Por Victor Ramirez
Publicado en DIARIO DE LAS PALMAS el 17 de
Octubre de 1991
Me preguntas sobre
qué pienso y cómo he reaccionado tras la presencia muy activa del otrora
valoradísimo Mario en el Contracongreso Cubano realizado en París de la
Francia... Perdona si te digo que me llenó de contradicciones, pariente.
Sabes mejor que nadie
del gran cariño y respeto que aún mantengo por el recuerdo y la narrativa leída
del Mario que conocí allá por comienzos de los setenta, cuando la feliz y fructífera
aventura editorial "Inventarios Provisionales". Yo, como sí
dijera advertirlo otro querido amigo, no advertí ambición desmedida ni soberbia
simulada en el escritor peruano. Tan sólo aprecié gentileza y cordialidad de
hombre erudito nada pretencioso -dentro de lo que cabe- y de novelista
magistral.
Sin embargo lo he
dejado de leer. Me cuesta acercar a sus libros actualmente, muchísimo; tanto,
que casi me he olvidado de él, que casi ni existe para mí -lo que, por
supuesto, es insignificante para sus lectores. Pero te respondo con la menos
mentirosa de las sinceridades.
Y pienso que ese odio
visceral a la Cuba mal y pérfidamente llamada "de Castro" sí
que puede responder a su soberbia resentida, probablemente a unos
incontrolables celos hacia personas concretas como Julio Cortázar, Mario
Benedetti y, sobre todos, el difícilmente superable Gabriel García Márquez.
Porque la soberbia
del aupado socialmente es enorme, y ciega irremediablemente al supuesta o
realmentemente más lúcido de los hombres (La historia, la pobre historia, está
llena de casos así). El querer "ser el primero a costa de lo que sea"
(una manera como otra de totalitarismo tiránico) es, acaso, el castigo que más
temo, probablemente sea el tormento más feroz del infierno si existiera éste.
Pues te impide practicar lo más hermosamente biófilo humano: el amor y el
respeto y la consideración a tus semejantes, a la obra rival de tu semejante.
Es lo que creo, pariente, que pasa con Mario Vargas
Llosa; y que me disculpe y perdone si me equivoco. Sí: ojalá yo me equivoque, y
Mario se mueva por impulsos altruistas. Pero... no, pariente; creo que no puede
ser verdad esto. Porque una persona que se ha enriquecido y que sólo busca
compañía y amparo (sin poder saber yo de verdad las innúmeras dejaciones éticas
que tuvo que realizar para aceptar él y encabezar una opción política
totalmente traidora a su pobrísimo pueblo) en los ultracapitalistas -esa parte
de los humanos que tienen sojuzgado el cacho de mundo que les toca- no puede
ser altruista
Esa rabia que muestra
hacia la Revolución que dio pie a que se le respetara y alzara como escritor
(al igual que a tantos: desde Juan Rulfo a Guimaraes Rosa, pasando por
muchísimos de mis más queridos escritores latinoamericanos) y como hombre de
valía no puede ser racionalmente dialéctica, pariente.
Tiene que ser
visceral, totalmente irracional –algo peligroso en gente de excelsitud
intelectual. Porque si pusiere Mario ese empeño y esa valía cultural y social
que tiene (y que yo no le niego) al servicio de la denuncia y lucha contra la
absoluta miseria y el probablemente irremediable abandono y la insufrible
situación de injusticia asesina que sufren Perú (¿su pueblo?) y todos lo demás países latinoamericanos,
probablemente correría peligro su ¿prestigio? mundano, perdería las ¿amistades?
que lo sostienen riquísimo y bienvividor.
Además de que es más
¿fácil? apostar a caballo ganador: aunque este caballo esté montado por los
jinetes del Apocalipsis. ¡Qué pena, pariente! ¡Y yo que no puedo olvidar el
cariño y el respeto que le tuve... !
17-octubre-1991
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