REBUMBIO CREATIVO
Por Maria
Teresa de Vega
Quizá porque soy amante, entre otras tradiciones de mi gusto, de
la tradición clásica española, al leer el artículo LO IMPREVISTO de Daniel
María, me vino a la cabeza aquel verso de Góngora: Infame turba de
nocturnas aves, referido a las que moran en la caliginosa cueva de
Polifemo. ¿Quién es ese Polifemo que en sus dominios hace de las suyas? En mi visión encarna a la “crítica
acomodada”, la “crítica silenciosa por vagancia”, que tienen presos, y a merced
de esas aves, a unos escritores-náufragos, y
solo deja pasar a la luz a los que se ponen un vellón de oveja sobre los
hombros, a los que son astutos como Ulises. ¿Qué hay que reprochar, la
prepotencia de Polifemo? ¿O la astucia de Ulises? ¿O ambas cosas?
Vamos a partir
de un hecho. Los canarios, en términos generales, no leen a sus escritores. Y
aunque en los círculos literarios algunos escogidos tengan su reconocimiento,
eso no significa que tengan tantos lectores como su calidad requeriría. Lo
cierto es que por falta, quizá, de una insistencia de los críticos en sus
obras, por esta penuria crítica y penuria de tribunas desde las que acercar
estas obras a los lectores, esos autores de generaciones anteriores,
verdaderamente consolidados, en principio, y como hipótesis, no pueden atender
a los jóvenes escritores, y no se diga ya, a otros con menos “suerte” de sus
mismas generaciones; no pueden,
digo, porque están inmersos en la tarea de su propia difusión y reconocimiento,
dentro y fuera de las islas, legítimamente preocupados por el destino de su
obra y por que editoriales mayúsculas los acojan. En otro nivel, claro
está, se encuentran como ese grupo de
jóvenes autores que Daniel María quiere aglutinar bajo el nombre de LO IMPREVISTO: ayunos de atención suficiente.
Y parece,
también, que una vez encasillados determinados autores en una generación, ya se
ha hecho todo lo que se podía hacer por ellos. Ya se ha cumplido. Podemos dejar
de leer sus obras, como así ha pasado, entre otros ejemplos, con la novela de
José Antonio Padrón Tubalcaín setenta veces siete
No quiero dejar
de lado otro ingrediente de esa falta de atención a los otros, la muy humana
inclinación que lleva a silenciar aquello que puede hacernos sombra, o el temor
a que los que participen de la tarta sean tantos que el trocito que nos
corresponda aparezca harto menguado, cosa que, sin que nadie lo fuerce, está
sucediendo. Todo esto ha llevado y llevará a algunos a esos “chanchullos
literarios” de que se habla en el artículo citado, otra corrupción más entre
las otras que nos humillan cotidianamente.
Dije antes que
el pedacito de tarta que toca a cada uno es cada vez más pequeño. El número de
escritores y otros artistas se ha ampliado extraordinariamente. Por supuesto,
lo mismo ocurre en el territorio canario. Los autores de generaciones
anteriores, consolidados por la crítica o no, pues habrá que revisar esa
nómina, el “rebumbio creativo” juvenil, y los escritores que están y que
estarán en la colección G 21 de Ánghel Morales -quizá el primero en ver esa
floración de creatividad, que enseguida se puso a la tarea, punta de lanza de
lo que podría ser una nueva era de trabajo por la literatura canaria-, con todo
ello se podría hacer un tejido, una malla cuyos hilos sean cada uno de estos
escritores y con todos los demás, que se estire hacia la luz, hacia una
visibilidad en la que se reconozca el esfuerzo y los logros creativos de esta
parte del mundo.
De eso hablábamos el otro día, en este océano si nadamos tratando solo de mantenernos a flote terminaremos agotados entre el oleaje, tal vez observando un poco el panorama... los peces se protegen y se trasladan a lugares más seguros formando un único grupo, y tomando perspectiva, hasta parecen un único y gran escuálido que se mueve infundiendo respeto. Un abrazo María Teresa.
ResponderEliminarNieves Rodríguez.