LOS QUE NO OLVIDAMOS
EDUARDO
SANGUINETTI
La dictadura capitalista no es un tema al que debemos decirle
basta. El hecho de que se haya publicado el “Nunca Más”, que se hayan filmado
unas cuantas películas –algunas demasiado oportunistas acerca del horror– y que
sigan organizando marchas por la memoria y debates en los más diversos
espacios, no quiere decir que le podamos poner punto final al tema, pues se
debe seguir investigando sobre los documentos que no han sido desaparecidos y
sobre cómplices que adhirieron al atroz régimen impuesto por militares y
civiles, adeptos del capitalismo salvaje.
Soy un tanto obsesionado de la memoria, y no me refiero a la
memoria mórbida, de la que escatológicamente quiere hurgar en el pasado atroz
para sacar los aspectos más escabrosos, sino que vamos a seguir fallando una y
otra vez mientras no elaboremos lo que realmente ocurrió y quiénes participaron
de manera directa y hoy se enfundan en máscaras democráticas. Tienen nombre y
apellido y transitan en una existencia de abundancia y privilegio, incluso
ocupando puestos de poder, como funcionarios de gobierno, empresarios de
corporaciones o como pseudo-artistas farandulescos que no pierden oportunidad
de manifestarse en los medios canallas y aliados de la dictadura contra ella,
de manera simulada y falaz.
Argentina no elaboró un duelo y lo hago extensivo al pueblo de
este país, tan ajeno a veces al “deber ser” de una existencia en dignidad y
libertad, con verdad.
Argentina no elaboró un análisis concienzudo del horror
colectivamente, y ello se debió en gran parte a las decisiones políticas de dos
presidentes que le pusieron, en efecto un punto final a algo que no debió
haberlo tenido. Incluyo a la Iglesia Católica, cómplice y aliada de la
dictadura, como institución que jamás se manifestó claramente sobre la misma y
la herida de muerte que produjo en la historia de una nación y su comunidad.
A partir de un proceso de deconstrución del gran mapa histórico
de nuestra sociedad, los escritores seleccionan fragmentos que los sumergen en las
fisuras, en las zonas oscuras que ocultan una historia no conocida y que, en
pocas ocasiones, explican mejor las crisis sociales, políticas y culturales que
atraviesa Argentina hoy y que, a no dudarlo, se prolongarán en un futuro
incierto y difuso, a la hora de encontrarnos con un desolador marco del
trayecto de una historia ficcionalizada a gusto y regusto de las lacras que
construyen la realidad, entre silencios y derrotas cotidianas, entre
manifiestos dichos y contradichos de personeros de la que se denomina realidad
histórica de un presente donde la verdad ha sido mutilada por decreto.
Humildemente intento crear un espacio textual que, a partir de
la lectura de otros textos y documentos, asumirían los silencios de la historia
oficial argentina, y generar una resistencia al olvido obligatorio, al que es
con frecuencia sometida una sociedad, ante el divismo y el fraudulento y
frívolo articular de nuestras domésticas políticas, para desmemoriados que se
conforman con relatos triunfalistas y falaces, en contraposición a una historia
cargada de fracasos, mentiras, traiciones y utopías, la historia de los
silenciados, de los exiliados en democracia, de los que no olvidamos.
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