lunes, 30 de abril de 2018

EL RECOVERO DE MI NIÑEZ Y JUVENTUD


EL RECOVERO DE MI NIÑEZ 
Y JUVENTUD
Rafael ZAMORA MÉNDEZ
Alguien dijo: “La tierra no da fruto, si el arado no la rompe”.
El gran poeta mejicano, MANUEL ACUÑA, fue un casi desconocido artista de las letras que escribiera una hermosa comedia, titulada, “EL PASADO”, que se estrenara  el  año 1.872, distinguiéndose literalmente por su mágico “NOCTURNO A ROSARIO” y su otra  gran obra, “ANTE UN CADÁVER” que... se dice, creara antes de suicidarse.
Ya ha pasado casi un  siglo de su lúgubre desaparición pero, como suele suceder con todos los grandes personajes que por la Historia han desfilado, nos queda la fecunda herencia  perpetua de sus desarrollados trabajos y, en la parcela de nuestros mejores recuerdos, flota la rica esencia de sus deliciosos versos, como aquel que decía:
CUANDO VOLVÍ A MI CASA,
DE TANTA DICHA, LOCO,
FUE CUANDO COMPRENDÍ, MUY LEJOS DE ELLA,
QUE NO HAY COSA MÁS TRISTE QUE ESTAR SOLO.
Otros muchos son los que afirman ser bien cierto el viejo y conocido refrán que dice: “MÁS VALE ESTAR SOLO QUE MAL ACOMPAÑADO”.
Bien sabemos, a ciencia cierta, de que ustedes, atentos lectores de NACIÓN CANARIA, no acostumbran a dejarnos solos y, por nuestra parte, con agradecido reconocimiento, alabamos sobremanera la ejemplar constancia por concedernos el privilegio de seguirnos en nuestras comunicaciones, todas ellas, exclusivamente notificadas, únicamente con la señera y exclusiva pretensión de  querer compartir con todos unos marcados instantes de necesaria información, actuales noticias locales, políticas y generales, así como líricos  poemas, disparejas  actividades deportivas o apartados temas de proyectada  amenidad.
Retornando al pasado, en este día, vísperas, casi ya, de  "LA FIESTA DEL TRABAJO", se me ha ocurrido departirles sobre la humilde figura de un entrañable amigo, de una singular persona que, desde hace ya prolongados años, ha sido para mí todo un constante ejemplo de esforzado e incansable trabajador, el cual, muchas veces me decía:”LA MEJOR HERENCIA QUE LOS PADRES PUEDEN DEJARLE A SUS HIJOS, ES EL RECUERDO DE UNA VIDA INTACHABLE”
Se trata de nuestro  ya desaparecido y ancestral  “RECOVERO”, el de la tradicional pequeña tiendecita familiar, perdurablemente ubicada en uno de los extremo de la calle principal de Valverde; el equivalente personaje de siempre, con su clásico e indestructible sombrero negro, el que estuviera durante muchísimos años oculto por completo la mayoría de las veces, tras el casi invisible cuadrado de una cercana ventanilla esperando a sus mejores clientes, medio somnoliento, aguzando la cansada vista de veterana  águila  y lamentándose constantemente de la fatídica “mosca blanca”, a la que, a cada santiamén, sin viable tregua,  no paraba de criticar.
Con toda una copiosa extensa práctica  “curativa”, es capaz de aconsejar ciertas hierbas, matas y hojas, debidamente apropiadas para sanar cualquier tipo de malestar corporal, siendo un servidor un feliz fiel testigo de sus mágicas recetas saludables
Al alcance de la manos, de los bolsillos, sobre el vetusto mostrador, exponía  sus típicos, naturales y ecológicos frutos que, de su acariciada tierra, a la que sin horario fijo supo entregarle buena parte de toda su laboriosa existencia, lograba  conseguir sacarle las más apetecidas y suculentas de las cosechas.
Buen vino, espesa  miel, grandes tomates, gustosas manzanas, pomposas lechugas, prolongados pepinos, recias  calabazas, delicados calabacines  y... ¡hasta pequeños productos caseros que, emergiendo de sus cabritas, nos engolosinaban los ojos, para estimularnos un desbordante apetito! 
Solía atender  con la mayor tranquilidad y relajada paciencia del mundo, sin inmutarse jamás y, entre amena conversación, comentaba los acuciantes asuntos del día,  emitiendo sus oportunos puntos de vista con la más decana claridad  y enfocada opinión personalísima.
Le conocí desde muy temprana edad.

Todavía recuerdo  a mi padre y al tío Noé, cuando por esta misma época, ya, de ambiente navideño, el señor Juan, nos invitaba en su añorada recova a tomarnos unas copas  con el mejor vino de sus especiales reservas, teniendo como tapas... unas triangulares rodajas de  de puro tomate tan solo que, a estas alturas, todavía, me traen al paladar los fragantes sabores de algo extraordinariamente exquisito y superior.
Solía intercambiar ideas, aunque saliera perdiendo en la mayoría de ellas.
Me recordaba su enorme reconocimiento, diciéndome:
-.- A DON AURELIO LE DEBO YO MUCHO, YA QUE NUNCA OLVIDARÉ QUE, CUANDO ME OPERARON, ÉL ME IBA A CUIDAR Y A ORDEÑAR A MIS ANIMALITOS- Su peculiar reverencia, cada vez  que tenemos la pertinente ocasión de vernos, suele ser esta: -.- ¡HOLA, SEÑOR RAFAEL!  En cierta ocasión, me dio a probar un determinado vino dulce de admirable buena calidad y excitante graduación alcohólica.
Como quiera que le adquiriera un par de litros y no le llevara los correspondientes envases para transportarlos, me facilitó  un par de botellas, de esas  tan frecuentes de plástico, a lo que, por oídas, le dije:
-.- ¡ESTO, ASÍ, RESULTA PELIGROSO, CAPAZ DE QUE SE ME ECHE A PERDER SU CONTENIDO!
-.- ¡DE ESO, NI HABLAR! MI PRODUCTO ES TA PURO, TAN PURO Y TAN BUENO QUE, LE ASEGURO, SE LO FIRMO SI QUIERE, QUE AHÍ, DENTRO DE ESAS REDOMAS, SE IRÁ PONIENDO CADA VEZ MEJOR Y MEJOR Y, SI ME EQUIVOCO, EN CASO CONTRARIO, SI ASÍ NO LO VE, VENGA QUE LE DEVUELVO  HASTA EL ÚLTIMO CENTAVO QUE HAYA PAGADO POR ÉL, ¡DESDE LUEGO, SIN INTERESES,  POR SUPUESTO.
Lo primero, sí que se lo creí pero... lo segundo, eso de devolver algo... lo puse muy en duda, porque a todas luces, en su plena juventud, demostró ser todo   un auténtico buen comerciante de primera magnitud quien, a pesar de no haber tenido la fortuna de sobresalir en una escuela de estudios superiores, a ojos cerrados, yo hubiese sido capaz de ponerle al frente de cualquier departamento de Hacienda, con la firme seguridad de  que haría el delirante milagro de que jamás llegaría a la desolada quiebra o a la actual y escalofriante tan adversa crisis.
¡Todo un hombre con pura inclinación comercial, un severo ahorrador de primera categoría, el que nunca dio nada de más pero, tampoco... de menos! ¡Una honorable persona,  de cuyo trabajo supo vivir, sacándole el mayor provecho, dando excelente buen ejemplo de nobleza, honradez y total herreñismo!
Una vez le dije:
-.- ¿LAS FUERTES LLUVIAS QUE EN ESTOS DÍAS SE HAN DEJADO CAER, HAN FAVORECIDO A LOS AGRICULTORES?
Y, así, me contestó:
-.- ¿A QUÉ AGRICULTORES SE REFIERE, SI AQUÍ YA NO QUEDA NINGUNO?
¡Para nosotros, sí que de por siempre, quedará en el recuerdo y en los corazones de cuantos hemos tenido el privilegio de haberle podido tratar,  los enormes méritos personales de tan notorio protagonista que, habitando en nuestra isla, diariamente, casi pasaba totalmente desapercibido y el que, con todo derecho y justicia, hoy, ha sido digno de haber recibido este rendido, y adecuado homenaje, cabalmente revestido  del más  recóndito de los  sentidos reconocimientos!

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