EL VOTO ÚTIL
LIDIA FALCÓN
Es sobradamente
conocida la petición de utilizar “el voto útil” que repite machaconamente el
PSOE en todas las campañas electorales, explicando que si no se le vota los
sufragios que se echen en la urna a favor de otras formaciones políticas se
perderán, según lo mandado por la Ley electoral, que tanto ese partido como el
PP redactaron y aprobaron en beneficio propio. Este chantaje se dirige a la
ciudadanía que tenga la tentación de votar a partidos de izquierda para darles
más poder con el propósito de que influyan determinantemente en la actuación
del Partido Socialista.
Este partido sabe
que una vez organizada la estructura política, económica y social de España
después de la Transición es imposible que se cumpla la terrible amenaza de que el comunismo se
enseñoree de nuestro país, como al parecer temían la CIA, el Departamento de
Estado de EEUU y el Mercado Común a la muerte de Franco.
Pero aun así, el
peso ideológico y organizativo que tuvo el Partido Comunista siempre ha
basculado en contra del PSOE, sobre todo cuando sus votantes comenzaron a
aprender que lo de socialista era únicamente un atributo teórico que no se
correspondía con las medidas adoptadas en su acción de gobierno. De tal modo el
mantra del “voto útil” se repite continuamente para desanimar a aquella
ciudadanía que pretenda revertir la deriva liberal capitalista del PSOE y
lograr unos gobiernos que quieran proceder a un reparto de la riqueza más
justo.
Hora es de analizar
qué significa esa frase sacramental del “voto útil”. La primera pregunta que
hay que hacerse es ¿El voto útil, para quién? Después de 40 años de democracia
formal y de 23 de gobiernos del PSOE podemos asegurar que el voto ha sido útil
para las grandes fortunas, la aristocracia latifundista, las corporaciones
multinacionales, la banca, las grandes sociedades financieras, y poco para la
mayoría de las clases trabajadoras y de las mujeres, cuya situación en la
sociedad sigue siendo de víctimas de la violencia y marginación laboral y profesional.
Que la primera reforma laboral que eliminó derechos y ventajas a los
trabajadores, con la institución de las ETT, las empresas de trabajo temporal,
verdaderos explotadores de los empleados, la aprobó el PSOE, así como después
la modificación del artículo 135 de la Constitución, para que los gobiernos
pagaran antes a los bancos que las necesidades sociales.
Los que se sientan
tentados a usar ese “voto útil” a favor del PSOE deberían recordar que el
primer gobierno de Felipe González aprobó el Estatuto de los Trabajadores, que
rebajaba sensiblemente la protección de los trabajadores por cuenta ajena, en
comparación con la que tenían bajo la dictadura; que el segundo gobierno
desmanteló el tejido industrial y nos situó en el Mercado Común como un lacayo
a las órdenes de Alemania, y que el tercer gobierno privatizó grandes empresas
públicas.
Muchos de sus
votantes deberían comprender que su voto fue muy útil para desmontar la
industria metalúrgica en Sagunto y el País Vasco, la minería en Asturias, los
astilleros en El Ferrol y en Cádiz, la ganadería de altura en el Norte y
diferentes cultivos en el sur. Que el voto útil nos situó en la cola de Europa
en productividad, especializándonos en el turismo, mientras mantiene a España
en el ranking de paro más alto después de Grecia.
Que ese voto útil
ha servido para financiar a una Iglesia Católica en plena decadencia, que se ha
apropiado fraudulentamente de nuestro enorme patrimonio artístico religioso y
que retiene una parte de la enseñanza y sigue influyendo en la moral social.
Que votar al PSOE
para que no avance la derecha no ha servido para devolvernos la República, cuya
aceptación es mayoritaria en la sociedad española, pero que los poderes
fácticos y políticos e internacionales no permiten que se proclame. Porque
saben que la monarquía es la mejor garantía de que todo seguirá igual, el
imperio del Capital y del Patriarcado, con el refrendo del “voto útil”.
La ciudadanía
debería recordar que su “voto útil” sirvió para que nos metieran en la OTAN y
nos hicieran cómplices de los crímenes que comete diariamente esa organización,
mientras pagamos unos gastos astronómicos para que haga maniobras militares de
un despilfarro inaceptable y mantener varias guerras que destrozan países,
llenan el continente europeo de refugiados que huyen de ellas y ahogan en el
Mediterráneo a miles de los que huyen. Y
está permitiendo que se fabriquen misiles “inteligentes” en Cádiz y se vendan a
Arabia Saudí para bombardear Yemen. Con la consecuencia, que fingen que no es
deseada, de haber logrado el renacimiento del fascismo en EEUU y en Europa.
Los electores
deberían saber que “votar útilmente” al PSOE le ha permitido ser el mayor
benefactor de las empresas del Ibex35. El gobierno socialista creó la escuela
concertada, a la que se derivan fondos públicos, en demérito de la
verdaderamente pública, y privatizó los servicios sanitarios, que pagamos todos
los contribuyentes. Florentino Pérez, nuestro empresario monopolista, ha
convertido en negocio la atención a los ancianos y a los niños, con
organizaciones regidas por aficionados incompetentes, que maltratan a unos y a
otros, e incluso cometen acciones delictivas. Con nuestro dinero.
Cuando los votantes
opten en las próximas elecciones por el “voto útil”, no pierdan de vista que en
Andalucía donde ha gobernado el PSOE 37 años, se mantiene el paro más alto de
España, y Extremadura y Castilla la Mancha, feudos del “voto útil”, siguen
siendo las regiones más deprimidas del país.
Y cuando las
mujeres tengan que decidir su voto que analicen por qué la violencia machista
crece, en sus diversas variantes: feminicidios, violaciones, acoso sexual,
maltrato; cómo las diferencias salariales y profesionales siguen siendo las
mismas que hace décadas y las leyes cada vez establecen cláusulas más
perniciosas para ellas y sus hijos, como la que ahora impone la custodia
compartida, que obliga a las madres a entregarlos a padres maltratadores y
abusadores sexuales, mientras la prostitución y la pornografía aumentan sin
freno y se alquilan los úteros de las mujeres pobres como si fueran máquinas
que fabrican mercancías, después de haber gobernado el PSOE durante casi un
cuarto de siglo.
Por supuesto,
cuando los trabajadores y las mujeres reflexionen sobre ese voto inútil para
sus necesidades y demandas que no piensen que les será más útil votar a la
derecha, ahora en sus tres acepciones, como hacen ritualmente cuando se sienten
defraudados por el gobierno que creyeron socialista.
La consigna a
difundir no debe ser la del “voto útil” sino la del “voto inteligente”. El voto
es una parte fundamental del poco poder que se le concede a la ciudadanía de a
pie, y hay que saber administrarlo. No se puede votar con la nariz tapada como
también se repite en una frase muy desafortunada. Han costado muchos sufrimientos
y dos siglos de lucha lograr que tanto los trabajadores como las mujeres
conquistaran el derecho al sufragio y deben utilizarlo con la mayor
inteligencia, no como si estuviese podrido y hubiera que tirarlo a la basura.
Resulta muy decepcionante comprobar que muchos campesinos y obreros votan
formaciones de derecha y que muchas mujeres optan por partidos antifeministas e
incluso misóginos.
Hemos de hacer una
campaña continua entre la ciudadanía para explicarle que el voto ha de ser
inteligente, que las mujeres y los hombres han de votar a quienes les
garanticen la defensa del feminismo radical, a quienes tengan constancia de que
llevarán al gobierno un programa de transformaciones sociales y económicas que
redistribuyan la riqueza con equidad.
Y para eso el voto
útil al PSOE no sirve. Hay que utilizar el voto inteligente para votar a una
izquierda verdadera, no por supuesto a montajes populistas, nacidos en un día,
sin programa ni objetivo, como los de Manola Carmena y Errejón que se han hecho
famosos por sus magdalenas y sus besos. Hay que darle el poder a la izquierda
feminista para que pueda llevar a cabo las reformas que llevamos dos siglos
reclamando. Hay que examinar con detenimiento aquellas listas de candidatas y
candidatos que en todas las ciudades y comunidades tienen un programa de
verdadera transformación económica y feminista, sin dejarse engañar por
planteamientos de falso progreso, como el que defiende la legalización de la
prostitución.
Ni voto útil ni
voto inútil, voto inteligente.
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