Por Victor Ramirez
16-agosto-1994
Anoche, mientras esperaba el
sueño e ignoro por qué, se me vino al tino de repente: lo del montaje ostentoso
y oneroso de cuando nos visitaron los señores "Nóbeles". Ya conoces
mi sucinta idea sobre eso de los Premios Nóbel, amigo Ramírez: sobre lo que
parece entreverse en tales deslumbrantes galardones.
Cuando los dueños del mucho
dinero son, únicamente, quienes pueden alquilar o comprar sus saberes,
apropiándoselos codiciosamente, de poco valen sus méritos -en verdad y salvo
raras excepciones- para el resto de los humanos. Queda patente, para quienes
aún puedan ver reflexionando, que todos los llamados adelantos técnicos y
científicos son instrumentos de mayor e incontestable dominio al servicio de
los dueños del mundo -y, por consiguiente, para aherrojar aún más
implacablemente al común de los mortales humanos.
Casi nada de esos inventos y
descubrimientos, simples migajitas, caen del lado de éstos, de los humanos
normales. No es casual ni es voluntad divina el incremento de la miseria humana
entre los habitantes del planeta para que cada vez menos
"privilegiados" puedan disfrutar. Y los afamados Premios Nobel tienen
su bastante que ver en eso, amigo Ramírez -aunque se crean ellos que de manera
involuntaria.
Cuando llegan a tus manos
"biografías" de los tales premiados -y quizás sin excepciones-
observas que también son movidos casi exclusivamente por la codicia y el
narcisismo vanidoso. Al necesitar ellos -para sus "avances" técnicos
o científicos- de mucho dinero, no tienen más remedio que ponerse al servicio
de los dueños de tales dineros; es lo normal.
Y como los dueños del mucho
dinero lo son a costa y en contra de la mayoría esclavizada de sus semejantes,
los galardonados no podrán ser otra cosa que instrumentos comerciales de
dominio y sojuzgamiento: por muy benefactores que nos lo quieran presentar.
Si tras el tremendísimo
avance técnico-científico que ha habido en este siglo -muy superior en cantidad
y calidad que en todo el resto de nuestra presencia sobre el planeta-, no sólo
no ha aumentado lo mínimo la justicia entre los habitantes del Planeta, sino
que dicha justicia se hace más imposible, amigo mío, yo en concreto no tengo
por qué admirar a esas personas.
(Al contrario, al contrario:
recelo de ellas).
16-agosto-1994
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