jueves, 26 de abril de 2012

"Mario Benedetti en clave de dolor" por Eduardo Sanguinetti


"Mario Benedetti en clave de dolor"
Escrito por: Por Eduardo Sanguinetti - Filósofo y Poeta rioplatense

Mario Benedetti “el Poeta” aventador de rutinas, prejuicios y miopías en planos pensamiento ha muerto, la muerte de un poeta duele y mucho, para quienes esperamos un Tiempo de Poesía se instale en nuestro mundo. En este editorial recordaré a Benedetti parafraseando su obra, creo que será el mejor homenaje para quien guardó fidelidad para sí y sus principios, para quién sufrió el exilio y la cárcel… y sin embargo jamás dejó de “ser” él, todo un poeta, jamás negociable.

Me referiré a “El acabose” que parte de una primera persona: “Traje los pies desnudos para entrar en el siglo” refiriéndose al tan mentado nuevo milenio y, finalmente, va incorporando un nosotros virtual en el que dice: “Vamos a no estrenarla con quimeras exangües/ Sino con el dolor de la alegría”. Se refiere a estrenar “esa comarca en clave” que será el nuevo siglo. En otras palabras, Benedetti nos pide que abandonemos la utopía inherente al ideologema de América concebido desde los mal llamados descubrimientos del siglo XV y la neocolonia del siglo XX (tal vez con su última versión de la globalización económica que no es otra cosa que una americanización). Estas dos “quimeras exangües” han agotado sus ejes y no representan soluciones viables para nuestra contemporaneidad. Ese enigma del “dolor de la alegría” que se repite a lo largo del poema se aclara en los versos que le siguen:



La realidad se aviene a su acabose

En cambio la memoria se espabila y se ordena

La frontera está ahí/ pródiga en ceros

Con hambre sed condenas acechanzas

Y nacimientos ávidos/ rompientes/

Después de todo creemos en tan pocos milagros

Que no vale la pena enumerarlos.



Nos encontramos en el territorio del quiebre de las utopías heredadas o del desencanto a lo largo de cinco siglos. Benedetti nos increpa en la cresta de la ola del 1999 que ante el derrumbe de la realidad que se aviene a su acabose, o el final de juego cortazariano, nos queda siempre la memoria y la frontera que siguen ahí espabilándose y ordenándose para que aquellas “estirpes condenadas a cien años de soledad” tengan “por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”, como pedía el Gabo en su discurso de recepción del Premio Nobel 1982. Porque según Benedetti continuarán el hambre, la sed, las condenas y sobre todo las acechanzas. En el recurso de la literatura neorrealista de fin de siglo, Benedetti parecería apartarse de las fórmulas que permearon la narrativa de poesía, por otro lado, por lo estrictamente político que siempre ha permeado su escritura. No se trata de ser necesariamente pesimista sino profundamente realista ante el hecho innegable del anonimato de nuestro continente mestizo (como diría el mismo Benedetti en uno de sus libros de ensayos). Nuestras identidades, aún en las puertas del nuevo milenio, siguen siendo las del anonimato de nuestra identidad cultural. Y el siglo se nos hace “carnal” o manifestación de un cuerpo que al inicio del poema traía los pies desnudos y abandonados a su destino transhumante de emigrados buscando un lugar donde amontonar el legado o la herencia de preguntas y perplejidades. “El acabose” nos propone una solución dinámica al fenómeno de la intercorporealidad como un vértigo de indecisos. Dicho de otro modo: se acepta la condición irresuelta del nuevo milenio y se espera que continúe como hasta ahora habiendo aprendido lecciones del pasado cifradas en la memoria:



En el buzón de tiempo las palabras

Se fraccionan en sílabas y llantos

Otras se juntan como peces

Que huyeron de su orilla

Y alguna más se reconoce

En las navajas del silencio

Tengo los pies desnudos para entrar en el siglo

Y el corazón desnudo y la suerte sin alas

Vamos a no estrenarlo con quimeras exangües

Sino con el dolor de la alegría.



En otras palabras, aceptemos la convención del tiempo donde se divide la literatura misma en sílabas y llantos, como peces o navajas del silencio. Y, finalmente, la desnudez de los pies evoca la imagen del abandono a lo que pase, aceptándolo. Entrando en el nuevo siglo sin aspavientos inútiles del Y2K (o ¿y tú qué?), desprovistos de ideas agotadas y preconcebidas sino con el enigma del dolor de la alegría o un continuum de lo ya aprendido (aquel “aire envejecido al que estábamos acostumbrados” del inicio del poema). Parecerían recontextualizarse aquí aquellas líneas famosas en los años noventa, de la canción en ritmo de salsa del músico panameño Rubén Blades, “Simón, el gran varón”: “si del cielo te caen limones, aprende a hacer limonada”. Benedetti, va rastreando la consecución de unas identidades múltiples que le permitan al hablante lírico entrar en la comarca en clave del nuevo siglo totalmente dispuesto al acabose que contiene en sí mismo un reinicio donde tal vez nos falte ese “aire envejecido al que estábamos tan acostumbrados”.

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