El
nuevo colonialismo
*Francisco Castro
“La
historia se repite con otras caras y formas”. Es el título de un artículo que
publiqué recientemente en la revista Iglesia Nivariense, que dedicó un número
especial a la crisis. El Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias
(ISTIC), con sede en Tenerife, celebró a finales de abril el Congreso
Internacional Diálogo Fe-Cultura sobre este tema. Abrió esta destacada semana
el eurodiputado, Jaime Mayor Oreja, con una ponencia muy interesante, con la que
puso los puntos sobre las íes respecto a lo que subyace en este problema que
acusa Occidente. Pero, vayamos por partes.
¿Qué quiere decir nuevo colonialismo? Vamos
primero al origen de la crisis. La crisis tiene su origen en la política y la
cultura. Esta ambigüedad se puede concretar de muchas maneras, pero lo
fundamental, lo que hay que destacar, es que Occidente sufre un cambio de
rumbo, que acaba de empezar y que no sabemos cómo terminará. Por eso, he
titulado “La historia se repite con otras caras y formas”, lo que quiere decir
que el principal problema de la crisis no es financiero, sino de poder. La
economía, junto a la cultura, no es más, ni menos, que un instrumento para
mover a las masas de un lado para otro. Pero la economía la ejecutan determinados
políticos, que también provocan cambios en la cultura.
¿En qué
sentido afecta la cultura al desarrollo económico y social de los pueblos?
Sobre todo mediante la ética y la moral; mediante un cambio de mentalidad en la
sociedad respecto a los valores. Por lo tanto, aquí tenemos dos elementos que
no debemos perder de vista en el análisis de la situación y en la lectura de
este artículo: política y cultura.
Después
de la caída del muro de Berlín, y con la desaparición de los países de la socialdemocracia
y la falta de aliados para la Unión Soviética, se impuso en Occidente el
liberalismo y el capitalismo con no pocos tintes agresivos. La Unión Europea ha
venido a significar un nuevo imperio, el imperio del euro y, por tanto, una
nueva forma de colonialismo. El socialismo, y todas sus variantes, se vio
mermado ante el florecimiento de nuevos estados de bienestar que daba este
imperio del euro. Las corrientes socialistas más radicales optaron por viejas
fórmulas que siempre le han funcionado: la propaganda cultural.
En el
período legislativo de Margaret Thatcher, les surgió un interesante aliado a
raíz de los movimientos antinucleares: la protección del medio ambiente. Era
una buena excusa contra el capitalismo; “el capitalismo está acabando con el
planeta”, han venido repitiendo desde algunos sectores.
Este
imperio del euro trajo el enriquecimiento rápido para determinados sectores; al
mismo tiempo que corrupción a todos los niveles; fragmentación de las
sociedades; cultura del relativismo; desprestigio de los organismos
internacionales. En definitiva, un sistema político y económico que ha
fracasado.
¿Por qué
el imperio del euro ha sido una nueva forma de colonización? Porque todos
teníamos que estar a las órdenes e imposiciones de las corrientes imperantes en
Europa. ¿Qué ha ocurrido ahora? Que el estado que ha comandado este imperio ve
moverse hasta sus cimientos, es decir, Alemania, país que amenaza con la
ruptura de la Unión Europea si los demás estados no cumplen unos requisitos. Estos
temas hay que analizarlos con profundidad y no con la superficialidad con que
los tratan la mayoría de los medios de comunicación.
Cuando
parecía que Europa iba a mantener la hegemonía de la derecha y del “imperio”
alemán, aparece Obama, cae Berlusconi, cae Sarkozy y gana Hollande en Francia,
es decir, la izquierda vuelve a romper esta hegemonía del liberalismo. No es de
extrañar, por tanto, que el PSOE lo haya celebrado como su propia victoria. Así
es que en esta estamos, en una pugna por volver a cambiar el curso de Occidente
y por volver a conformar otro “imperio”.
“La historia se repite con otras caras y
formas”, vuelvo a repetir.
Jaime
Mayor Oreja dijo, en la apertura del congreso internacional del ISTIC, en el
Paraninfo de la Universidad de La Laguna, que “todos abandonaron la verdad de
la economía para arrastarnos a una gran mentira”, y agregó que “el presente de
la Unión Europea es el retrato de una crisis total. Pero, no es una crisis
natural, derivada de los cambios en la sociedad, sino intencionada y de la
cultura relativista”. La doctrina “que impera en la Europa de nuestros días
–agregó- es la relativista; falta de cohesión derivada del déficit de valores,
de aquellos valores comunes que configuraron Europa”.
Canarias
se encuentra en medio de dos frentes, Estadios Unidos respecto a África y los
cambios bruscos en Europa. Por eso, cuando se habla de colonialismo desde
Canarias se habla, vamos a decir así, en términos modernos. Se puede ejercer el
colonialismo de muchas maneras. En la Edad Media se colonizaba de una forma, en
el siglo XXI, de otra. En Canarias no sólo hemos dependido de Madrid, sino del “balneario”
de Bruselas. Debe ser un “balneario” cuando cada diputado -con la que cae, con
una Europa que se rompe por las cuatro esquinas-, sigue cobrando siete mil
euros al mes, sin contar gastos.
¿Qué
podemos hacer desde Canarias mientras un imperialismo se desmorona y se
conforma una nueva coyuntura cuyo fin desconocemos? Primero, los canarios de
buena voluntad, que de verdad quieran esta tierra, se unan. Segundo, un
esfuerzo de reivindicación de nuestra identidad, siempre de manera pacífica,
dentro de la ley, con los instrumentos que nos da la ley y sobre todo la
libertad de expresión. Un esfuerzo político que suene en distintos foros
nacionales y extranjeros. La solicitud de unas políticas específicas para
Canarias. Todo ello debe tender al bien común de los canarios. De ninguna
manera podemos quedarnos sentados en espera a que nos resuelvan los problemas.
Pero hay que insistir en la unidad de los canarios de buena voluntad que tienen
un sentir común.
Algunos
pueblos empiezan a alzar su voz en contra del yugo del colonialismo pos
moderno, como se ha visto en el resultado político de Grecia, pero en ningún
caso la violencia es una justificación. El fin no justifica los medios. Hay que
luchar con la palabra no con las armas.
La
primera reivindicación es una real e inequívoca libertad de expresión y de
conciencia. Y a partir de ahí, expresar nuestra opinión con coherencia y
contundencia, para poder tener credibilidad en los diferentes foros.
*Periodista.
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