CHANTAJE DE LA CORONA 18 marzo 1981.
Por Victor Ramirez
Me imagino que a
pocos dejarían indiferentes los sucesos y versiones y actitudes acaecidos antes
del golpe militar, durante el golpe militar y tras el golpe militar del 23F.
Digo bien: golpe militar, y no intentona de golpe o golpe frustrado.
Por supuesto, parto de la base de
que Corona no se reduce a rey, reina, hijos y demás familia, al igual que
caudillazgo no se había limitado a Caudillo en exclusiva. Ambas nominaciones, a
poco análisis que se haga, resultan las simples tapaderas de esas bien
hilvanadas clases, pocas y a su vez subyugadas, que dominan este parece que
maldecido país.
Uno tiene la desanimadora fortuna de
pensar, elucubrar, leer y dejar luego, ahíto, de leer, mirar y cerrar los ojos,
de abrir los labios para hablar y cerrarlos para guardar, una vez más,
silencio.
Uno tiene la desanimadora fortuna de
no tener que simular su odio a la vida y a la libertad en mal llamado amor a
patria, bandera o determinada actitud política de sojuzgamiento.
Uno se reduce, con el alma desnuda y
sin callos y desarmada, a intentar respetar al hombre y lo humano, a intentar
que cuantos nos rodean sean menos infelices, más menos humillados en sus
ignorancias y cobardías obligadas.
Pobre de mí, uno todavía mantiene la
fe en la palabra. El inocente, totalmente indefenso, la emplea sin otro fin que
el obligado derecho a emplearla por dignidad, por deseos de sentirse todavía
humano, apenas humano, y ansioso, a su pesar, de una libertad seria, sin
sucedáneo, sin (seguían renglones tachados, cinco, totalmente ilegibles)
La hipocresía,
sabemos, carece de límites, de fondo. Y uno asistía dolido a la mascarada del
reforzamiento de un sistema mediante el chantaje más burdo y por consiguiente
más coherente: el acogotamiento pleno de un pueblo ya acogotado con el
sanguinario fantasma de un golpe militar, cuyas secuelas todos imaginamos, con
cuyas secuelas tanto se esfuerzan en amedrentarnos ya amedrentados.
Ahora Corona es mejor porque, si no
fuera por ella, se suelta a la bestia que mata o esclaviza más aún. Ahora
todos, si no pecamos de ingratos, habremos de ser o monárquicos o esclavos de
más sanguinarios salvadores de patrias. Y sin término medio.
Incluso creídas mentes preclaras de
la izquierda desdentada vuelven a letanizar que el dilema es democracia o
dictadura, entendiendo por democracia a Corona manteniendo a raya al golpista
fiero pero vivo y bien cobrado y vivido.
Basta con recapacitar apenitas sobre
lo acontecido, basta con pensar y repensar quedito lo observado, oído, entreleído
y supuesto e imaginado.
Basta con eso y preguntar quiénes
ganaron o continuaron ganando con esa tragicomedia bufa en la cual se nos
volvió a recordar de qué lado están los matadores engallados y de cuál los
indefensos defensores de la vida y del hombre a secas y sin engallamientos,
atónitos, ven
(seguían
renglones, tres, muy bien tachados, totalmente ilegibles).
Si esto no está
claro, es porque quedamos inexorablemente ciegos o nos han obligado nuestras
ignorancias y cobardías a enceguecer. Si esto no está claro, malditamente
claro, es que, sin remedio, aceptaremos una vez más el sacrificio de admitir la
dominación inapelable como dogma de vida en muerte moral.
No, juro que uno no quiere provocar,
que uno está acobardado hasta lo increíble, que uno ya perdió el orgullo, que
uno se quedó sin esa patria en que creía cuando pensaba que la libertad y la
honradez podían verse alguna vez juntas.
Ya uno es puro miedo cercado de agua
y desesperanza por todas partes, y ahora más, mucho más, sin remedio.
¡Y cuán poco favor le hacen a ese
rey al que tanto dicen obediencia, lealtad o cosas de ésas, aquellos que, como
el alcalde de esta ciudad, se llenan la boca diciendo que "si no es por el
rey" muchos de "nosotros" no la contaríamos!, ¡y cuán poco favor
le hacen al reducirlo poco menos que a domador o guardián o sobornador de la
bestia carnicera que muchos ven en el ej
(seguían
renglones tachados, cuatro y medio, muy bien tachados, totalmente ilegibles y
un dibujo infantil de barco pirata).
Como lo que pueda yo
pensar sobre la utilización de solicitar el premio Nobel, por ejemplo, para el
rey -vayan ustedes a saber, que lo sabemos, con qué intenciones. Pues esos que
lo solicitan, que yo sepa, no han dicho qué guerra había, quiénes contendían,
dónde estaban las armas y cómo se trajo la paz el aspirante. Ni han dicho qué
guerra, si no la había, iba a haber, quiénes contenderían, en qué proporción se
repartían las armas y cómo y cuándo el aspirante la evitó.
Por supuesto que hace tiempo eso de
los premios y los premiados me importan menos que nada, un carajo. Lo que sí me
importa, mala suerte la mía, son el cinismo enchaquetado o engalonado y el
servilismo cortesano y la hipocresía envalentonada e impune de esos que basan
su respetabilidad en buscar cobarde y sacramentado amparo tras el poder actual
mediante adulamientos que incluso imponen a la plebe, a la masa, a los
nosotros; de esos que aún intentan hacernos creer que se cerró, tajante y
justicieramente, la época de la dictadura con esto que ahora nos viven.
Los que tenían el poder no sólo lo
conservan sino que lo han incrementado. Tanto lo han incrementado que incluso
lo delegan en juguetones ¿demócratas? de derecha e ¿izquierda?
(seguían
dos renglones y medio tachados y, al margen, con letra mayúscula y distraída "MIERDA
DORADA").
Esto me lleva a recordar un pasaje
de "Fortunata y Jacinta"
en el que una altaburguesa, refiriéndose a la restauración de Alfonso el Doce,
dice:
"porque le hemos traído con esa condición: que favorezca la
beneficencia y la religión".
O lo que, por el estilo y en la
misma novela, dijo el altoburgués Baldomero Santa Cruz: "¿Qué me dices del rey que hemos traído?
Ahora sí que vamos a estar en grande".
Los comentarios sobran. La verdad
-cierto- se esconde, pero existe.
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