LA CASA DE TÓCAME ROQUE
Por
Isabel Rodríguez Martín
Es
lamentable la situación a la que han llegado ciertos barrios de nuestra isla.
Me refiero no sólo al abandono de sus asociaciones y comercios, que se traduce
en la desolación que puede contemplarse a ciertas horas del día, sino también a
las buenas costumbres que se fueron perdiendo.
Hace
poco tiempo en Santa María del Mar se detectaron casos de venta de droga y lo
más curioso es que los “camellos” son chicos que no superan los quince años de
edad
Toda una serie sucesos que han ido
convirtiendo estos barrios en zonas indeseables para vivir donde hay sitios
completamente intransitables por el peligro que presentan.
En
un instituto de Añaza una sicóloga impartía clases a chicos menores y les
hablaba de la zoofilia. Según esta señora es una práctica sexual completamente
aceptada en nuestros tiempos. Pues bien, hubo alumnos que lo tomaron al pie de
la letra; una chica trató de introducir en su vagina el vergajón de un perro,
invitando a una amiga suya, a quién su novio había dejado hacía tiempo, a hacer
lo mismo. Una vez que salió a la luz la noticia de dichas prácticas, se
produjeron todo tipo de reacciones; las madres trataron de avisar a sus
hijos para que no hicieran caso de las
recomendaciones de esta profesora, hubo quién insinuó que debería dejar la sicología
para que hiciera los experimentos dentro de su familia sin “comerle el coco” a
nadie más. A partir de entonces se registraron nuevos casos de anomalías en el
comportamiento de los vecinos: un padre abusó sexualmente de su hija, fue ella
misma quién denunció el caso y acudió a su
centro de salud para solicitar un aborto en caso de que se hubiera
producido el embarazo.
Es
increíble la evolución que han tenido estas personas: su mente es como una
esponja que lo absorbe todo y se lo
creen todo. Es posible que lo que en su día fue un rumor y una pequeña semilla
haya tenido tanta influencia y haya servido para desviar el comportamiento de
aquella gente que vivía tan tranquilita, sin prestar oído a semejantes
extravagancias.
Dice
el refrán que el que siembra viento recoge tempestades: yo todavía siento asco
cuando veo por la calle a una mujer paseando un perro, porque la fuerza del
subconsciente puede más que uno mismo.
Espero
que algún día estos barrios se vean limpios
de
esta influencia innecesaria y los vecinos se ciñan a la normal convivencia que venían disfrutando en sus viejos tiempos.
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