lunes, 25 de junio de 2018

TORPES


TORPES
JM AIZPURUA

Me cansa la torpeza intelectual de algunos canarios que me intentan “convencer”. Yo tuve la suerte de romper las cadenas de la educación fascista-franquista y en los montes vascos, en sus refugios de montaña, ser adoctrinado por demócratas republicanos que pusieron en mi mente los valores de la libertad, la democracia y el civismo laico con el concepto de patria vasca en mi corazón. En ellos me mantuve toda mi vida y en ellos quiero morir.
Podemos dialogar, intercambiar ideas, pero será sobre un Estado, no sobre una Nación que no existe pues el tema de debate: es plurinacional. Castellanos, catalanes, vasco-navarros, gallegos y canarios, tienen su nacionalidad definida en este siglo XXI y ese Estado español que los agrupa debe reconocerlo cuanto antes y pasar a ocuparse de los problemas acuciantes de encontrar economía suficiente y digna para el conjunto de sus habitantes.

La castellanidad española ha absorbido el carácter nacional de otros territorios que como el andaluz tienen bases para ser nación, pero se encuentran acomodados en la castellanidad y se asientan en la regionalidad. Esa situación de regionalidad, cambiante en su concepto y potencialmente nacional, no debe dar ventajas ni inconveniencias, pues es meramente descriptiva de una realidad social territorial. Hoy, que todo se refiere al dios-dinero, es aquí donde unos listos se aprestan a reclamar mas dinero por ser nación y otros cayendo en el juego se reclaman nación solo el día del reparto. ¡Vaya tropa!
La nación en el siglo XXI ya no es tribal, étnica, es mestiza y cultural, sociológica, es un signo de identidad y pertenencia sentido en un territorio que encuentra en el pasado sus raíces y derechos; su razón de ser. Porque fueron somos, y si somos, serán. Pero su objetivo de milenio, para naciones con Estado propio o incluidas en otro ajeno, es la asociación con fines economicistas. El bienestar de sus ciudadanos depende de la solvencia de sus mercados y en sus vecinos debe encontrar la sinergia para prosperar.
En una familia cuando un hijo tiene una minusvalía, los recursos mayoritarios se destinan a su socorro y todos prestan su ayuda para paliar el mal. En esta “nación española” es lo contrario y el “que se jodan” es la norma de conducta ante la necesidad del vecino, lo que en si mismo desmonta el mito nacional del Estado español.
La realidad canaria está necesitada de un tránsito hacia la democracia y el bienestar europeísta.
En julio del 36, los caciques fascistas dieron un golpe de estado canario, aplicando la represión e impidiendo la defensa de civiles y militares a la legalidad. No hubo guerra civil, solo golpe. Pero en 1978 la situación se recondujo y de nuevo la democracia volvió a las islas cosa que algunos se niegan a reconocer y mantienen símbolos como el pajarraco de las Ramblas, para intentar desorientar a las generaciones del milenio sobre su actuación del pasado y el significado fascista, dictatorial y antieuropeo del franquismo.
La Transición consistió en una amnistía de responsabilidades y un camino nuevo por el Sistema democrático y europeísta. No es ese el camino que lleva Canarias. Le derecha canaria debe hacer su Transición y eliminar los rescoldos del fascismo de sus calles y mentes, para poder dotar a sus ciudadanos de una reconciliación real. Yo, que en su día volaba monumentos fascistas, no puedo pasar bajo el pajarraco sin sentirme engañado por mi abandono de la violencia, pero aún y así me ratifico en ello. Volándolo no avanzamos nada; son ellos los que deben retirarlo.
Esperamos un signo de decencia de estos antiguos fascistas y que eliminen sus símbolos callejeros, que en su intimidad pueden seguir admirando, pero en democracia no es posible seguir humillando en vía pública y predicar reconciliación.
Y también Canarias necesita de la comprensión peninsular. Su situación de infraestructuras y yacimientos de empleo es miserable, impropia de la UE, y no es por deficiencia insular si no por la falta tradicional de inversiones desde el pensamiento metropolitano. En Madrid les sobran las autopistas, pero nunca se acordaron de traer algunas mas a las islas. Y los mudos oficiales gritando ¡viva el plátano!
Uno decía ¡viva el vino! Otros ¡viva el plátano! Pero que pocos dicen ¡viva Canarias! con sentido de futuro.

   


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