martes, 2 de abril de 2013

LOS QUE NO OLVIDAMOS, por EDUARDO SANGUINETTI


LOS QUE NO OLVIDAMOS

EDUARDO SANGUINETTI


 La dictadura capitalista no es un tema al que debemos decirle basta. El hecho de que se haya publicado el “Nunca Más”, que se hayan filmado unas cuantas películas –algunas demasiado oportunistas acerca del horror– y que sigan organizando marchas por la memoria y debates en los más diversos espacios, no quiere decir que le podamos poner punto final al tema, pues se debe seguir investigando sobre los documentos que no han sido desaparecidos y sobre cómplices que adhirieron al atroz régimen impuesto por militares y civiles, adeptos del capitalismo salvaje.

Soy un tanto obsesionado de la memoria, y no me refiero a la memoria mórbida, de la que escatológicamente quiere hurgar en el pasado atroz para sacar los aspectos más escabrosos, sino que vamos a seguir fallando una y otra vez mientras no elaboremos lo que realmente ocurrió y quiénes participaron de manera directa y hoy se enfundan en máscaras democráticas. Tienen nombre y apellido y transitan en una existencia de abundancia y privilegio, incluso ocupando puestos de poder, como funcionarios de gobierno, empresarios de corporaciones o como pseudo-artistas farandulescos que no pierden oportunidad de manifestarse en los medios canallas y aliados de la dictadura contra ella, de manera simulada y falaz.

Argentina no elaboró un duelo y lo hago extensivo al pueblo de este país, tan ajeno a veces al “deber ser” de una existencia en dignidad y libertad, con verdad.

Argentina no elaboró un análisis concienzudo del horror colectivamente, y ello se debió en gran parte a las decisiones políticas de dos presidentes que le pusieron, en efecto un punto final a algo que no debió haberlo tenido. Incluyo a la Iglesia Católica, cómplice y aliada de la dictadura, como institución que jamás se manifestó claramente sobre la misma y la herida de muerte que produjo en la historia de una nación y su comunidad.
A partir de un proceso de deconstrución del gran mapa histórico de nuestra sociedad, los escritores seleccionan fragmentos que los sumergen en las fisuras, en las zonas oscuras que ocultan una historia no conocida y que, en pocas ocasiones, explican mejor las crisis sociales, políticas y culturales que atraviesa Argentina hoy y que, a no dudarlo, se prolongarán en un futuro incierto y difuso, a la hora de encontrarnos con un desolador marco del trayecto de una historia ficcionalizada a gusto y regusto de las lacras que construyen la realidad, entre silencios y derrotas cotidianas, entre manifiestos dichos y contradichos de personeros de la que se denomina realidad histórica de un presente donde la verdad ha sido mutilada por decreto.

Humildemente intento crear un espacio textual que, a partir de la lectura de otros textos y documentos, asumirían los silencios de la historia oficial argentina, y generar una resistencia al olvido obligatorio, al que es con frecuencia sometida una sociedad, ante el divismo y el fraudulento y frívolo articular de nuestras domésticas políticas, para desmemoriados que se conforman con relatos triunfalistas y falaces, en contraposición a una historia cargada de fracasos, mentiras, traiciones y utopías, la historia de los silenciados, de los exiliados en democracia, de los que no olvidamos.


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