Mayo, Artigas y los nuevos tiempos en América del Sur
VICTOR HUGO MORALES
"Han
ofendido mi carácter cuando le informaron que yo defiendo a su rey. Si las
desavenencias domésticas han lisonjeado el deseo de quienes claman por el
dominio español, sepa que no soy vendible ni quiero más premio que ver libre a
mi nación".
Esas
palabras de José Artigas fueron dirigidas al general español Joaquín de la
Pezuela como respuesta al intento de cooptarlo para su causa. De la Pezuela
había vencido a Rondeau cuatro años después de mayo de 1810 y quiso aprovechar
el enfrentamiento de Artigas con el gobierno central de Buenos Aires.
Ya
era Artigas, por entonces, el hombre más prominente de lo que Mayo había
iniciado como versión irreversible del deseo de libertad de estos pueblos del
sur. Y en la frase había una síntesis de lo que estaba sucediendo en la comarca
confundida.
Mayo
para los porteños. Mayo para las Provincias. El grito sagrado de la libertad
contenía voces que entonaban principios bien opuestos de los cuales era Don
José el intérprete de mayor prestigio. En más de treinta años viviendo en la
Argentina este cronista, el infraescrito como bien podría haberse escrito en
aquellos años de lanzas fratricidas, ha sido testigo del reconocimiento
definitivo al rol principal desempeñado por Artigas en la Revolucion de Mayo.
Enterrado
ese pasado glorioso por la historia liberal que blindó Bartolomé Mitre en las
últimas décadas del siglo XIX, la memoria recuperada de estas épocas arroja una
luz potente sobre el escenario real de esos tiempos. Como en un teatro, los
reflectores iluminan de pronto a los actores que permanecían en las márgenes y
el argumento cobra una realidad nueva. Como dioses que manejan la trama detrás
de los hombres los escribidores liberales arrojaron a los tiempos una leyenda
negra de Artigas y otros nombres que ahora, cuando el velo se corre, surgen
reconocidos entre los hacedores de la Patria Grande que ha tomado forma como
nunca antes en estos años de la América del Sur.
La
frase que inicia este artículo ha sido tomada de un libro escrito por Pacho
O’Donnell sobre Artigas que, como diversos historiadores argentinos, ha
colocado a Don José en el pedestal más alto del americanismo.
Lo
que puede decirse desde Buenos Aires en estos días de Mayo es que la historia
tiene novedades. Arroja sobre sus falsedades intencionadas, pruebas hasta ahora
negadas por los que ofrecieron la primera versión de los hechos. Eduardo
Anguita, un gran periodista argentino ha escrito en el diario Tiempo Argentino
una nota titulada “José Artigas el héroe incómodo de la Revolución de Mayo”. Y
da fe de la historia popular y federalista rioplatense que reconoce en nuestro
prócer al gran revolucionario.
No
habrá discurso ni fiesta popular de estos días que ignore como en otras épocas
el papel fundamental de ese hombre que fundó la identidad de los habitantes de
la parte oriental del Río Uruguay, pero que derrama su importancia sobre las
vastas regiones que lo ungieron su jefe máximo.
Reforma
Agraria, voto popular, ascenso de los más débiles a la calidad de personas,
rebeldía innegociable ante el poder de los intrusos y sus cómplices locales,
son ahora nada más que algunos de los legados del héroe.
No
solo los libros de historia del Uruguay tienen en la tapa el rostro que Blanes
confirió a José Artigas. Los sucesos de Mayo de 1810 tienen la impronta de ese hombre extraordinario que desde esta parte de
América levantó la espada más alta ante el opresor.
En
todos los tiempos su clase magistrales el camino. Interpretarlo ante cada desafío
que comprometa la libertad y la igualdad de los hombres, es el desafío.
“Una
relación milagrosa, única en el mundo entre dos países”
Creo
que, en Argentina, la colectividad uruguaya es bastante unida y solidaria entre
sí, con mucha identidad de origen que no se puede perder, porque hay muchos
elementos que después de que los vivís de muchachos no se te van nunca más. A
la vez somos muy afortunados porque vivimos en un país donde no somos
inmigrantes. Hay muchos uruguayos viviendo en la Argentina sobre los que me
pregunto “¿Qué hacen acá?”, deben extrañar a lo loco. Pero Argentina es una
prolongación del Uruguay a la que venimos a cumplir algunos sueños.
Pero
mi caso fue distinto y tuvo más que ver con un desafío profesional. Había
llegado un punto de mi carrera en el que pensé que el medio chico que es de por
sí el Uruguay se me había achicado demasiado y me sentía asfixiado. El público
de Argentina, que es particularmente afectuoso, me considera “el uruguayo”. Ser
un tipo conocido es placentero, sobre todo en la ciudad de Buenos Aires. Te
miman mucho, te acarician mucho, y uno se siente muy bien. Pero para el público
de Argentina yo sigo siendo el relator uruguayo que llegó hace 16 años y que es
visto como una persona absolutamente fiel a sus raíces, que menciona
constantemente a su pueblo, a su departamento, a su gente, a sus viejos amigos.
Pero
no es el caso de la mayoría, que viene a buscar trabajo, y a varios les va
mucho mejor que allá. Y si no les va del todo bien por lo menos no les va tan
mal como al inmigrante de otro país al que le va mal, y encima es discriminado.
El uruguayo no es discriminado porque ni siquiera se sabe bien quién es
uruguayo, tenés que hablar un rato, largar algún uruguayismo, hasta que se dan
cuenta.
Lo
dijo hace poco el Presidente José Mujica: Argentina es el único país del mundo
en el que nunca los uruguayos se sienten discriminados.
El
uruguayo que vive en Uruguay no tiene la medida de lo que siente el uruguayo
que vive afuera. Porque ese tipo, al no tener a su país, al estar lejos, lo
piensa, sueña y anhela permanentemente.
Aquí
aprendemos a querer muchísimo todo lo argentino, porque perdemos esa mirada un
poco provinciana que tenemos sobre el tipo del “pago grande”. Nosotros en
Uruguay miramos mucho, y mal, al porteño de Punta del Este, ricachón, que
efectivamente suele ser despreciable en general. El rico uruguayo es distinto,
porque como hay menos movilidad social, hay menos nuevos ricos y los ricos
están desde siempre. En cambio la Argentina tiene mucho nuevo rico. Entonces
ese comportamiento de ese tipo de Punta del Este termina siendo eso que
nosotros interpretamos por el argentino. Pero acá en Buenos Aires está lleno de
tipos con solidaridad, con ganas de darte una mano, creativos, fantasiosos. El
porteño, en todo caso, es quizás menos esencial que el uruguayo en las
amistades que se da, pero porque las grandes ciudades te obligan a tener ese
tipo de amistades en las que decís ‘lo adoro’, cuando hace cinco años que no lo
ves.
Es
milagrosa la relación entre los países, es única en el mundo. No hay otros dos
con esta entrañable relación, porque los idiomas, los hábitos, y hasta las
cuestiones climáticas no te lo permiten. Si sos uruguayo y estás en Argentina
nadie se da cuenta. Y si sos más o menos bueno te ponen rioplatense, que es la
forma que tiene Argentina de afanar uruguayos.
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