HISTORIA DEL PRESENTE
EDUARDO SANGUINETTI, FILÓSOFO
RIOPLATENSE
Ante
el "estado de cosas", que acontecen en Argentina, en este presente,
tan impertinente, por cierto y ajeno a los que sentimos y pensamos, permanecer
en una tierra para todos, me llevan a reflexionar y escribir este artículo.
Una
democracia procedimental se ha instalado en el espacio alineado del abominable
tiempo político y social en que vive esta nación, por el que transita nuestra
existencia de ciudadanos, ajenos a participar en el devenir de los
acontecimientos… Salvo, claro, con nuestro voto “obligatorio” eligiendo a
nuestros verdugos.
No
pretendo ni mucho menos construir una escritura del dolor y la rebeldía,
tampoco volverme profesional del desdén, de la suficiencia, del exilio interior
“ni de nada”, simplemente pertenezco a lo moderno, joven siempre y disconforme,
batallador como constante actitud ética y estética. Es apasionante, vale la
pena y le da un sentido a la vida, sobre todo en un presente crítico que exige
reflexionar sobre nosotros mismos y nuestras circunstancias, para luego actuar
de manera decisiva, con un discurso directo, sin dobleces, denunciando el
teatro “bufo” del cual somos espectadores.
Frente
a la imposición del olvido de nuestra historia presente y a la reconciliación
amnésica del relato del poder, me obligan a interrogarme sobre la
ficcionalización de la historia nacional y su pensamiento oblicuo.
¿Cómo
narrar la historia de hoy? ¿Qué puede decir la ficción literaria sobre los
acontecimientos pasados silenciados? ¿Cómo narrar a partir de los blancos y
lagunas que deja sin llenar la docta versión oficial? ¿Cómo reordenar esa masa
informe de hechos, esa cadena de datos inconexos y falaces que nos llega como
ruina textual y degradante? En definitiva, ¿qué quedará cuando intente suturar
este presente que será pasado abolido?
Hemos
vivido enfrentamientos armados y de ideas, censuras, exilios… Hemos visto morir
a miles luchando por ideales que jamás llegaron a cristalizarse… Solo una farsa
es la que se ha enquistado en una realidad travestida y en una verdad ausente.
El dolor por el absurdo en que nos debatimos en este tiempo nos atraviesa y
debemos soportar a los incontinentes e inútiles sicarios de la política y sus
discursos, siempre años detrás del tiempo que nos toca vivir, pontificando sin responsabilidad,
sin conocimiento y sin compromiso real para una comunidad temerosa, aterrada y
sin ánimos de replicar nada, del sin sentido en que se arrastran sus
existencias, asimiladas al rito del consumo, en la levedad de sus existencias
anestesiadas.
Ningún
periodista o informador “especializado”, hoy, en Argentina, desde ninguna
columna de opinión ni programa televisivo de aire o por cable tiene los cojones
de centrar el debate con la historia del presente, tan brutal en la imposición
de una realidad al margen de la verdad y del deber ser, sin prohombres, sin
proyecto de futuro, sin sensibilidad por recuperar el sentido de una vida digna
de ser experimentada.
Por
último, sostengo que el ser humano es tal en la medida en que puede usar el
pasado para el presente, y llama “hombre histórico” a aquel cuya visión del
pasado lo conduce al futuro, lo alienta a perseverar en la vida y le da
esperanza en la justicia de lo por venir.
Este
“hombre histórico” debe interrogar el pasado sin remordimientos, juzgarlo y
condenarlo en la medida que la injusticia de algo se haga obvia, tal como hoy
sucede; debe tener la fuerza para romper el pasado, pero también, aplicarlo
para vivir.
En
este sentido es que el estudio, o el uso de la historia está al servicio de la
vida, como pareciera no agradarle ni convenirle a todos estos funcionarios, hoy
en oferta, “de ocasión”, penetrados por la infecta mentira global al servicio
de intereses mínimos y demasiado epidérmicos, que me hace preguntarme cuál es
nuestro anhelo para el futuro, como metáfora para repasar lo que fueran
nuestros proyectos de un destino trascendente y heroico.
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