PIE DE RUMBAS, de Roberto Cabrera
Como una singular propuesta poética en la está muy presente la vinculación de la palabra con la música puede entenderse Pie de rumbas, de Roberto Cabrera, un libro que, desde la poesía, reclama un universo particular. Nacido en Santa Cruz de Tenerife en 1954, fundador de revistas como “El Buey de las estrellas” o “Teresa en el balnerario”, Roberto Cabrera es poeta y narrador. Además de su actividad literaria ha venido desarrollando una larga carrera artística como músico de rock, jazz y música popular, concretada actualmente al frente del grupo Gato Gótico. Como poeta es autor de Desangre libelular y como narrador de las novelas Ídolos de bruma, La nube especular o Los lunares del césped, entre otros títulos a los que se suman tres volúmenes de relatos.
Publicado por El Vigía Editora, en su Colección Zafir, Pie de rumbas, de Roberto Cabrera se divide en seis apartados, cada uno de ellos con una propia coherencia estructural, y en donde nos hallamos frente a un lenguaje heredero de la autonomía creadora surrealista. Los poemas de Roberto Cabrera establecen un mundo propio que se cumple en sus propias imágenes y en la desbordada libertad asociativa que encierran sus metáforas, próximas a un irracionalismo lleno de resonancias simbólicas. Incorporando elementos de la cotidianeidad y de la tradición y la geografía insular canaria, junto a alusiones de la más radical modernidad, en Pie de rumbas cobra vida un imaginario poético sorprendente en el que abundan las referencias musicales. Este aspecto queda mucho más explícito en las dos últimas partes del libro, “Habana rapera” y “El cielo buhonero y el puerto”. Se trata de dos series de poemas con sentido unitario estrechamente vinculadas al ámbito de la música, sus ritmos y cadencias. La aparición de Pie de rumbas, de Roberto Cabrera, coincide con la reedición de su primera novela por la editorial Benchomo, Ídolos de bruma, aparecida originalmente en 1979. Ambos libros nos permiten acercarnos a una escritura de difícil adscripción, alejada de los cauces sabidos del realismo tradicional.
SABAS MARTÍN RADIO 5 TODO NOTICIAS
NOTAS
A “PIE DE RUMBAS”
La escritura es un
viaje premeditado. El viaje sanguíneo de una literatura mestiza a otro
mestizaje. La poesía, además, es respiración y, como tal, ritmo. Con un ritmo
académico-versificador la respiración parecería artificial, pero ésta termina
rompiendo los límites y surge el poeta individual que aspira inspira la
atmósfera de su entorno.
Santa Cruz (¿más una
que otra?) tiene raíces en La Habana y viceversa. Los ritmos cubanos llenan Las
Ramblas, La Isleta o la Avenida Marítima (el Malecón de Canarias, según dicen).
Armas Marcelo afirma que Canarias y Cuba están unidas por la cultura del
tabaco, pero hay algo más allá de tal asidero materialista: una cosmovisión.
Nuestras maneras de ser periféricos hacen que nos veamos como seres reales y
volvamos nuestros oídos a un singular coloquialismo que convulsiona la lengua
española y la hace renacer de sus cenizas.
También nos uno el
elemento africano y toda esa oleada de pueblos que han cruzados nuestras
orillas y han dejado su huella en nuestra forma de mirar las cosas.
El jazz – afirmo yo –
es un grito existencial, un grito de Munich, una agonía del ser ante el espejo
en añicos que se hace ritmo. El hip-hop es la queja argumentada del minotauro
moderno ante la opresión del hombre. Los ritmos cubanos, la alegría de vivir en
una naturaleza pletórica, una realidad que desborda hasta el punto de la
opresión. El folklore canario es un retazo que las anti-Ariadnas de la Sección
Femenina (entre otros próceres) hilaron a todo trapo para que el pueblo
perdiera en las ruinas del pasado sus señas de identidad (pan y fútbol = pan y
folklore). Algo salió de ese marasmo, sin embargo, y se quedó enquistado en la
conciencia colectiva de ser de aquí (¿reminiscencias norteafricanas, líbico-
guanches…?). Todo es uno, todos los ritmos y sus historias son un mismo
aliento.
En poesía, el panorama
fue mucho más desalentador. Del sonetazo a la cuarteta (los suspirillos
garcilasistas): el epigonismo de los epígonos peninsulares políticamente
correctos…hasta que dijimos basta, abofeteamos a nuestros propios próceres y
fuimos creciendo con nuestros propios pasos, con nuestro mestizaje al amparo de
los cafetines de París-Londres-Dublín, de los barrios marginales de Harlem y el
Bronx y con la voz de los hermosos irredentos condenados a la hoguera por la
inquisición franquista: esa auténtica España del exilio interior y exterior.
Así encontramos nuestros propios homúnculos. El Toscal y el Malecón de La
Habana, Ulises en las librerías de viejo de Vegueta, The Wasted Land en los
eriales de nuestros sures…y el conjuro sigue aventando los muertos de donde la
hierba no crece.
Roberto Cabrera en su
doble identidad de músico y escritor (rapsoda) ha vivido toda esta historia. La
respira y nos lanza su bomba de relojería como activista del lenguaje que es;
nos moja con su pie de lluvia del lenguaje para todos quedemos borrachos de
sentido con el ron de caña de La Habana, del Valle, de Arehucas…porque el
sinsentido viene con la resaca: la de las olas sobre el malecón, la del
espíritu sobre su vacío de ser.
En cierta ocasión,
Roberto me comentó que nunca aprendió la métrica al uso ¿Cómo es posible si
hasta hace parodia de ella desde el mismo intimismo y sensualidad que lo
caracterizan? Esa métrica chocaría con su ritmo porque es la voz de la calle
que él asimila pero no de forma espontánea sino muy premeditada. Octavio Paz
diría que evoca el fantasma sonoro de la oralidad; por eso la puntuación y el
metro se desbordan. De esta manera, el ritmo parodiado junto al ritmo vital se
traducen muchas veces en una parodia de esa realidad mestiza antes mencionada,
hasta el punto de su transformación en otro suerte de mestizaje más real si se
quiere. Por eso el poemario culmina con un chaparrón musical, con un pie de
rumbas que asimila el jazz, el son, el rap y la poesía. Así la propuesta de la
1ª sección del libro se materializa, eclosiona su lenguaje, su respiración.
Poco digo de los
signos que se siembran a lo largo de la obra, como semillas de otros signos
conductores: desde el arúspice, el bereber transeúnte extranjero de la city
contemporánea hasta el propio grupo Gato Gótico que dice y toca y canta en el
poema.
Esas tres Gracias
botticelianas de “Las Manos y los Ojos”, ese rapsoda con su ojo avizor y todo
el entresijo de voces que están en la misma tierna herida (en la misma alegría
del lenguaje que duele y libera), hacen que la poesía llegue a sus más altas
cotas de expresión y entre con pie de rumbas en el sonido del saxofón de Olga y
en el soliloquio existencial suinero de Mariano Luis que es un Pan en la
esquina de su Arcadia vital. @Antonio Arroyo Silva
Dos poemas de "Las manos y los ojos"
de PIE DE RUMBAS
Somos las manos y los ojos
Que pasan entre oros sobre otro caudal
De ondulantes espacios.
Somos un río interminable de miradas
Y gestos y manos
Que reposan cruzadas, o alzadas
Y extendidas también se volvían
Onomatopeyas y aguamarinas.
Somos las manos del lenguaje
Y otras manos arremolinadas
En dedos expresionistas
Clavados a visiones de extramuros.
................
Para decir adiós
La luz verde y prístina de unos ojos
Mi cuello de botella vibrando
En la tarde las garzas se posan
Y desde las dunas, huellas
La choza ya está cerca
Se enrosca en mil arcanos y audacias y audacias
Los nervios se afilan
Y otra musculatura se desliza a otra isla
Una isla transfigurada e idéntica
Al ancho mundo
Que ya no se desea ni es permanencia
Mundo partido en metáforas
Sólo acercándonos la tez más tierna y cálida.
@ Roberto Cabrera
Pie de Rumbas, El Vigía editora, colección Zafir nº 3.
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