MADRID CON MÁS SALSA QUE NUNCA
GERARDO TECÉ
Los que somos
periféricos sabemos lo pesado que es que cuando llueve en Madrid la noticia sea
que llueve en España. Pero, si hablamos del 26M, por muchos municipios y
autonomías que haya en disputa, hay que empezar por la capital. No por
capitalidad, ni mucho menos, sino porque las elecciones a la Comunidad de
Madrid tienen más salsa que cualquier menú mexicano. Cuando en la cuna del
Tamayazo las encuestas auguran un empate técnico que podría propiciar un cambio
de color, es imposible resistirse a seguir la historia de cerca.
El Grupo PRISA
organizaba el que iba a ser el único debate con los seis cabezas de cartel
sobre un mismo escenario. Ángel Gabilondo por el PSOE, Isabel Díaz Ayuso por el
PP, Íñigo Errejón por Más Madrid, Isabel Serra por Unidas Podemos, Ignacio
Aguado por Ciudadanos y Rocío Monasterio por Vox. La primera gran decepción, la
ausencia de Díaz Ayuso. Los fans de la autora de tesis políticas del tipo “en
Madrid se echan de menos los atascos” esperábamos ver a Díaz Ayuso improvisar
ideas en directo y sin guión frente a sus rivales, como si se tratase del
último suspiro de Juego de Tronos. Hubiera sido histórico, pero no ha podido
ser. Díaz Ayuso ha argumentado que anoche ya fue a otro debate y que buff,
mucho jaleo me parece a mí ya esto.
Junto a la silla
vacía de Ayuso se las vieron los otros cinco. Tres de ellos con opciones de ser
el próximo presidente de la Comunidad de Madrid según las encuestas que auguran
una foto finish en el sprint final. PP, PSOE, Más Madrid y Ciudadanos andan a codazos
en un intervalo de menos de diez escaños de diferencia. Ángel Gabilondo empezó
el debate como buen profesor que es: pedagógico, tranquilo, intentando
enriquecer aquello, con buen tono. A medida que la lucha argumental le iba
obligando al duelo con los candidatos de Ciudadanos y Vox, el profesor parecía
languidecer, como languidecen los profesores que en mayo descubren que sus
alumnos llevan desde el principio de curso sin escucharles. El momento álgido
llegó cuando Gabilondo, como un maestro que aún tiene esperanzas por salvar al
de la última fila, le preguntó a Rocío Monasterio si ella consideraba que
organizaciones como Cáritas o Save the Children eran “chiringuitos”. Tras un
periodo de reflexión de aproximadamente medio segundo, la candidata de Vox recordó
que era la candidata de Vox y que ese cargo te permite responder lo que te
salga del nacionalcatolicismo. Si se hubiera bajado los pantalones meando sobre
el escenario, la cara de Gabilondo hubiese sido la misma que con la respuesta
que recibió. “Pues sí, también son chiringuitos”, respondió Rocío Monasterio.
Detrás de las gafas, los ojos del candidato del PSOE decían “baja por
depresión”.
El proceso del
candidato madrileño de Ciudadanos, Ignacio Aguado, por ser Albert Rivera, se
está completando con éxito. Ya está clonado al 80%. Le falta soltura a la hora
de sacar cartelería, pero la gesticulación, los tonos verbales, el manejo de la
comunicación con las manos y el estilo de debate pasivo agresivo los tiene
perfeccionados. Aguado se dirigía a Gabilondo exactamente como Rivera lo hacía
con Pedro Sánchez en los debates de las Elecciones Generales. La idea de abrir
franquicias de Rivera en cada uno de los candidatos naranja sería un éxito de
no ser porque ver a Aguado enfrentarse de esa forma tan impulsiva y ultra
excitada a Gabilondo resultaba chocante. Uno esperaba que, de un momento a
otro, hiciera un chascarrillo con el Falcon de Gabilondo o con sus tonteos con
la ETA. La inteligencia artificial acaba de nacer, no hay que perder la
esperanza. Pero, de momento, no funciona.
Si Aguado pretendía
hacer de Rivera en los debates, quien lo consiguió –si por conseguirlo nos
referimos a llamar mucho la atención– fue Rocío Monasterio. Suyos fueron la
mayoría de hits de la velada. Sin importar el porqué ni el contexto, se refirió
a Pablo Iglesias como “el marqués de Galapagar”. Para entender el gusto innato
de la ultraderecha por el espectáculo es obligatorio explicar que Rocío
Monasterio no es contraria a los chalets ni a los marquesados. De hecho, ella
es dueña de una mansión en Chamartín y esposa del hijo del Marqués de
Valtierra. En un bolo anterior, la candidata de Vox contó la anécdota de aquel
día que llevó a su hija al médico y en la sala de espera se encontró con
160.000 inmigrantes guardando turno. Claro, le dieron las tantas. En este
último bolo, Monasterio ha vuelto a tirar de infancia para denunciar que a los
españoles ya no les dejan contarles a sus hijos ni el cuento de Caperucita ni
el de la Bella Durmiente. Cuando ella sea alcaldesa eso cambiará. Como broche
del conjunto de medidas para los madrileños, la candidata de Vox ha propuesto
que los eurodiputados de Podemos vayan en bicicleta a Bruselas porque el avión
es contaminante. Ahí se vería la coherencia de los rojos. Si el Madrid que
madruga no apoya masivamente a esta mujer, es que España ha perdido la cabeza
empezando por la capital.
Isabel Serra y
Errejón se sentaron separados. Entre ellos, un Ignacio Aguado enriverizado
hacía de muro y entretenimiento frente a la tensión de ver un partido partido
en dos. Como en el pressing catch, se lanzaron poco y sin tocarse. Casi ni se
miraron. Tras la enésima barbaridad salida de la boca de la candidata de Vox,
Errejón agarró del brazo a Ignacio Aguado y le preguntó: ¿en serio estás
dispuesto a gobernar con ellos? El programa informático de Aguado le devolvió a
Errejón una respuesta del tipo “pues a vosotros os gusta Lenin”. Isabel Serra
casi se atraganta de la risa con eso de Errejón y Lenin en la misma frase.
Del debate salió la
confirmación oficial de lo que ya se sabía: las tres derechas y las tres
izquierdas irán en bloque para formar Gobierno en Madrid, de uno u otro signo.
El partido que nació del 15M para cambiarlo todo trae la incertidumbre de si
los escaños por la izquierda serán suficientes o no para que algo cambie. El
domingo sabremos si la división del Podemos madrileño en dos partidos será una
anécdota aritmética o un drama matemático.
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