INVESTIDURA II: ENFRIAR EL CALENTÓN
POR LA AMNISTÍA
POR ANA
PARDO DE VERA
Si Pedro Sánchez consigue gobernar la legislatura
entera, habrá sumado nueve años al frente del Ejecutivo, con pandemia global y
dos guerras que tienen al mundo patas arriba, en sufrimiento y en un miserable doble rasero entre la actitud con Ucrania y la ídem
con Palestina. Todavía está por ver cómo termina todo esto, más allá
del olor a muerte infantil, inocente, y la inhumanidad supina que empapa las
instituciones europeas y norteamericanas.
Mientras, en España, derecha, ultraderecha y el esperpento patrio -valga la redundancia- se han aliado en concentraciones contra una ley de amnistía para la judicialización de un procés -no nos cansaremos de repetirlo- que nunca tenía que haberse producido si la derecha hubiese hecho su trabajo en el Gobierno de Mariano Rajoy, que para eso les pagamos: política, nada más y nada menos.
Si nada se tuerce (nunca se descarta), en las próximas horas conoceremos
ese oscuro objeto del deseo en que se ha convertido el texto de la propuesta de
ley y es posible que, teniendo en cuenta los bulos
que han surgido sobre ella sin conocerla siquiera, alcancemos esta semana cotas
de surrealismo onírico en las calles, en las sedes de los partidos o en las
instituciones que ocupan PP y Vox. Más allá de que el
“inconstitucional” (o no) que le ha colgado la (ultra)derecha no lo conoceremos
hasta que se pronuncie el Tribunal Constitucional dentro de meses por mucha
prioridad que le diera, todavía hay que pasar un trámite parlamentario que se
aventura largo; más, en el Senado, donde el PP dejará de respirar con todas sus
fuerzas para alargar la amargura del trago socialista, sobre todo. El PSOE
garantiza la constitucionalidad de la futura ley, pero yo jamás andaría tan
ufana por los pagos de togas, que los carga el diablo envuelto en una
rojigualda.
Es insostenible la situación de tensión y violencia azuzada por un PP que
lanza la piedra con la que radicales ultraderechistas aporrean a la policía y
esconde la mano; al menos, Vox va de frente con su desacomplejada
antidemocracia de copa y puro pidiendo a fuerzas y cuerpos de seguridad del
Estado y a los militares que se levanten contra Sánchez y un Ejecutivo que será
respaldado por PSOE, Sumar, ERC, EH Bildu, Junts, PNV, BNG y
Coalición Canaria y rechazado por PP, Vox y UPN. No hay precedentes
en 15 años de tan triste oposición, encima, con el lazo de la ultraderecha
envolviendo el paquete.
Una vez conseguida la investidura de los desvelos de tanta gente, PSOE,
Sumar y sus socios tienen un reto prioritario, que consiste en gobernar dejando
sin argumentos a los de la ruptura de España, la “dictadura” o la dictablanda.
Apelando siempre a la seducción en la política, hay dos instrumentos tan
complejos como decisivos para amansar a las fieras, al menos, fuera de Madrid,
que no es poco porque es el resto de España: las reformas de la financiación
autonómica y la fiscal que permitan materializar la agenda social del Gobierno
de coalición y a los territorios (mayoritariamente de PP y Vox) arrimar el
ascua a su sardina. No escribo nada revolucionario:
ambas cuestiones están en el pacto de PSOE y Sumar para la legislatura y son
diáfanas. “ADMINISTRACIONES PÚBLICAS: 1. Nuevo modelo
de financiación autonómica. 2. Mientras esta reforma no se produzca, en
los Presupuestos se garantizará a la Generalitat Valenciana y al
resto de comunidades autónomas infrafinanciadas la prestación de los servicios
públicos al mismo nivel que el resto del Estado (…) IMPUESTOS: 1. Hacer
más progresivo el IRPF e igualar la tributación de las rentas del capital
y el trabajo. 2. Promover un Pacto de Estado contra el Fraude Fiscal. 3.
Establecer una tributación mínima suficiente en el Impuesto sobre
Sociedades. 4. Revisar los gravámenes sobre la banca y las empresas
energéticas”.
Hay trabajo, muchas negociaciones y mucho debate del “¿Qué hay de lo mío?”,
“A mí me das menos”, “Me tienes manía”, “Todo va para Catalunya”… Muy adulto, pero si hay transparencia, pedagogía y se logra
una buena reforma de la ley de financiación autonómica (la última es de 2009 sobre la de 1980),
es difícil que los territorios de (ultra)derecha no la apoyen, aunque sea a
regañadientes, aunque sigan con el cacareo cada vez más apagado de la amnistía.
¿Qué es lo peor que puede pasar? ¿Qué se convenza a
Murcia, por ejemplo, de que no es la amnistía, sino el efecto aspirador de Madrid el que
resulta insolidario y le perjudica? Hasta sería posible que, al
final, fuera Díaz Ayuso la que pidiera la
independencia, al tiempo.
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