sábado, 17 de febrero de 2024

SABEMOS MUCHAS COSAS, SEÑORA AYUSO

 

SABEMOS MUCHAS COSAS, SEÑORA AYUSO

Cuando pierda el poder y su vida consista en esquivar procesos judiciales, probablemente recuerde la tarde en que sus compañeros aplaudían a rabiar una nueva demostración de lo peor de la condición humana

GERARDO TECÉ

Díaz Ayuso, defendiendo en la Asamblea de Madrid que las víctimas de sus protocolos de la vergüenza habrían muerto de todas formas. / YouTube (El País)

Si es usted personal sanitario y ve entrar por la puerta de urgencias a un familiar de la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso, sepa que no es necesario que le preste asistencia médica. Total, seguramente se iba a morir de todos modos. Esta barbaridad de argumento, aplicado no a sus seres queridos, sino a los de los madrileños de segunda, ha sido la respuesta dada hoy, jueves 15 de febrero, por la presidenta de la Comunidad de Madrid para explicar por qué 7.291 personas sin seguro privado fallecieron con covid en residencias de Madrid tras la prohibición de ser derivadas a un hospital gracias a los protocolos de la vergüenza.

 

Ya lo sabemos, señora Ayuso. Sabemos perfectamente que, durante la pandemia, murió, por desgracia, mucha gente en muchos lugares y en circunstancias muy diferentes. Pero también sabemos que ninguna circunstancia tan diferente como la de los 7.291 que murieron abandonados y sin poder ser atendidos por un médico porque su Gobierno lo prohibió al decidir que las vidas de los ancianos con menos recursos eran vidas de segunda. Ya sabemos que después de décadas de privatizaciones y pelotazos para los amiguetes del PP a costa de la sanidad pública, los recursos eran los que eran y que usted tenía que priorizar. Y sabemos que, por supuesto, puso usted por delante a los de su clase social. ¿O acaso cree que no sabemos dónde estaría usted si, en vez de esto, hubiese prohibido la atención médica a los ancianos con seguro privado? También sabemos, señora Ayuso, que usted les robó un derecho básico a esas 7.291 personas mientras les birlaba 300.000 euros a los madrileños para regalárselos a su hermano. Como buen emprendedor, supo tener una idea brillante, consistente en trapichear con material sanitario aprovechando que su hermana manejaba un presupuesto público del que no tendría que dar explicaciones dada la emergencia declarada.

 

Sabemos que, años después de aquello, se sigue usted riendo en las caras de los familiares de esos 7.291 ancianos de segunda. Pero sabemos, señora Ayuso, porque se nota a la legua, que lo suyo es una forma de defensa muy típica en los sociópatas asustados. Sabemos que el día que se quede sin el presupuesto público con el que compra el silencio de tantos medios de comunicación corruptos, las fichas de dominó podrían empezar a caer una tras otra dando paso a problemas judiciales. Sabemos muchas cosas y debería empezar usted a saber unas cuantas también. Por ejemplo, que aquellos compañeros de partido que le aplauden a rabiar en la Asamblea de Madrid cada una de sus barbaridades, la dejarán sola llegado el momento. Sabemos que la mafia funciona así. Qué le vamos a contar a usted si, tras negar una y otra vez que los protocolos de la vergüenza existiesen, pidió la imputación de su exconsejero de Políticas Sociales por esos mismos protocolos para salvar su presidencial culo. Aquel tipo que salió huyendo de su Gobierno tras ver lo que vio y decidió poner algo de dignidad sobre la mesa colaborando con la Justicia no fue el único. Fueron muchos, como usted sabe y todos sabemos, los altos cargos sanitarios que no quisieron formar parte de su plan antipobres y salieron por patas. Es probable que usted hoy odie a esos excompañeros igual que odia a la oposición política que le sigue recordando lo que usted hizo con esas 7.291 vidas o a los familiares que quieren que se haga justicia. Pero sepa, señora Ayuso, que no es odio en realidad lo que usted siente, sino miedo a lo que algún día llegará. Odio será lo que sentirá hacia quienes hoy le aplauden sus faltas de respeto a los muertos y sus insultos hacia quienes piden justicia cuando la dejen sola. Sepa, señora Ayuso, que si la vida de esos 7.291 dependía de un médico que usted les negó, su vida futura depende de no perder el poder. Y sepa que el poder no es eterno. Cuando lo pierda y su vida consista en esquivar procesos judiciales, probablemente recuerde la tarde de hoy en la que sus compañeros aplaudían a rabiar una nueva demostración de lo peor de la condición humana. Quizá descubra usted entonces que nada de esto mereció la pena. Que aquellos compañeros que escaparon a tiempo, los familiares de los fallecidos abandonados o la oposición que le pedía explicaciones no eran precisamente quienes estaban en el lado equivocado de la Historia. Muchos ya lo sabemos, usted es cuestión de tiempo que lo descubra.

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