TRUMP CONTRA LOS CHINOS
DAVID TORRES
Hay algo
verdaderamente anómalo en el hecho de que Donald Trump haya declarado la guerra
comercial a China cuando, a simple vista, lo primero que le viene uno a la
cabeza al pensar en Donald Trump es en un presidente comprado en los chinos.
Hay estanterías donde Trump podría estar colocado entre el gato de la suerte y
las bombillas de colores, en la sección de rebajas además, y sin rebuscar
mucho. La teoría de que las últimas elecciones presidenciales en Estados Unidos
fueron torpedeadas por los servicios secretos rusos se cae por su peso cuando
uno percibe el sospechoso aire de familia que hay entre Trump, una bolsa con
cien kilos de naranjas y el mocho de una fregona. A los chinos apenas les habría
costado introducirlo en el país pieza a pieza, entre sacos de panochas y
juguetes estropeados.
Con todo, lo
sorprendente es que Donald Trump sea un presidente de verdad, a pesar del aura
de falsificación que destila desde la última hebra del bisoñé hasta las suelas
de los zapatos. Cuesta creer que su llegada a la Casa Blanca estuviera
profetizada en un episodio de Los Simpson en lugar de venir cifrada en
setecientas cuartetas de Nostradamus. Dicen que el adivino francés le dedicó un
par de ellas, pero parece poca cosa si uno piensa que este señor tan bien
peinado tiene al alcance de su mano el botón rojo.
Las distancias
entre ficción y realidad se difuminan al pensar que Kevin Spacey -presidente en
una teleserie- fue defenestrado bajo la acusación de abusos sexuales, mientras
que Donald Trump -candidato oficial republicano- recibió un espaldarazo en las
urnas después de decir que las mujeres son objetos estéticamente agradables y
que, cuando eres una estrella, te dejan agarrarlas del coño. La diferencia entre
Trump y Kim Jong-un, Mobutu o cualquier dictador de ésos que parece un
supervillano de tebeo es que a Trump lo han elegido los estadounidenses, lo
cual, bien mirado, no se sabe si será peor todavía.
Hablando de ficción
y realidad, lo que llama la atención en el bloqueo impuesto por Google a la
compañía china Huawei es que el liberalismo y el libre comercio es una fantasía
que se evapora a la primera de cambio. No existe más libre comercio que el de
los chinos, con sus horarios a la carta, sus precios irrisorios, sus productos
manufacturados por esclavos y sus menores de edad trabajando a tiempo completo.
Ya puede andarse con cuidado Trump o China le va a meter un embargo de pelucas
que va a tener que ponerse a despellejar mofetas para cubrirse el occipital.
En el comienzo de
Los energéticos, una comedia española hoy lamentablemente olvidada, hay una
escena que profetiza la guerra comercial entre Estados Unidos y China, cuando
dos paletos en mitad de un páramo, últimos vástagos de los Mondongos y los Bellotos
respectivamente, la emprenden a tiros de escopeta para aclarar de una vez por
todas a cuál de las dos familias pertenece un pozo. Hablan un castellano tan
cerrado que necesitan subtítulos, aunque para el caso podrían estar hablando en
chino.
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