miércoles, 2 de febrero de 2022

EL PRESIDENTE Y LA POLÍTICA EXTERIOR Y DE DEFENSA

 

EL PRESIDENTE Y LA POLÍTICA EXTERIOR Y DE DEFENSA

Sus asesores de comunicación o sus ministros están poniendo a Sánchez frente al marrón de cargar con la responsabilidad de una eventual participación de España en una acción militar contra Rusia

PABLO IGLESIAS

La infanta Sofía, los reyes, el presidente Pedro Sánchez y la

ministra de Defensa el 12 de octubre.

La ministra de Defensa, Margarita Robles, que tiene poco tiempo libre, ha dicho que la política exterior y de defensa la dirige el presidente del Gobierno, porque, cito literal, “no todo el mundo sabe de todo”. El ministro de Exteriores ha dicho algo parecido aunque quizá con un tono menos judicial. ¿Por qué dicen algo que, ateniéndonos a la Constitución española, no es cierto?

El artículo 97 de la Constitución dice que es el Gobierno el que dirige la política interior y exterior. Y ojo, Gobierno y presidente no son la misma cosa. El artículo 98 dice que el Gobierno se compone del presidente, de los vicepresidentes, en su caso, de los ministros y de los demás miembros que establezca la ley. El artículo añade que el presidente dirige la acción del Gobierno y coordina las funciones de los demás miembros del mismo, sin perjuicio de la competencia y responsabilidad directa de estos en su gestión.

 

Es decir que, en España, el Gobierno es un órgano colegiado y el presidente es un primer ministro, un primus inter pares. ¿Acaso no saben esto Robles y Albares? Lo saben perfectamente. Robles es jueza y Albares se licenció en Derecho en Deusto, la universidad privada de los jesuitas.

 

Al presentar a Pedro Sánchez como una suerte de presidente de la República que ejercería el mando supremo de las Fuerzas Armadas no están demostrando gran rigor constitucional o jurídico. Pero no es un problema de ignorancia. Albares y Robles, aunque tengan poco tiempo, no son, ni mucho menos, unos ignorantes. Lo que pasa es que están siguiendo una consigna en clave de comunicación política, como cuando Aznar hacía el saludo militar. Aznar llegó a saludar a los militares llevándose la mano extendida a la frente. Eso en España solo lo puede hacer el rey, en cuanto jefe de las Fuerzas Armadas, pero algún asesor debió de pensar que quedaba muy pro que Aznar imitara al presidente de los EE.UU. que, como el rey, sí es el jefe de las fuerzas armadas de su país. El cachondeo que hubo con el gesto de Aznar se lo pueden imaginar, pero la derecha es muy tolerante con el ridículo de sus propios líderes. Que se tomen en serio a Abascal, que ha construido su virilidad castiza disimulando la ausencia de mentón con la barba, es el mejor ejemplo de esa tolerancia de una derecha que percibió en la voz aflautada de Franco la reserva moral de Occidente. Pero a lo que vamos.

 

Lo que le están haciendo a Sánchez sus asesores de comunicación o sus ministros, que sí saben de todo, hasta de comunicación política, es aún peor. Le están poniendo nada menos que al frente del marrón de cargar él solito con la responsabilidad de una eventual participación de España en una acción militar contra Rusia. Iván Redondo debe de estar dándose golpes en la cabeza contra la pared (o descojonándose, quién sabe). El malvado rasputín de Moncloa nunca habría permitido que el presidente se desgastara con un tema así.

 

Además hay otro elemento muy importante que tiene que ver con la realidad de la política, a saber, la correlación de fuerzas, que aconsejaría a los que saben de todo una mayor prudencia. Podría entenderse que en un gobierno monocolor, con mayoría absoluta de ese partido en el Congreso, el presidente y su partido hicieran y deshicieran a su antojo en todos los temas. Así fue durante mucho tiempo en España. Pero en un gobierno de coalición, que además solo suma 154 diputados, ir de sobrado en un tema tan delicado no parece muy prudente. Te arriesgas a que la izquierda de tu Gobierno te recuerde que la Agenda 2030 es algo más que un pin que poner al presidente en la chaqueta y regalar a los empresarios del Ibex para darles un toque cool y democrático. La Agenda 2030, por el contrario, implica obligaciones internacionales para España, y la ministra competente en el ámbito del desarrollo sostenible, Ione Belarra, ha tenido que recordar que la agenda no es solo un pin para lavar conciencias.

 

La prueba de que esto es así es que, a pesar de una indisimulada irritación, los ministros que saben de todo han terminado respondiendo a la propuesta de Belarra de aplicar la Agenda 2030 a la política exterior, y han reconocido que lo único que tiene sentido para afrontar la crisis en Ucrania es la diplomacia y el diálogo. Eso en gramática parda es recoger cable.

 

Ojalá los que saben de todo (aunque no tienen tiempo para nada) protejan un poco más al presidente. El Gobierno de coalición es hoy una garantía democrática frente a una derecha política y mediática echada al monte y al asalto de ayuntamientos. Cuidar el Gobierno de coalición, en lo que respecta a la política exterior y de defensa, es defender la paz y huir de tentaciones aznarianas. Hoy, por suerte, en el PSOE saben que Robles se equivocó poniendo el foco en las fragatas y los buques. No tengo dudas de que la izquierda del Gobierno va a proteger siempre la coalición y me consta que el presidente lo sabe. Pero sería bueno que también los ministros más escorados a la derecha evitaran los tonos arrogantes y no se dejaran querer tanto por la derecha mediática. El indisimulado amor de los medios de derechas por la ministra Robles en nada ayuda a la coalición. Esos medios solo quieren hacer caer al Gobierno.

 

Hay además algo que conviene no olvidar. La base social progresista sabe más de política de lo que la ministra pensaba y no se deja engañar con eso de que lo de Ucrania tiene algo que ver con los derechos humanos y la democracia. La gente progresista tampoco cree que sea una gran idea ofrecer a EE.UU. entusiasmo belicista para que ponga firme a Marruecos. Las personas de izquierdas quizá no sepamos mucho de todo, pero todo el mundo sabe que no es prudente tomar a tu electorado por tonto. Por suerte, en el PSOE se han dado cuenta y creo que no volveremos a ver al presidente obligado a disfrazarse de presidente de la República para ser el jefe supremo de las Fuerzas Armadas. Eso a Casado ya no le gustaría tanto como las aventuras atlantistas de su mentor.

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