EL ESCRITOR MALDITO
POR MAITÉ
CAMPILLO
Yo también soy un corrompido. Sin fe en
Dios, egoísta y sin ninguna confianza en mí mismo. Homosexual, alcohólico,
drogado, cleptómano…
(Ángel Vázquez).D` la hipocresía de
los gobiernos y samaritanos que viven de los escritores malditos
El gobierno francés, ¿o fue el gobierno inglés?, puso una lápida a la casa Nº 8 de Great College Street, Camden Town, Londres, donde en una habitación Rimbaud y Verlaine se dice <<Vivieron, bebieron, se drogaron, trabajaron, fornicaron y se pelearon durante algunas breves semanas tormentosas>>
. Supongo que lo de tormentoso así dicho a palo seco sea una etiqueta en
adorno superfluo, pero vayamos a lo que de súbito se convierte en un masivo
acontecimiento cuanto menos sorprendente. El caso fue que al acto inaugural
lapidario asistieron todos aquellos que fueran antagónicos enemigos de Verlaine
y Rimbaud, ¿Ironías de la vida o hartazgo en tomadura de pelo? La
respuesta aquél “masivo dolor y nostalgia repentina”, es sencilla. Enemigos
conscientes del mismo mazo de la ley de subastas de todo lo que su valía les
iba a reportar, y no solo económicamente, por una de las historias de amor más
trágicas de la literatura francesa y, en este caso, el egocentrismo tomaba
bandera a favor de la obra del autor maldito para nada del escritor y sus
causas, antagónicas a todo lo póstumo de sus “broches, colgantes y repentinos
premios” con que oficialmente adornan sus etiquetas sacadas de todo contexto
como ciertas: donde el autor dijo digo, nosotros diremos que dijo Diego (¡total
todo es tan relativo!). Afortunadamente en este caso, para ellos en respeto a
su memoria, como para muchos de nosotrxs en agradecimiento asomó la voz del
conocimiento, y gracias a ello, se encuentra lo descrito por uno de los académicos
de Arthur Rimbaud durante su tiempo de bachiller. El profesor George Izambard,
lo descubre por el contrario como un soñador tímido, alumno de retórica alterna
de uñas limpias y cuaderno sin manchas, buenas notas en clase y deberes
sorprendentemente correctos; encarnación de lo superlativo, intelectual
vibrante de pasión lírica y curiosidad interminable. (Ah, cómo añoro las épocas
en que la pedagogía contaba, y mucho, en que había profesorado de talla grande
en sabiduría y dignidad y en amor a su profesión su entrega absoluta volcando
todo su conocimiento; que hermoso el profesor, su profesión, y todo lo que de
ella deriva como futuro antagónico a la mediocridad). El trasfondo social al
parecer es que el joven Rimbaud, cansado de las peleas con su madre, toma
París, como una fuga de libertad en busca de aíres menos catastróficos, o sea,
más revolucionarios, ya que los problemas con su madre, y su conservadurismo,
aumentaban día a día por la rebelde actitud y conciencia que se iba apoderando
en Rimbaud. En París conoció, y se enamoró, del poeta Verlaine; al poco tiempo
y ya cumplidos los 17 años, “a consecuencia de las drogas”, se dice, que
empieza a escandalizar a las élites educadas, literarias, y parisinas de la
burguesía. Rimbaud regresa a Charleville y se recluye en la granja familiar
para escribir la única obra que publicaría él mismo: Una temporada en el
infierno, ampliamente reconocida como una de las obras pioneras del simbolismo
moderno. En ella incluye una descripción de su vida con Verlaine: «Virgen
Demente» y el «Esposo Infernal». En 1874 regresa a Londres en compañía del
poeta Germain Nouveau y termina de escribir sus controvertidas «Iluminaciones»
que incluyen los dos primeros poemas en verso libre.
Un 3 de octubre de 1849 Edgar Allan Poe,
fue hallado en las calles de Baltimore en estado de delirio, trasladado por un
viejo amigo al hospital donde muere días después. Los informes médicos como el
certificado de defunción “misteriosamente se perdieron”. Los periódicos de la
época informaron de que su muerte se debió a una “congestión o inflamación
cerebral”. Lo cierto es que en el hoy de nuestros días, la causa exacta del por
qué murió continúa siendo un misterio. Desde 1872 se cree que pudo deberse, al
abuso de agentes electorales sin escrúpulos, que en la época solían
utilizar “a pobres incautos” emborrachándolos para hacerles votar varias
veces por el mismo candidato… ¿Poe un vulgar común, un pobre incauto… o
atrapado por las garras del horror demoledor desgarrando las huellas de la vida
donde unos mueren para que otros vivan mejor? Penetrando dentro de su obra
epistolar; Poe, nos transmite una lectura sobrecogedora, el estruendo rayo de
lucidez que cobija los últimos meses de su vida a través de lo que conocemos
por sus cartas, donde vibran accesos de lucidez con otros emparentados de gran
desesperación <<No puedo más, tengo que morir, desde que publiqué Eureka, no tengo deseos
de seguir con vida, no puedo terminar nada más…>>. ¿Por qué desde que publicó Eureka,
tenía que morir, cual era la amenaza? Edgar Allan Poe, fue uno de los grandes
escritores que ha dado la historia, que padeció una vida dura, muy dura y
turbulenta de escritor maldito, por su forma de vivirla, por los malditos
embates de alienación frustrante que le tocó sufrir, propios de un sistema
económico en represión sin escrúpulos ni humanidad ninguna.
Seguí buceando, me puse a caminar ante
algunas otras obras escritas y, me encontré con ‘La vida perra de Juanita
Narboni’, de Ángel Vázquez. Contada como si le uniera, una conexión mental con
su protagonista, nos ubica ante un libro de doble fondo e interpretación que
permite llegar a él, sin condicionar nuestra entrada por la puerta principal
brindando la oportunidad de recrearnos y bucear libremente entre un lenguaje
literario propio y la palabra cotidiana de una ciudad que ni sombra queda de la
que el autor nos describe, en la que nació y creció abrazado a los libros
mientras trabajaba en una librería, oía a sus gentes hablar trabajando con su
madre y la abuela en una sombrerería, o dirigía teatro entre vecinos de la
comunidad donde vivía de niño entre los imaginarios escenarios y telones que no
hacen sombra al actor y se abren a todos los públicos sin distinción,
dirigiendo en derroche interior de imaginación uniendo a sus vecinos en un abanico
de cuadros diversos sobre acuarelas imaginarias con esa delicada sensibilidad y
timidez rica en diálogos para sus improvisadas obras; timidez que jamás le
impidió la creación, enraizándose en esa fase colectiva como puerta sobre la
que se introduce a la historia con inquietud y respeto despuntando literatura,
creciendo a su ritmo como escritor hasta culminar una de las obras que comenzó
a desfilar ante sus ojos en dramático brillo y lucidez, en una lucha entre lo
nuevo y lo viejo, donde la mujer es protagonista de un monólogo en voz alta
desmembrando todo un corsé conservador que oprime y aprieta desgarrando una
soledad propia sobre el temor educacional que impide avanzar encasillando
frustración, recelo y soledad reflejo de un conservadurismo aterrador, dentro
de un entorno lleno de límites padeciendo la desesperación de contemplar los
cambios, que se van originando, como un vacío en su vida sin poder hacerlos
frente. El don del autor sin duda fue hacer protagonistas a los propios
tangerinos, vitalizar introduciendo en su vida y obra a esos hombres y mujeres
habitantes de una ciudad muy distinta afortunadamente, de la que circulan
permanentemente miles de extranjeros como dominando la ciudad y su cultura. Por
el contrario, en sus páginas se encuentra un Tánger enriquecido, lleno de vida,
tan auténtico como literario que bien merece encuadrarse dentro de la historia
universal del siglo XX. Él fue otro de los grandes malditos prácticamente
desconocido. Ángel Vázquez muere un 25 de febrero de 1980, hace 42 años,
en la indigencia absoluta desamparado en una pensión situada en el Nº 98 de la
Calle de Atocha, en Madrid, que él mismo definió como ‘la mansión del conde
Drácula’. Cuentan que muere tras una crisis en la que quema dos novelas que las
editoriales se habían negado a publicar y él no había conseguido publicar. Se
encuentra en la miseria, sin recursos, sin familia, sin aliento; se encuentra
viviendo los últimos años de su vida, luchando sin sosiego contra los malditos
que no le publican y menos valoran, y contra el único recurso que aparentemente
le apacigua y aísla de su gran pena literaria y nostalgia de familia, el
alcohol, después de exiliarse del Tánger internacional que lo vio no solo nacer
también crecer absorbido por el nuevo Marruecos independiente. Deja tres
novelas y nueve relatos completos y sólo permanece sin descatalogar, La vida
perra de Juanita Narboni, al parecer, una biografía involuntaria de su propia
madre.
Para las metes más acomplejadas de la
burguesía no era un escritor era un marginado, un simple habitante que
frecuentaba barras de bares vulgares; para las mentes digamos más naturales y
sin tanto recato, pero por igual mentes flacas adictas al canal de las
catástrofes y prensa sensacionalista aquel mortal funcionario del censo de Jubrique,
como escritor no existe. Lo catalogaron como el último escritor maldito, y
ni así se le recuerda. Terminó sus días amargado en una mediocre y pulgosa
pensión de Madrid, sin dinero ni trabajo con 51 años pese que el fin de su vida
lo escribió décadas antes en el cuento Las Viejas Películas traen mala pata.
Sus padres procedían de Málaga, de Jubrique; al poco de casarse viajaron a
Tánger a la ciudad cosmopolita y decadente del momento, a buscarse la vida,
donde tuvieron al pequeño Antonio (Ángel Vázquez). La miseria era rígida y
seria, no vivió una infancia feliz. De su padre cuentan, que era una mala
bestia y un borracho sin remedio, que daba palizas continuamente al pequeño
Ángel. De su madre, que extrajo una de las habilidades que marcarían su prosa:
la oreja siempre presta al diálogo, ¡que hermoso! Habilidad que entrenó
escuchando las historias en diferentes idiomas, de los clientes y clientas de
la ‘malagueña’; oído audaz, que plasmó y aplicó magistralmente en La vida perra
de Juanita Narboni; un monólogo, que es un diálogo entre yaquetía, andalucismos
y frases en francés y árabe ¡Y! A pesar de ganar el Planeta y haber compuesto a
una mujer fundamental de la literatura del siglo XX ‘Juanita Narboni’ <<Ángel Vázquez no fue
nunca nadie en Tánger>>. En esa ‘España’ de la cruzada, tampoco; lo descubrió, a partir de 1959,
cuando Marruecos recuperó su independencia y zanjó definitivamente el verano
cosmopolita, elitista y de club ilustrado y perverso que parecía eterno (Como
el turismo español de Franco a nuestros días). El escritor maldito aguantó solo
unos años las razones que le retenían en Tánger, eran su abuela y su madre
dependientes de él y con enfermedades mentales, y cuando fallecieron, el
familiar y sensible Ángel Vázquez, empezó a sentirse más nadie que nunca.
Decide instalarse en Jubrique, en Málaga, localidad desde la que partieron sus
padres. Poco se sabe más que trabajó un tiempo en el censo del ayuntamiento, y
que muchos años después de ser premiado y muerto en el olvido absoluto en una
atroz miseria y desesperación, le nombra Hijo Adoptivo a título póstumo en 2019
(¿Ironías de la vida sin siquiera permitirle probar su néctar?). Desde dicho
año cuenta con el Edificio Ángel Vázquez a modo de espacio para actividades
culturales. Era lógico que no durara ‘toda su vida’ trabajando en el censo a
forma de vida mecánica, sedentaria, lenta y aburrida que en absoluto encaja con
las altas temperaturas febriles de un talento creador, culto e inquieto, que
tanto aportó con su obra y nada recibe a cambio si quiera para calmar la
miseria devorándole física y psíquicamente <<Me miré en el espejo y me sentí
desamparado. Aquella habitación era tan pequeña y aquellas manchas de humedad
tan grandes>>.
La caída lenta llegó al autor en una
casa de Atocha, de Madrid donde llevó una existencia mísera entre pensiones
deprimentes; muy poco dinero era el que ganaba dando clases de francés y de
inglés… Aquél frío e inhóspito Madrid del 25 de febrero de 1980 arrastró su
soledad y desamparo hasta la desolación de su último día entre los vivos. Un
fallo cardíaco acabó con su vida. Se dijo, aunque nunca se sabrá, nuca la
verdad ni toda la mentira que sobre él se ha dicho, que horas antes de su
muerte, había quemado un par de novelas de seguro sobre las que vertió su
venganza contra editores y mucha falsa mierda para desacreditar al que en el
tiempo y ya bajo tierra recupera una parte de su gran luz literaria (gracias al
calor de las llamas últimas de sus dos novelas calentando sus manos). Lo único
cierto es que esa ‘España’, surgida de las raíces del franquismo, que a nada ni
nadie de la contienda quiso destituir ni condenar (ni siquiera poder juzgar por
ningún tribunal internacional contra los crímenes del franquismo), que al autor
ni siquiera conocía su miopía fascista pero que arrinconaba su vida literaria
hizo lo posible para arrastrarle a la muerte sobre una cruel existencia,
ignorándolo hasta donde pudo, golpeando la mucha o poca entereza y orgullo que
le quedaba hasta amortajarlo de impotencia y defenestrarlo socialmente ante el
mundo de la crítica. Cuentan no se si más publicitariamente que en real
sentimiento, que fue Lara, el magnate de Planeta, que se hizo cargo de los
gastos del entierro (que jamás se deberían haber pagado y sí ser asumidos por
el “democrático gobierno”, tras la dictadura ¡VERGUENZA!!! Por lo que yo cuento
lo contrario, cuento el dinero que le reportó el que tuvo que llegar a mendigar
y morir de amistad de esa manera cautiva de amor y hambre sin siquiera poder
llegar a cagarse en todos los magnates, maldecir mafiosos, degradados pudientes
y rastreros políticos de los gobiernos peleles, gracias a todos y cada uno de
ellos con sus guerras y colonias y su ‘España’ donde abundó el abandono
intelectual resaltando la miseria, el exilio y las emigraciones reales de
hambruna desesperada, a Ángel Vázquez, apenas hoy, se le recuerda. Fue otro de
los tantos escritores malditos atormentado y el principal y más duro crítico de
sí mismo. Que finalmente le ofrecen ‘reverencia’ considerándole como
el último escritor bohemio de la llamada “literatura española”. El escritor
Leopoldo Ceballos, en su obra Historia de Tánger, afirma de él <<Nació en Tánger en
1929 en una familia modesta de ascendencia andaluza. Allí vivió hasta 1965,
cuando culmina la decadencia del Tánger internacional. Según Tomás Calvo Picón:
A los 12 años realizaba obras de teatro en el patio de su casa del Paseo Doctor
Cenarro (actual calle Ibn Al Abbar) utilizando como actores y público a sus
vecinos judíos y cristianos del patio donde vivió hasta 1950 con su madre y
abuela>>. Además de un escritor maldito, autodidacta y marginal fue un novelista
genuino y peculiar dentro de un ambiente exótico y cosmopolita. A muy temprana
edad dejó la escuela y, desde ese momento, su infancia pasó a ser el mundo
femenino de su abuela y de su madre. Entre ellas en una tienda de sombreros
pasaría la mayor parte de su tiempo entre las conversaciones de clientas
empapándose de la haquetía, dialecto de los sefardíes
tangerinos. El mentado escritor bohemio y maldito, solía cambiar de empleo,
llegó a trabajar en una conocida librería donde en sus ratos libres cuentan que
devoraba incansablemente decenas de libros surgiendo en él un irrefrenable
gusto por la escritura, la necesidad de escribir, de comunicarse y expresarse
por escrito, además claro está, de visitar garitos y tabernas y, en particular,
bibliotecas. Personaje sugerente, inteligente y audaz se hizo con lo que
necesitaba en los libros que engullía de forma desmedida.
Así fue creciendo, entre trabajos
precarios, en ese Tánger que tanto tuvo de hosco y cruel, como de oropel y
culturalismo. Escenario en el que pudo relacionarse con Truman Capote, Allen
Ginsberg, Joe Orton, Tennessee Williams, William Borroughs, Jean Genet, Paul y
Jane Bowles… de ésta última cuentan que llegó a ser una de sus grandes amigas.
Vázquez, con Emilio Sanz Soto, pudo habitar en el Tánger decadente; pero el que
hizo suyo, fue el de tentaciones y tormentos <<Odio a los efebos de
esta playa de Tánger, al que el rico turismo anglosajón ha convertido en un
prostíbulo dorado y al aire libre>>. Es La vida perra de Juanita Narboni,
una de las novelas que mejor describe el Tánger internacional, brillante y
cosmopolita de los años cuarenta y cincuenta, donde llegaron a residir casi
20.000 españoles. Aunque fue publicada en 1976, pasó totalmente desapercibida a
pesar de estar considerada para el Premio de la Crítica, y vergonzosamente,
como suele ocurrir cuando se trata de escritores del pueblo, y no de la
mediocre burguesía o escritores pro-sistema, es recuperada una vez muerto de
soledad, impotencia y hambre más solo que la luna. El libro, su tercera y
última novela, lo escribió lejos ya del Tánger que dejó en 1965 tras fallecer
su madre y su abuela. De él escribe el periodista Víctor Gómez <<Para
muchos, fue el último verdaderamente maldito de las letras españolas, el autor
del, quizás, mejor soliloquio de papel en nuestro idioma ‘La vida perra de
Juanita Narboni’, y ganador del entonces, en 1962, Premio Planeta con ‘Se
enciende y se apaga una luz’>>. Pablo Martínez Zarracina, afirma del
escritor <<Todas las características habituales en los autores malditos –la
inadaptación, la ruina económica, la furia, el desplazamiento, la soledad, el
alcohol– coinciden con especial intensidad en la figura del
tangerino Ángel Vázquez >>. Para muchos críticos literarios de su
época, fue desafortunado; y hoy, el último bohemio de las letras españolas. En
el mundo periodístico desarrolló la mayor parte de su carrera en el diario
España de la época del Tánger internacional, también colaboró con otros medios
y revistas. Una ‘placa conmemorativa’, en Madrid, justifica el abandono al que
fue sometido. La Universidad de Granada ha tratado de recuperar la memoria de
este escritor nacido en el Tánger del Protectorado al que los pocos contemporáneos
que aún lo recuerdan calificaban de una timidez casi “patológica”. Las jornadas
‘Ángel Vázquez: el olvido póstumo’ pusieron el acento en valor a una figura que
se ha intentado reivindicar a uno y otro lado del estrecho, con escaso éxito.
El escritor granadino Eduardo Mendicutti, uno de los ponentes de las jornadas
resalta <<Ángel Vázquez reúne todos los elementos para ser un escritor de culto, tuvo
una vida enormemente literaria, de héroe fracasado que unió su decadencia a la
del Tánger como ciudad internacional que representó en sus novelas… pero ni
como eso siquiera ha sido recordado>>. Algo inexplicable teniendo en cuenta
que escribió la que muchos consideran una de las grandes obras maestras de la
literatura española del siglo XX. Emilio Sanz de Soto, el mejor amigo de
Vázquez y su protector durante muchos años, fue tajante <<Ninguna etiqueta le
convenía y la dejaron sin etiqueta, huérfana>> (La frase se refiere a ‘Juanita Narboni’,
pero aplicable al propio autor). El escritor granadino mentado se une a este
diagnóstico y añade <<A Ángel Vázquez le ha faltado, quizá, un gran estudio sobre su obra, pero
también devotos. Escritores que lo conocieran en vida y los reivindicasen por
todos los medios. Y a los pocos que ha tenido, no sé por qué, nadie les ha
hecho caso>>.
NOTA
En 1981, se hizo una adaptación con el
título Vida perra, dirigida por Javier Aguirre, con Esperanza Roy como
protagonista aunque desgraciadamente la acción no se desarrollaba en
Tánger. Más tarde, en 2006, la directora de cine tangerina Farida Benlyazid hizo
una segunda versión con Mariola Fuentes en el papel principal y, esta vez sí,
la ciudad de Tánger como escenario crucial para la acción como sucede en la
novela. Del autor de la obra la cineasta nos dice <<En Tánger él era Antonio, el hijo de la
modista. Así lo conocía la gente>>. El proyecto de adaptar la novela lo
arrastraba desde 1978, año en que el autor en persona le regaló un ejemplar
cuando se conocieron en Madrid. Aunque la película formó parte de la sección
oficial del Festival de San Sebastián, pasó por las salas como afectada por la
particular ‘maldición’. ‘Juanita Narboni’ es para la cineasta <<La mejor novela que se
ha escrito de Tánger desde dentro, sin cosas raras de espías ni historias de
contrabandistas. Vázquez es un escritor maravilloso. Puede que lo conozca poca
gente, pero los que sí están encantados.
PD.
El poeta Miguel Hernández fue otro
escritor maldito; su infancia fue bastante dura, trabajó desde niño como
campesino y pastor de ovejas, en un ambiente familiar nada favorable; el padre
era un déspota, lo maltrataba y le hacia trabajar largas jornadas sin derecho a
nada. Fue el amigo de infancia, Ramón Sijé, el que le introdujo en la
enseñanza, escritura, lectura y poesía hasta escribir su primer libro ‘Perito
en lunas’ publicado en 1933. También los poetas Vicente Aleixandre, y Neruda
apostaron por el joven Miguel <<Pocos poetas tan generosos y luminosos
como el muchachón de Orihuela cuya estatua se levantará algún día entre los
azahares de su dormida tierra. No tenía Miguel la luz cenital del Sur como los
poetas rectilíneos de Andalucía sino una luz de tierra, de mañana pedregosa,
luz espesa de panal despertando. Con esta materia dura como el oro, viva como
la sangre, trazó su poesía duradera ¡Nos toca ahora y siempre sacarlo de su
cárcel mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio! ¡Darle la luz!
¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen! (Pablo
Neruda)>>. Tampoco tuvo suerte Miguel en sus primeros viajes a Madrid, se sintió
despreciado, y poco valorado. Gracias a su tesón y odio de clase se fue
imponiendo concienzudo con nuevos poemas y libros. El rayo que no cesa y
Vientos del pueblo, lo consagraron en los círculos literarios de la capital, no
sin cierto aislamiento por algunos de los poetas consagrados. Pudo haber sido
uno de los mejores escritores del siglo XX, pero vio truncada su pasión y su
vida, muy joven, cuando los fascistas dieron el golpe militar. El final del
poeta es como el final de una tragedia griega, el héroe atrapado por la
oscuridad muere sufriendo, sufriendo mucho aún joven, con sus ideas intactas.
Cambia todo cambia… Cambia el canto y su pregón, hoy en falso colectivo, en
otros tiempos canto de todos en voz de los hechos que brinda la experiencia, que
en trasiego encuentro contra el olvido y orfandad de sentirnos ciegos porque
otros así lo están imponiendo y, hasta negando, las señales de identidad y
presencia de sus aves y sus versos, que hay un modo de alumbrar el instinto,
guiado por conciencia, la del instinto de clase que en toda su pureza empuja a
avanzar contra los que exprimen y disecan ilusiones sobre nuestra batalla
intelectual, que pendiente quedó sobre las misiones pedagógicas segadas por la
maleza, utilizando sus escritores y poetas después de asesinado o impuesto
destierro, como inerte escultura de museo del hampa, en estampa de su pasado
subastando su existencia al sondeo del mazo en diagnostico de especulación
propagandista. Los intelectuales, como los ríos que ya no son ríos sino simulacros
de lo que un día fueron, y ni apenitas selva queda sobre el planeta, ni lluvias
ni izquierda queda. Pero se olvidan que la lucha forma parte de una filosofía
de clase y una lógica científica en materialismo dialéctico y, que siempre
habrá alguna vía revolucionaria real a seguir, y que jamás podrá acabar su
pronta doblegación ni podrá evitar su pataleo, el oportuno y el espontáneo, de
los que resisten porque siempre habrá quien persiste e insiste.
Vuelven portadores ‘los escritores
malditos’ de su existencia con su legado y su testigo, como la otra verdad, la
de otra cara de la vida y moneda; vuelven los que les robaron, secuestraron y
asesinaron la vida que acredita sus verdaderas obras por lo que lucharon y
murieron; vuelve el amor de todos ellxs enraizado, el amor encantado pleno de
dignidad y entrega, amor de trabajo y creatividad, amor de grandes obras con
alas de mariposa a buscarnos, a involucrarnos, los que además de escritores en
todas sus variantes impartían clases dominando escritura y pedagogía, crítica y
pensamiento; vuelven para la mayoría uno de los más desconocidos y más
olvidado, marginado y no porque nuestro entrañable Luis Cernuda, como Ángel
Vázquez, o Miguel Hernández fueran malos escritores y poetas sino todo lo
contrario, a quien su propia fuerza empuja desde la tierra donde han sido
sepultados; vuelven los Goytisolo, los Celaya, Blas de Otero, el joven
Gabriel Aresti… para que se abra el sol contra los verdaderos malditos,
del odio ahogando, asfixiando en vida y muerte a los que queriendo luchar
avanzando con todxs renegando del tener que pedir permiso para vivir ni
reverencia alguno; ‘malditos’ por su posición incondicional, por una educación
y formación libre de sombras sin peso ni losa porque su prosa no se basaba en
la enseñanza exclusiva sino en la personalidad generada de una conciencia y
opción social más allá del manto narcisista de la ignorancia.
‘Cada 5 de enero’ (de Miguel Hernández)
https://www.facebook.com/delaguardiamisraices/videos/1573159549718728
Maité Campillo (actriz y directora d`
Teatro Indoamericano Hatuey)
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