CENSURA EN ACCION
EDUARDO
SANGUINETTI
Filósofo(Pd.h,
Cambridge , England)
Ustedes se preguntarán si esto tiene que ver con la censura y la
libertad de prensa en Argentina. Y yo les tengo que contestar que una de las
grandes presiones que está enfrentando la prensa argentina de hoy y, por lo
tanto, una de las más notables posibilidades de censura, proviene del afán de
solapar con noticias falaces, sin comprobación cierta, las grandes noticias que
ansían ver la luz y son ocultadas por periodistas de conocida trayectoria.
Opino que tan peligrosos como los ataques frontales a los
miembros de la prensa, ataques que a menudo provienen del poder político,
empresarial e incluso de los mismos medios como un simulacro de disenso, pueden
ser los intentos por imponernos una estética (si es que se le puede llamar así)
que socava los cimientos del periodismo honesto y veraz, del periodismo que
parece que es pasado
A los que nos atacan abiertamente los podemos identificar,
denunciar, combatir. Pero hay otra amenaza de la que casi nadie habla, que es
la presión, que a veces obliga a engendrar una censura que se activa
automáticamente dentro de periodistas serios pero cobardes, en cuanto llega la
hora de denunciar. Contra ésa es infinitamente más difícil defendernos. En la
manera en que dichos hombres de prensa, que en Argentina tienen nombre y
apellido, los "periodistas estrella" que sacrifican su lenguaje, sus
ideas, su manera de percibir al mundo y definir las cosas, en aras de un estilo
ligero y complaciente, nos hacen correr a nosotros, los que escribimos en la
prensa diaria sin admitir presiones de ningún tipo, un enormísimo riesgo que
bien mencioné hace años en mi libro "Final en Forma Ordenada":
entregarle fáusticamente su profesión al entretenimiento, a la publicidad, a
las relaciones públicas y a los negocios turbios.
A menudo leo notas periodísticas que resumen en candidez y
estupidez lo que debería ser tratado en forma más seria pues se trata de la
vida, firmadas por periodistas que considero profesionales de vasta
experiencia. Entonces me pregunto: ¿cuándo tiraron la toalla, su sentido
crítico, su noción del equilibrio y del balance de la noticia que intentan
comunicar? En síntesis, ¿cuándo comenzaron a hacer concesiones empujados por
presiones del miedo o simplemente se han vendido cual prostitutas?
Vivimos hoy en un país donde los periodistas son amenazados
(Morales Solá es un claro ejemplo, y por qué no hablar de mis columnas o libros
que ya no son ni un recuerdo), o sufren atentados de violencia. Hay gentes,
grupos, estamentos, que obstaculizan la labor informativa, y que estoy en el
deber de denunciar. Pero, por esta vez, quise enfocar este artículo de opinión
hacia un problema poco discutido y hacia una "presión" que se perfila
como implacable censora en los años venideros.
Queridos lectores, sé que las personas como yo, que intentamos
comunicar las realidades, molestamos a quienes detentan el poder y no admiten
réplicas ni denuncias a su accionar devenido en instancias que realmente
provocan asco, y me refiero a las "pequeñas-grandes" corrupciones
habituales que como paisaje recibimos los argentinos y que ya ni siquiera se
cuestiona: miles de personas sin preparación usurpan puestos de importancia de
nuestro Estado con la complicidad de quienes deben, pueden, desde las
corporaciones económico-mediáticas denunicar, pero simplemente deviene silencio
convirtiéndolos en cómplices de dichas aberraciones que afectan el Bien Común
y, por supuesto, lo que denuncia La Declaración de los Derechos Humanos al
referirse al buen oficio de gobernar sin Corrupción para todos y por todos.
Antes de que el periodismo muera, tenemos que reafirmarnos en la
seriedad, siendo a la vez insumisos y rotundos; darle trascendencia a lo que es
realmente trascendental para el país y para el mundo del cual formamos parte,
combatiendo con una dialéctica clara y contundente para de ese modo
desenmascarar y combatir a quienes malogran y envilecen todo lo que tiene de
maravilloso, feliz y nítido la aventura humana. *
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