo eso, la visión de lo que estaba notando en ese instante, formaron un recuerdo
en mí. Una imagen, una película, una historia: El señor de los anillos. El
señor oscuro de Mordor. La tierra media hacia el final de la tercera edad. Así
estaremos nosotros al final de este desastre que no tiene fin. Mientras, la
comunidad del anillo (el poder por el que todos pelean, el control de las
masas) lucha por devolver y mantener el
orden, dentro del desorden, organizado por el lado oscuro. Esta historia tendrá
que terminar algún día (eso espero) y regresar o establecer la luz blanca (Si
Endesa lo permite, porque es, otra malvada más, vuelve a subir los recibos y
todavía no entendemos lo que pagamos) Pero dejando atrás esta lamentable actuación y regresando a canarias, ahora más que nunca, debemos
unirnos, porque queda claro que volvemos
a estar azotados por el cruel invasor ¿Qué vamos a solucionar nosotros, con
solo ese escaso 1, 2% que nos dejan para endeudarnos, frente al casi 2% que
necesitábamos para salir adelante? Las
aguas se vuelven turbias, muy turbias para las islas y eso que todavía no han
sacado petróleo… Es hora de sentarse, de dialogar, de buscar soluciones para
nuestra tierra, porque está claro que solo nos dan una miseria, comparada a todo el dinero que entra con la visita de millones de turistas al año. No
podemos estar siempre esperando las migajas que nos dan. No podemos, ni
debemos, permitir que nos traten así. Tenemos la fuerza del volcán en nuestro
interior. Nuestra sangre, la que corre por nuestras venas, es como la del drago, milenaria, y por tanto
cura. Utilicémosla para sanar esta tierra y para sanarnos a nosotros mismos.
Apoyados del alisio, nuestro viento, que nos comunica con un silbido de isla a
isla. El mar y la sal, curten nuestros pensamientos de libertad. Todo nos ayuda
para emprender un nuevo camino, para alzar la voz, por nosotros, por nuestra
tierra y por nuestros hijos (Fin de la cita)
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