LA CONQUISTA VIOLETA
DE TENERIFE
MARÍA JOSÉ BELDA
Vivimos en un mundo globalizado en el que
los bienes materiales no conocen fronteras, pero, tristemente, no podemos decir
lo mismo de los “derechos fundamentales”.
A escala insular, esta ausencia de derechos
se traduce en la desigualdad social que padecen determinados grupos de
personas, normalmente vulnerables, como es el caso de la población infantil,
que en Canarias registra unos niveles de pobreza que superan, con mucho, los
valores registrados para el conjunto del Estado según datos de Unicef (https://www.unicef.es/noticia/canarias-la-cabeza-de-la-desigualdad-infantil-en-espana).
Aunque es cierto que para medir la desigualdad no solo podemos hablar de la
desigual distribución de la riqueza. Atendiendo a factores como la educación,
la violencia familiar o el acceso a la salud,
la sociedad tinerfeña continúa batiendo récords sociodemográficos extensibles
ya no solo a las personas desempleadas, sino también a quienes a pesar de tener un empleo, padecen
de tal modo la precariedad que también están en riesgo de verse condenados a la
exclusión social. Ello explica que este grupo poblacional, antes relativamente
a salvo de los efectos de la crisis, se haya visto obligado a solicitar ayudas
para el alquiler, para la alimentación e incluso para el transporte.
Estas son las condiciones de vida a las
que está sometida la mayoría social canaria, cada vez más alejada de los
niveles de bienestar de los que sí disfrutan los que tienen la obligación de
hacer frente a esta situación dramática, puesto que han sido elegidos como
representantes electos con esa finalidad. Por surrealista que parezca, quienes
nos gobiernan parecen haberse propuesto una meta macabra: hacer crecer sus
emolumentos cuanto más fracasan sus políticas para reducir la desigualdad
social.
Tenerife se merece otra política, una que
parta de la mirada honesta de quienes representan a sus habitantes, con el
compromiso de acabar con la corrupción y con la doble moral que plasma sobre el
papel objetivos que nunca llegan a materializarse. Las personas y el medio
natural en que estas desarrollan su vida tienen que ser la prioridad de quienes
toman las decisiones, por encima de los intereses personales y de los egos de
algunos. Si así fuera, el Cabildo tinerfeño no sería lo que es hoy en día: un
club social patriarcal, donde las políticas están basadas en conceptos del
siglo XX en que prima el género masculino en primera persona.
Hace falta profundizar en las realidades
socioeconómicas de la isla en vez de reflexionar tanto en torno a las
cuestiones banales que reproducen las conductas machistas. La institución debe
de trabajar de forma horizontal y al servicio de la ciudadanía. Es la única
manera para que el Cabildo funcione eficazmente y el presupuesto de 844
millones de euros por años con el que este cuenta, repercuta realmente en la
vida de las personas que habitan en Tenerife.
Con todo ese dinero se
podrían hacer muchas cosas, para empezar, llegar a los rincones de la Isla
donde lo social, lo ambiental y la cultural aún suponen una brecha por su
inaccesibilidad, sobre todo desde un punto de vista de género. Y qué decir de
la recuperación del mundo rural y el aumento de la soberanía alimentaria y la
convivencia, las políticas de empleo y auto emprendimiento o el gasto
socio-sanitario, ámbitos todos que piden a gritos que se incorpore la variable
feminista para que su incidencia sea realmente efectiva.
La clave principal para sacar adelante un
proyecto político que genere cambios tangibles por la ciudadanía, que fomenten
la participación social y también la sostenibilidad dependen de ello. Las
políticas neoliberales de hoy en día responsabilizan a la mayoría de la
población de problemas estructurales de los que no son, bajo ningún concepto,
culpables, pero estos no van a solucionarse si las instituciones públicas no
llevan a cabo las medidas políticas y socioeconómicas apropiadas. Por todo
ello, el Cabildo es una institución clave para despatriarcalizar la política en
nuestra Isla si lo que ansiamos, de verdad, es un cambio real, la conquista
violeta de Tenerife.
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