Smatawa acodat marawa acano: Año dos mil catorce
AGUSTIN GAJATE
Existe,
entre amplias capas de la población, la injustificada creencia de que no
resulta posible vaticinar o conocer nuestro porvenir. Sin embargo, estoy convencido
de que el futuro cercano, en líneas generales, es absolutamente predecible.
Aunque siempre existe alguna inesperada sorpresa, en lo positivo y lo negativo;
que podría no ser tal, si supiéramos entender las señales, aquellas que emiten
a diario nuestro cuerpo y nuestro entorno más inmediato.
Para
esta tarea no precisamos entrar en trance o recurrir a oráculos, ni tampoco
tenemos que ofrecer sacrificios animales a los dioses, ni llamar a las líneas
telefónicas de elevado coste, que pueden permitirse disponer, para atender a su
nutrida clientela, de un programa de televisión nacional en horario de
madrugada.
No
necesitamos recurrir a nada de esto para predecir el futuro, aunque todos los
espectáculos antes referidos tienen un contenido artístico, cuando no
humorístico, que ayuda a que se mantengan entre las costumbres de muchas
personas.
Para
conocer nuestro futuro, en este país, basta con leer los presupuestos de las
administraciones públicas y de las empresas de las que dependemos para la
gestión de nuestra actividad cotidiana, tanto en lo familiar como en lo
profesional.
Así,
podemos adivinar que, en el próximo 2014, ni los muertos podrán conseguir una
baja laboral por enfermedad común, aunque sí podrán ser recibidos por el
especialista que diagnostique su dolencia, cuando se abran una inexistentes
listas de espera.
La
economía mejorará y el desempleo se reducirá, pero no para quienes han cumplido
cierta edad y han asumido cargas familiares, por lo que buscan desesperadamente
una ocupación dignamente remunerada, principalmente destinada a alimentar,
vestir y cuidar a sus hijos y a pagar la hipoteca de su vivienda.
Sólo
los recomendados podrán aspirar a una retribución superior al salario mínimo
interprofesional, independientemente de su formación o experiencia, y para una
función completamente irrelevante. El resto, titulados universitarios
incluidos, tendrán como principales opciones: aceptar un contrato de mileurista
(en el mejor de los casos), convertirse en autónomos o emigrar.
Subirán
los recibos de la luz y el agua, la bombona de butano, los carburantes, los
alimentos, el transporte público, las tasas, multas y tributos locales, junto a
algunos impuestos indirectos, los servicios financieros y otras minucias...
Pero, milagrosamente, todos estos incrementos no repercutirán en el Índice de
Precios al Consumo (IPC), porque podremos comprar mucho más baratos una gran
cantidad de prescindibles objetos producidos en China, India y en los países
del Sudeste Asiático.
Continuarán
los despidos, los expedientes de regulación de empleo, las reducciones de
jornada y el recorte de salarios, especialmente en el sector de la
comunicación, porque, en contra de las predicciones de los gurús, ésta no es la
sociedad de la información o del conocimiento, sino la sociedad de la
ignorancia y del entretenimiento.
La
gente se cansará de protestar en calles y plazas, porque no conduce a nada y
porque la nueva legislación deja a los poderes públicos la interpretación sobre
si una manifestación es pacífica o violenta, en función de los intereses
políticos de los gobernantes. Así, junto a otras medidas, evitarán que se
generalice la percepción de que urge la regeneración moral de las élites,
mientras encuentran resquicios legales para que prescriban los delitos
cometidos o, en su defecto, preparar los oportunos indultos, para que los
corruptos queden impunes.
Pero
no todo va a ser tan 'positivo' durante el año que se avecina, también
sucederán cosas 'terribles': habrá gente que ofrecerá su amor a cambio de nada,
que compartirá lo poco que tiene con quienes tienen aún menos y que despreciará
el dinero como el medio que justifica todos los fines. Y es que, a pesar de los
pronósticos, las esperanzas siempre permanecen intactas, tanto en el deporte,
como en la vida
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