sábado, 19 de marzo de 2011

SITUACION EN MEXICO

EU impondrá a México una “fuerza de tarea” en territorio nacional

Desde 2006, Estados Unidos instrumentó un plan para generar violencia y desestabilización en México; participa la CIA: generales y coroneles del Ejército Mexicano

“Gran parte de la violencia es inducida; el objetivo: que la sociedad mexicana acepte la ‘ayuda’ venga de donde venga”

Grandes contingentes del Ejército Mexicano y millones de mexicanos se opondrán a una intervención: general en retiro Roberto Badillo

Zósimo Camacho

Adelante, el plan de intervención militar de Estados Unidos en México. Durante la más reciente visita de Hillary Clinton a este país, la delegación estadunidense impuso al gobierno de Calderón más elementos de sus agencias de inteligencia y del Pentágono en territorio nacional; además, una “fuerza de tarea” de efectivos estadunidenses que “ayudará” en las zonas más conflictivas, revelan generales y coroneles en activo del Ejército Mexicano. Uno de los militares, quien ocupa un alto cargo en la Secretaría de la Defensa Nacional, asegura que México vive ya una “ocupación” llevada a cabo por los organismos de inteligencia de Estados Unidos. Lo que sigue es la intervención militar disfrazada de operativos binacionales

Coches bomba en ciudades mexicanas y declaraciones e “informes” en los que se afirma que el narcotráfico atenta contra la seguridad de todo el continente precedieron la más reciente visita de Hillary Clinton a México.

Vino a imponerle al gobierno de Felipe Calderón más agentes de inteligencia y una “fuerza de tarea” compuesta por efectivos estadunidenses, a decir de un grupo de generales y coroneles en activo del Ejército Mexicano, quienes solicitan “por el momento” que sus nombres no sean revelados por temor a represalias al interior de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena).

Luego de la visita, las declaraciones de funcionarios estadunidenses acerca de la “peligrosidad” del narcotráfico se multiplicaron y se advirtió que tropas de Estados Unidos podrían cruzar la frontera. El punto más álgido de las demandas ocurrió después del ataque a dos elementos de la Agencia de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) en San Luis Potosí. Uno murió.

Un general de división en activo, que actualmente ocupa un alto cargo en la Sedena, señala que muchos de los actos violentos en territorio nacional son inducidos para que la sociedad mexicana acepte la intervención. La propia Sección Segunda del Ejército, encargada de inteligencia militar, habría encontrado indicios de que la CIA realiza actividades de desestabilización en el país.

Las presiones de la delegación que visitó México el 24 de enero pasado –y que estuvo encabezada por la secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton– fueron tan intensas que obligaron a Felipe Calderón a abrir un espacio en su agenda. Los funcionarios estadunidenses sólo se reunirían con la secretaria de Relaciones Exteriores, Patricia Espinosa; pero el mismo día de la visita se anunció que Clinton y su comitiva también serían recibidas en Los Pinos.

“México no puede”, el pretexto

Clinton fue precedida por una serie de declaraciones de funcionarios estadunidenses en las que cuestionaban la solvencia de las instituciones mexicanas para enfrentar la “amenaza” del narcotráfico. El 12 de enero, el presidente del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, almirante Michael G Mullen, había externado su “enorme preocupación” por la capacidad de violencia de los cárteles mexicanos de la droga. En conferencia con la prensa extranjera acreditada en Washington, había dicho que “la severidad del problema” del narcotráfico se mide, “de manera trágica y triste”, por las miles de vidas que se han perdido (en México) en años recientes”, y que suman más de 35 mil.

El principal asesor del presidente de Estados Unidos en materia de seguridad nacional entonces destacó que el gobierno de Barack Obama está interesado en seguir ayudando a la administración de Felipe Calderón. “Queremos hacer todo lo que podamos, reconociendo, tristemente, que esto va a tomar tiempo”.

Incluso, Mullen habló de lo que hasta ahora ha sido la participación de Estados Unidos en la “guerra” contra el narcotráfico: “Por el lado militar, nosotros hemos estado involucrados principalmente en entrenar y dar apoyo. Hay aspectos de esta guerra contra las drogas que son muy similares al tipo de cosas que hemos visto en guerras en las que hemos estado involucrados”.

Una semana después, el 21 de enero, el portavoz del Departamento de Estado, Philip Crowley, declaró, sin ambages, que los cárteles del narcotráfico de México son una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos. En conferencia de prensa, señaló: “No creo que el tema sea si la estabilidad de nuestra sociedad está en riesgo, pero ciertamente es una amenaza a la seguridad nacional”.

Además, describió a las bandas del narcotráfico como fuerzas que pueden desafiar a los Estados: “Estas organizaciones criminales internacionales poseen bienes, armas y personas que pueden ser un reto para cualquier fuerza de seguridad”.

A tres días de la llegada de Clinton a México, el Departamento de Estado mandó un mensaje claro: en la “guerra” que se libra en territorio mexicano, podrán participar otras naciones: “El nivel de violencia que han traído a México y otros sitios (los cárteles de la droga) es un reto que no es exclusivo para México y Estados Unidos. Ciertamente, debe ser parte de un diálogo de seguridad nacional”.

La pinza se cerró un día después: un coche bomba estalló en Tula, Hidalgo. En el lugar, murió el comandante del Grupo Tula de la Coordinación de Investigación de Hidalgo, Víctor Manuel Peña Pérez; quedaron destrozados completamente el carro que contenía el explosivo y un Jetta blanco en el que viajaban los policías. El clima previo a la llegada de Hillary Clinton parecía corroborar las declaraciones de los funcionarios estadunidenses.

La visita

Durante su visita, Clinton aseveró públicamente que México no tiene otra alternativa que seguir con la estrategia de Calderón. Lanzó elogios al “liderazgo” del presidente mexicano y dijo que las Fuerzas Armadas de este país han avanzado en el respeto a los derechos humanos.

Pero no dijo a lo que realmente vino, explican los militares y coroneles que buscaron a Contralínea desde mediados del año pasado para externar el malestar que existe entre un sector del Ejército Mexicano por lo que consideran una sumisión total del gobierno de Felipe Calderón a los intereses de Estados Unidos.

“Clinton vino a imponer más agentes de sus agencias que ya están funcionando en México”, es decir, la ICE, la agencia antidrogas (DEA, por sus siglas en inglés), la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés), la Oficina Federal de Investigación (FBI, por sus siglas en inglés), la Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF, por sus siglas en inglés) y el Pentágono. “Pero también vino a imponer una ‘fuerza de tarea’ compuesta por efectivos de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos que van a realizar operativos en territorio mexicano”.

A decir del grupo de militares, la “fuerza de tarea” estadunidense trabajaría de manera “conjunta” con las Fuerzas Armadas mexicanas y se desplazarían, como primer objetivo, por las ciudades fronterizas. Luego del “éxito” que obtendrían, se utilizarían en las “zonas más conflictivas” de México.

Estela de declaraciones… y violencia

Dejó Clinton el país, pero el discurso de que México sucumbirá al narcotráfico si no es “ayudado” por Estados Unidos se intensificó. El 27 de enero, el Congreso estadunidense publicó un informe en el que señala que su vecino del Sur se encuentra inmerso en una “crisis de seguridad sin precedentes”, que es posible que sea vencido por lo que llamó “terrorismo doméstico” y que el crimen organizado le disputa a las autoridades el monopolio del uso de la fuerza y de la ley. El informe, elaborado por el Congressional Research Service, también criticó la corrupción generalizada en las instituciones mexicanas.

Pero el 8 de febrero un funcionario de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos dijo abiertamente que tropas de ese país podrían cruzar la frontera con México. Joseph Westphal, subsecretario del Ejército estadunidense, advirtió sobre la posibilidad de que soldados estadunidenses fueran a combatir la “insurgencia” de los cárteles de la droga “sobre nuestra frontera o de tener que enviarlos a cruzar esa frontera”.

Horas más tarde, el funcionario trató de corregir sus declaraciones. Pero el mensaje se había dado. El servidor público estadunidense había dicho también que el narcotráfico podría instalarse en el poder en México si Estados Unidos no hacía algo para impedirlo.

Las presiones sobre México continuaron. Un día después, Janet Napolitano vinculó a Los Zetas con la organización terrorista Al Qaeda. La secretaria del Interior del gobierno de Barack Obama declaró, en una audiencia del Congreso estadunidense, que el grupo que encabeza Osama bin Laden podría usar las redes de los narcotraficantes mexicanos para atacar Estados Unidos. Luego dijo que no hablaría más del tema en una audiencia abierta y que podría hacerlo sólo en sesiones a puerta cerrada.

El 10 de febrero, fue el turno del jefe de la Inteligencia de Estados Unidos, James Clapper. Señaló que la violencia que se produce en México atenta de tal manera contra la seguridad de Estados Unidos que “recientemente hemos elevado todo este tema a la categoría uno, la cual es la más alta”.

Clapper dio al traste con los argumentos de quienes veían imposible una intervención militar en México porque Estados Unidos tenía “otras prioridades”.

Clapper definitivamente descartó que las fuerzas mexicanas puedan controlar el problema del narcotráfico. “Las capacidades militares y policiales [de México] en conjunto permanecen inadecuadas para romper las organizaciones traficantes y contener la violencia criminal”, dijo.

Las presiones públicas y privadas que el gobierno de Estados Unidos ejerce sobre el gobierno de Calderón se han agudizado con el ataque del 15 de febrero a dos “agentes especiales” de la ICE en San Luis Potosí. El policía Jaime Zapata murió. Su compañero Víctor Ávila fue gravemente herido.

La posición oficial de Estados Unidos ante el hecho no se hizo esperar. Janet Napolitano advirtió: “Que no quede duda, cualquier acto de violencia contra el personal de la ICE o de cualquier miembro del Departamento de Seguridad Interna es un ataque contra todos aquéllos que sirven a nuestra nación y ponen en riesgo su vida por nuestra seguridad. La totalidad de los recursos de nuestro departamento está a disposición de nuestros socios mexicanos en esta investigación. Nos mantenemos comprometidos a dar el más amplio apoyo a los esfuerzos de México por combatir la violencia dentro de sus fronteras”.

Un día después, agentes de la FBI ya estaban en San Luis Potosí investigando los hechos. De acuerdo con una nota de María Guadalupe González, publicada en el diario La Jornada el 17 de febrero pasado, a la entidad llegaron funcionarios de alto nivel de la Secretaría de Seguridad Pública federal y la Procuraduría General de la República, “así como un grupo de tarea comandado por la FBI”.

Incluso, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, prometió que su gobierno atraparía a los culpables. El día 16 se comunicó con la familia del agente asesinado para expresarle sus condolencias; pero también les garantizó que su gobierno llevará ante la justicia a los responsables, de acuerdo con Nick Shapiro, vocero de la Casa Blanca.

Los militares reafirman lo declarado a Contralínea el año pasado, publicado en la edición 209 del 21 de noviembre de 2010: existe un plan injerencista llevado a cabo por Estados Unidos y al que se ha sometido el gobierno de Felipe Calderón. Gran parte de la violencia es provocada para que las instituciones castrenses y la sociedad mexicana acepten no sólo que agentes estadunidenses trabajen en México, sino que, incluso, efectivos militares ingresen a “combatir” a los cárteles de la droga.

El grupo de militares y coroneles, entre los que se encuentran algunos adscritos a la Sección Segunda del Ejército (inteligencia), señala que punto por punto se ha cumplido ese plan ante la pasividad de las autoridades mexicanas. Señala que la violencia inducida puede incrementarse para que el país esté en la situación de aceptar la “ayuda” venga de donde venga.

No se permitirá el ingreso de tropas de Estados Unidos: militares retirados

“Puede suceder algo desastroso para nuestro país: la penetración de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos so pretexto de combatir el narcotráfico”, dice a voz en cuello un general de división en retiro desde el Campo Marte, en la ciudad de México. Un público de alrededor de 50 personas, entre las que se encuentran otros 10 generales y cinco coroneles retirados, lo escucha.

Advierte que de ocurrir la entrada de tropas estadunidenses en el país, “grandes contingentes de todos los niveles de la Armada de México no cooperarán con los invasores. Y grandes contingentes del Ejército y Fuerza Aérea mexicanos, desde soldados hasta generales de división, se opondrán abiertamente a los invasores con el apoyo de millones de mexicanos de todo el país”.

Se trata del general de división diplomado del Estado Mayor, en retiro, Roberto Badillo Martínez. La presentación de su libro El complejo militar industrial de los Estados Unidos, en el Club Hípico del Campo Marte, termina en arenga:

“Si la invasión llegara a ocurrir, el actual gobierno que le abrió las puertas a los estadunidenses será repudiado por el pueblo de México”. Luego de los aplausos, y durante la firma de libros, otro general que acude con sus tres estrellas le susurra: “A ver si ya se nos va quitando a los demás ese silencio que tenemos; hasta parece miedo; pero sabes que estamos de acuerdo”.

Exdiputado por el Partido Revolucionario Institucional, el general Roberto Badillo asegura que “existe un plan estadunidense para desestabilizar México; se fraguó en Cuernavaca, Morelos, luego de las elecciones. Estuvieron estadunidenses y el calderonismo. Ahí se decidió sacar a las Fuerzas Armadas de México a las calles”.

Roberto Badillo señala que se está ante una “debacle de la nación”. Dice que el trabajo de los estadunidenses es dividir a las Fuerzas Armadas; por ello las deferencias que tienen con la Marina Armada de México en detrimento del Ejército Mexicano y la Fuerza Aérea. “Y aquí se acepta eso por torpezas al más alto nivel. Se acepta esto porque los civiles que gobiernan aceptan de Estados Unidos lo que sea con tal de que conservar sus cargos”.

Por su parte, el general brigadier Samuel Lara Villa, presidente de la Federación de Militares Retirados, AC, Francisco J Múgica, señala que Estados Unidos siempre ha buscado intervenir en México. “Y lo ha hecho de varias maneras; pero ahora, con un gobierno tan débil como el de Calderón, ve que tiene una coyuntura inmejorable; y parece que ahora ha tomado una acción definitiva”.

Considera que la guerra contra el narcotráfico fue instrumentada por Estados Unidos. “El narco es un invento. El narco está dirigido. Dicen los estadunidenses que están espantados por el nivel que los grupos de narcotraficantes han adquirido. Pero ellos los arman y les compran las drogas”.

Por ello, el general brigadier en retiro le demanda al secretario de la Defensa Nacional que haga pública su posición ante la “injerencia” estadunidense. “El secretario ha guardado silencio. Debía de decir, por ejemplo, si en un principio se había negado a mandar tropa a entrenar a Estados Unidos o Colombia. Después, aclarar si en verdad había aceptado mandarlas. Los militares, por complicidad, no dicen nada acerca de la intervención. Existe una subordinación absoluta a los dictados de Estados Unidos. Las fuerzas militares están plegadas a la actitud entreguista de este gobierno”, lamenta.

El general brigadier y doctor en administración pública José Francisco Gallardo explica el tipo de intervención que Estados Unidos estaría diseñando para México:

“Se trata de una bien planeada operación para entrometerse en asuntos internos de México. No puede haber invasión porque hay más de 20 millones de mexicanos en Estados Unidos y ambos países comparten 3 mil kilómetros de frontera. Lo que sí hay es una anexión, una intervención a través de las propias fuerzas de seguridad y una subordinación de los asuntos de defensa nacional a los intereses de Estados Unidos. Todo se ha realizado por medio de un sistema de adiestramiento y capacitación que reciben las Fuerzas Armadas de México por parte de las de Estados Unidos.”

Destaca que, históricamente, el Ejército Mexicano se resistió a colaborar con las fuerzas armadas de Estados Unidos. “Era el último bastión del nacionalismo en la administración pública”, hasta la firma del tratado de Libre Comercio, la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte, la Iniciativa Mérida, y el inicio de las maniobras conjuntas, la creación del estadunidense Comando Norte, y la reactivación de la Cuarta Flota Naval de Estados Unidos. Ahí quedaron entrampadas y sometidas las Fuerzas Armadas.

“Y cuando eso empezó a suceder, ni el Centro de Investigación y Seguridad Nacional ni el Estado Mayor Presidencial, ni el Estado Mayor de la Sedena (secciones Segunda y Quinta) ni inteligencia naval advirtieron lo que ocurriría… O no sabemos si lo advirtieron y no se tomaron las decisiones.”

Estados Unidos tiene que hacer, pero en su propio territorio: diputados

El presidente de la Comisión Bicamaral de Seguridad Nacional, Gustavo González Hernández, dice no contar con evidencias de que Estados Unidos esté aprovechando la “guerra” contra el narcotráfico para intervenir de manera directa en la seguridad de México.

“Si está pasando, malo”, señala el diputado. Pero reconoce que el gobierno mexicano “ha sido un poco débil en las gestiones diplomáticas”. Explica que el gobierno de Calderón debe exigir a Estados Unidos que frene el consumo de drogas y el tráfico de armas. “Estoy convencido de que este problema no se va a resolver sólo por la lucha que dé México contra los cárteles en el territorio, aunque le eche todas las ganas”, considera.

“Si nada más los enfrentamos a balazos y nunca volvemos a ver a Estados Unidos para decirle ‘oye, espérate, ya haz algo para reducir el consumo’, nunca vamos a salir del problema.”

El priista Rogelio Cerda, secretario de la Comisión Bicamaral de Seguridad Nacional e integrante de la Comisión de Defensa Nacional de la Cámara de Diputados, dice que sí hay una violencia inducida; ataja que no sabe de dónde viene ni qué intereses tiene.

“¿Quién está estimulando perversamente esto y con qué fines? ¿Cuál es el objetivo último de estos hechos violentos inducidos? Lo dejo como una interrogante que me gustaría que alguien pudiera contestarla. Lo que sí puedo decir es que este país está en pie gracias a los militares mexicanos.”

El legislador sí advierte malestar entre los militares, “porque nuestro Ejército es muy distinto a los de todo el continente; es el mejor de América Latina; nació y se desarrolló bajo los principios de la Doctrina Estrada: respeto a la autonomía de los pueblos y el principio de no intervención, algo que ya se ha abandonado en el gobierno federal”.

Explica que las críticas del gobierno de Estados Unidos al Ejército Mexicano –reveladas por Wikileaks en enero pasado– tienen como origen las reticencias de los militares mexicanos a ponerse bajo las órdenes del Pentágono.

“Los estadunidenses quieren tener una misma relación entre las Fuerzas Armadas de los dos países como la que tienen las autoridades administrativas de las dos naciones. Pues no se puede. Son visiones, filosofía, sentido de pertenencia y de respeto por la República totalmente distintas.”

Rechaza que, a pesar de las diferencias de los militares con los civiles, ocurra algún tipo de desacato o rebelión al interior de las Fuerzas Armadas de México.

“El Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea tienen un nivel de amor muy distinto al que tenemos los civiles por la patria; no tengo ninguna duda de que van a seguir trabajando como hasta hoy: defendiendo a las instituciones del país. No más allá de eso.”

27 de febrero de 2011

Clinton y Obama estrechan lazos con México.

La intervención militar estadunidense en México está lista

Pablo Moctezuma Barragán

Estados Unidos “estrecha lazos” con México, a semejanza del lazo que asfixia al ahorcado. El 24 de enero, en medio de un gran aparato de seguridad, llegó la secretaria de Estado Hillary Clinton en su tercera visita a México. Se presentó como parte del “alto mando” de la potencia militar del Norte para respaldar a Felipe Calderón, quien enfrenta un repudio popular cada vez más fuerte por los casi 40 mil muertos de la guerra que ordenó Washington y él asumió; por la carestía, alza de impuestos, gasolina y gas, desempleo, represión, apagones eléctricos, censura a periodistas, la inseguridad, etcétera. Clinton dejó claro que Barack Obama le da todo el respaldo a Calderón ?a quien Washington y la oligarquía pro yanqui colocaron en la Presidencia por medio de un fraude, con la misión de intensificar la integración de México a Estados Unidos que había iniciado el Partido Revolucionario Institucional con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y continuada por el Partido Acción Nacional con la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN)?. También vino Clinton a respaldar al embajador Carlos Pascual, el experto en “Estados fracasados”, que mal quedó luego de que se revelara la forma en que se entromete en la política interna de nuestro país, al grado que se especuló su remoción.

Por supuesto que Clinton no se disculpó por la abierta intromisión de su gobierno en México ni por la injerencia del embajador Carlos Pascual que develó Wikileaks. Tampoco, por los arteros asesinatos de niños y jóvenes mexicanos por parte de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos. Al contrario, la señora, con mucha prepotencia, se puso a dar “indicaciones” al Ejército, al Congreso, como si fuese su jefa. Para el imperio, nuestros asuntos internos son de su competencia. Dice Hillary: “Vamos bien, vamos progresando”. Habla ya de un México integrado a Estados Unidos. ¿Y la Independencia de cada país? ¡La soberanía de nuestro México! Para ellos no existe. Con desparpajo, elogió en público a Calderón: “Es realmente importante subrayar que el presidente Calderón está haciendo lo que un líder debe hacer y que por eso es que el presidente Barack Obama, nuestro gobierno y yo lo apoyamos”, y añadió, con su gran sonrisa: “Soy su fan. Yo creo y admiro mucho lo que está haciendo el presidente Calderón” (sic). No sabemos lo que hablaron en privado, pues la reunión fue en completo secreto y de espaldas al pueblo de México y al de Estados Unidos.

Poco se informó, pero se habló del avance del proyecto –acordado por Obama y Calderón en 2010– de instalación de puertos internos para agilizar el flujo de mercancías en la frontera; es decir, van a “correr la frontera” para que agentes gringos operen en territorio mexicano y las mercancías fluyan ágilmente a Estados Unidos. ¡Las mercancías! Porque a los mexicanos los deportan o los asesinan como a Sergio Barrón, a Sergio Adrián Hernández o a Anastacio Hernández, entre otros. De la libertad de flujo de personas no se habló, pero Carlos Pascual sí habló de “la tecnología moderna [que] nos permite reconceptualizar la frontera como algo más que una línea jurídica que separa a dos países” y de establecer “puertos internos posiblemente en Monterrey y Guanajuato”. Claro que tampoco se habló de que Estados Unidos impida que decenas de miles de armas fluyan “libremente” desde su país y menos de eliminar el muro de la muerte que separa a los dos países y no permite el “libre flujo” entre “socios” y “aliados”. Ese muro está en territorio que Estados Unidos le robó a México en el siglo XIX y que cada vez se parece más al muro que separa Israel de Palestina, en territorio que le robaron a los palestinos. En ambos muros, se asesina a niños con el pretexto de que “avientan piedras”.

Desde la llegada de Barack Obama a la Presidencia de Estados Unidos, la intervención en México ha escalado de forma alarmante, así como la criminalización y discriminación contra los mexicanos que trabajan en aquel país. Recién arrancó su gobierno y comenzó la andanada. Los días 25 y 26 de marzo de 2009, vino Hillary Clinton en su primera visita a México, con toda la plana mayor de las Fuerzas Armadas y policiacas de Estados Unidos, para anunciar la creación de la Oficina Binacional de Inteligencia (OBI), que “coordinará” las fuerzas de seguridad. Dicha Oficina ya está operando en Reforma 265, donde labora el Pentágono, la Agencia Central de Inteligencia, la Agencia Federal de Investigación, la agencia antidrogas y la Immigration and Customs Enforcement (ICE), etcétera.

Es claro –y se constata en la información publicada en el sitio Wikileaks–que Estados Unidos tiene el control y el embajador Carlos Pascual lleva la voz cantante. La OBI opera en Reforma 265 de manera anticonstitucional y violando la soberanía de México. Por otra parte, en 2009, por primera vez en la historia, la Armada de México se integró a las maniobras militares conjuntas con Estados Unidos. Del 20 de abril al 5 de mayo, se desarrollaron las maniobras Unitas 50-09, en las que participó la IV Flota, reactivada en abril 2008 por George Bush (luego de 58 años) para patrullar –con submarinos nucleares– Suramérica, de cara a los procesos progresistas de Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, etcétera. Esa visita de Hillary también trajo consecuencias. Se ha hecho público que la Marina –a diferencia del Ejército– apoya con entusiasmo las indicaciones de Estados Unidos. A dos días de la partida de Clinton, la Marina efectuó operativos militares en el Distrito Federal, en las colonias del Valle, Nápoles y en Iztacalco, preparando la militarización de todo el país y de su capital.

La integración militar –ASPAN entre Estados Unidos, Canadá y México– busca la participación de los mexicanos en las guerras del imperio, como las de Irak y Afganistán. En los proyectos de ley migratorios de Obama, un aspecto fundamental es el de reclutar mexicanos para las guerras del imperio con la oferta de obtener su residencia en aquel país. A su vez, promueven la intervención abierta en territorio nacional. Hillary ha hablado abiertamente de llevar a cabo un plan Colombia para México, lo que significa poner bases militares de Estados Unidos en nuestro territorio.

En la visita de Calderón a Washington, en mayo de 2010, él y Obama hablaron de “asociación estratégica” entre los dos países, pero ¿cómo nos trata el “socio”? El gobierno de Obama ha aumentado las redadas y las deportaciones ?tres veces más que en el gobierno de Bush?­: en 2010, 400 mil migrantes fueron deportados. Ha militarizado la frontera con 20 mil guardias nacionales y drones –que pueden ser ocupados para bombardear como en Pakistán, donde han matado 2 mil 500 personas en seis años.

En el gobierno de Obama, se ha intensificado el asesinato de mexicanos, y es un contraste la forma en que el gobierno de Francia defiende a su ciudadana Florence Cassez, con la nula defensa del gobierno de Calderón frente a los continuos asesinatos de mexicanos por agentes de Estados Unidos, que se han vuelto más descarados durante la administración de Obama. De los asesinatos cometidos por los patrulleros fronterizos, no se dijo ni media palabra durante la visita de Hillary. Los asesinos quedan en la impunidad.

De modo que el gobierno de Obama ha intensificado el sometimiento de nuestro país y la represión a los mexicanos, rompiendo todas las ilusiones sobre el demócrata y Premio Nobel de la Paz, quien en su reciente informe a la nación, del 25 de enero, ni siquiera hizo una mención a México. Pero sus funcionarios sí que han desatado una ofensiva declarativa para preparar el terreno para la intervención directa. El subsecretario del Ejército de Estados Unidos, Joseph Westphal, declaró, el 8 de febrero, que en México hay “una forma de insurgencia” encabezada por los cárteles de la droga y que podrían “tomar el gobierno”, lo cual llevaría a una invasión militar directa de Estados Unidos en nuestro territorio. Westphal se disculpó posteriormente: dijo que era una posición “personal” y no “oficial”. Pero al día siguiente, Janet Napolitano especuló en el Congreso estadunidense sobre una posible alianza Zetas-Al Qaeda, y advirtió sobre una respuesta “muy muy vigorosa”; dijo trabajar muy de cerca con Calderón y tener individuos en México “trabajando estos temas”. Habló de estar trabajando con México para llevar a un final la guerra”. Es claro que toman la guerra en México (desatada a iniciativa de Estados Unidos) como un asunto interno, y que preparan a la opinión pública para una intervención militar directa de Estados Unidos, con el pretexto de salvaguardar su seguridad interna. Paso a paso, avanzan sus planes de anexión de México. Y luego de la declaración de Janet Napolitano, a las 24 horas fue James Capplan, jefe máximo de Inteligencia del gobierno de Barack Obama, quien dijo que México ha sido elevado a la categoría más alta como amenaza potencial de Estados Unidos. La realidad es lo opuesto: Estados Unidos es la amenaza real más grande para la seguridad y la soberanía de México. Luego, el 15 de febrero, dos agentes de la ICE, que depende de Napolitano, fueron atacados en San Luis Potosí; uno murió. ¡¿Qué hacían agentes de la ICE en ese estado?!

Los planes de Estados Unidos y la oligarquía pro yanqui contra México son claros, pero los planes de nuestro pueblo son otros. La soberanía radica en el pueblo. En Túnez, con 15 días de movilizaciones, se logró la caída del dictador Ben Alí; en Egipto, tras 18 días de manifestaciones de millones de personas, Hosni Mubarak fue derrocado. De nada les sirvió a ambos todo el apoyo que recibieron de Washington y del gobierno de Israel. Los pueblos deciden. El regreso de Carmen Aristegui a la radio se debió a la movilización popular en su apoyo. El plan del pueblo mexicano aspira a la renovación democrática y a la plena soberanía, y tiene una fuerza potencial colosal, contra la que no puede el imperio del Norte. Ha llegado el momento de reafirmar nuestros derechos.

Ya somos millones de mexicanos organizándonos para recuperar la plena soberanía de nuestra patria. Que no hagan cuentas alegres los estrategas imperiales de los vecinos del Norte y la oligarquía pro yanqui. Ellos han avanzado en sus planes con el total sometimiento del gobierno de Calderón; pero el pueblo de México tiene su propio proyecto alternativo y un futuro que defender. Un futuro soberano, por supuesto.

28 de febrero de 2011

Miguel Badillo

La guerra que viene: listas las tropas invasoras de EU

Mucho antes de que Felipe Calderón termine su mandato, menos de dos años si logra concluirlo, las tropas de Estados Unidos habrán invadido territorio mexicano. El pretexto es el mismo, narcotráfico y violencia, que ahora ha provocado un clima intervencionista mediante declaraciones constantes de funcionarios y militares estadounidenses, sin descontar que también Naciones Unidas se sumó a la crítica y mediante un pronunciamiento preparó el camino para que “fuerzas de tarea” estadounidenses ingresen a territorio nacional: las bandas del narcotráfico que operan en México son una “superpotencia”, dijo la ONU.

Primero fueron declaraciones de jefes policiales y de funcionarios del Departamento de Estado, incluida Hillary Clinton; después se sumaron militares y representantes de agencias de inteligencia estadounidenses, para quienes la debilidad de Calderón se ha traducido en fuertes presiones políticas que le impiden gobernar y mantener bajo control al país.

Este clima intervencionista subió de tono cuando se revelaron en WikiLeaks las críticas del gobierno de Estados Unidos al Ejército Mexicano, a los cuerpos policiales y al mismo presidente de la República, a quienes la diplomacia estadounidense consideran incapaces de hacerle frente al crimen organizado que mantiene en jaque al país y que ha desatado la peor violencia de que se tenga memoria, con 35 mil muertos en sólo cuatro años.

El colmo de la sumisión ocurrió la semana pasada, cuando Felipe Calderón tuvo que viajar a Washington para explicar personalmente a Barack Obama el resultado de su “guerra” en contra de los cárteles del narcotráfico que, a los ojos de Estados Unidos, representan un serio peligro a la seguridad nacional de ese país, al grado de calificarlos como una “narcoinsurgencia” con capacidad de tomar el poder y el control del país.

En la conferencia de prensa que ambos mandatarios rindieron al final de su encuentro, se refirieron sólo a la petición que hizo Obama motivado por el ataque armado a sus agentes, ocurrido hace unos días en San Luis Potosí, en donde uno de ellos perdió la vida y otro resultó herido. El presidente de Estados Unidos solicitó que el gobierno mexicano permita a los policías de sus diferentes corporaciones (CIA, DEA, FBI y Aduanas) portar armas para defenderse cuando circulen por territorio mexicano, a lo que Calderón respondió que revisaría junto con el Senado de la República esa petición.

Obviamente esa exigencia de Obama fue lo menos importante de la reunión entre los mandatarios, pues es sabido que los agentes estadounidenses adscritos a la embajada de ese país en México, desde hace muchos años portan armas, realizan interrogatorios ilegales a testigos protegidos, tienen casas de seguridad que utilizan como centros de espionaje y de intervención de comunicaciones y participan en operaciones de persecución en contra de cualquier persona en México que signifique un riesgo para su país, sin importar si son políticos, legisladores, empresarios, periodistas, luchadores sociales o simples delincuentes.

La verdadera presión del presidente de los Estados Unidos en dicho encuentro, fue para que Felipe Calderón autorice el acceso de las fuerzas militares de ese país a territorio nacional, en el momento que lo consideren necesario, pues para ellos el presidente mexicano ha perdido el control del país y eso pone muy nerviosos a los grupos ultraconservadores estadounidenses, sobre todo porque vienen procesos electorales, 2011 y 2012, que al gobierno de Obama le preocupan y en donde todo hace prever que el Partido Acción Nacional perderá la Presidencia de la República. Esto es para Obama el verdadero peligro, pues ha encontrado en el PAN y en Calderón aliados incondicionales y débiles, por lo que prefiere que ese partido a modo siga al frente de la Presidencia de la República.

Aunque en Washington durante la conferencia de prensa entre Obama y Calderón el tema que dominó y atrajo la atención de los medios de comunicación, fue la situación en Líbano y el inminente ataque de las fuerzas estadounidenses, la otra guerra que no pasó de desapercibida fue la que se libra en la frontera sur de Estados Unidos.

Los analistas estadounidenses dedicaron, sin embargo, sus reflexiones respecto ala inesperada visita del presidente mexicano y la debilidad que exhibe la relación bilateral entre México y Estados Unidos, la cual se vio profundamente lastimada por las revelaciones hechas a través de WikiLeaks, en las que se critica la actuación del gobierno y de su Ejército, del cual dicen tiene una gran aversión al riesgo.

A pesar de la tensión del encuentro, Calderón prometió a Barack Obama que hablaría ante las cámaras de Senadores y de Diputados para que se permita a los agentes estadounidenses que transitan por el territorio mexicano portar cierto tipo de armas. La muerte del agente de la agencia de migración estadounidense, Jaime Zapata, provocó también que en Estados Unidos se comiencen a revisar las políticas dirigidas a la protección de agentes migrantes. Calderón pidió además que se tomaran acciones contundentes en Estados Unidos para frenar la llegada de armas y dinero ilícito hacia México.

A cambio, Obama aseguró que haría todo lo posible porque, en línea con lo observado en la Iniciativa Mérida, se liberaran los equipos, el dinero y la capacitación prometida. Estamos hablando de al menos mil 600 millones de dólares. Obama también mencionó los programas educativos que en ese país ayudarían a reducir el consumo de droga.

Pero en Estados Unidos se observa que la relación con México podría entrar a una peligrosa espiral y aunque el destino de ambos está ligado por cuestiones geográficas, del otro lado de la frontera se observa con pesimismo el resultado de esta crisis. Las razones para superarla son muchas: México es prioritario para Estados Unidos; es el segundo mercado para sus productos de exportación; es la más grande fuente de migración, y es un gran socio para operaciones financieras multilaterales.

La “guerra” informativa de EU

Un minucioso recuento sobre la guerra de declaraciones que ha desatado el gobierno de Estados Unidos como una forma de presión en contra de su homólogo mexicano, lo hizo el reportero Zósimo Camacho en la revista Contralínea, quien desde finales del año pasado ha documentado de cómo militares en activo, generales y coroneles –que ocupan cargos operativos en el Ejército Mexicano– han manifestado su preocupación y enojo con Felipe Calderón ante una posible invasión militar de Estados Unidos en México

En las reuniones con el reportero, los generales del Ejército se han mostrado frustrados por la política entreguista de Felipe Calderón, obsequiosa ante los duros del Pentágono, y advierten que se construye el “escenario” con la anuencia del gobierno para el ingreso de tropas estadounidenses a territorio nacional.

Los militares entrevistados señalan que una parte del caos y la violencia en ciudades mexicanas es inducida desde el exterior con la anuencia del gobierno federal, mientras que especialistas en seguridad nacional coinciden en que se generan las condiciones que justifiquen una “cooperación más estrecha” en el plano militar entre ambos países

El pasado 18 de junio, la Organización de las Naciones Unidas calificó como “superpotencia” a las bandas del narcotráfico que operan en México. El hecho apenas mereció unas líneas en páginas interiores de algunos medios impresos, pero militares de la Segunda Sección del Ejército Mexicano (encargada de las labores de inteligencia) terminaron por desesperarse: observan como inminente la llegada de tropas estadounidenses al país, una demanda de los sectores castrenses más duros de la Defensa Nacional de Estados Unidos.

Zósimo escribió que los militares, acostumbrados a callar sus diferencias con los civiles y renuentes a comentar las discrepancias al interior de las Fuerzas Armadas, esta vez prefieren hablar. Señalan que parte de la violencia que se ha desatado en las últimas semanas podría ser “inducida”. Y acusan al gobierno de Felipe de Jesús Calderón Hinojosa de preparar el “escenario” para una intervención estadounidense abierta.

Ese escenario se presentaba en los últimos meses del año pasado, por lo que ahora después del encuentro entre Calderón y Obama en Washington, no hace otra cosa más que confirmar ese temor y enojo de los militares mexicanos en contra de su presidente.

Los generales aseguran contar con información de que los atentados con carros bomba (uno realizado en Ciudad Juárez, Chihuahua, el 16 de julio, y dos más en Ciudad Victoria, Tamaulipas, el 26 de agosto de 2010) pudieron no ser obra de las bandas de narcotraficantes. Incluso, es probable que no hayan sido realizados por mexicanos.

“No es el modus operandi de los cárteles ni de los grupos armados con reivindicaciones políticas”, dice uno de los divisionarios que solicita mantener bajo reserva su identidad. Agrega que en círculos castrenses existe inquietud ante la desestabilización del país y las acciones del gobierno federal que, más que contenerla, parecen propiciarla.

Durante la más reciente visita de Hillary Clinton a este país, la delegación estadounidense impuso al gobierno de Calderón más elementos de sus agencias de inteligencia y del Pentágono en territorio nacional; además, una “fuerza de tarea” de efectivos estadounidenses que “ayudará” en las zonas más conflictivas.

Luego de la visita de la secretaria de Estado, las declaraciones de funcionarios estadounidenses acerca de la “peligrosidad” del narcotráfico se multiplicaron y se advirtió que tropas de Estados Unidos podrían cruzar la frontera. El punto más álgido de las demandas ocurrió después del ataque a dos elementos de la Agencia de Inmigración y Aduanas en San Luis Potosí.

Un general de división en activo, que actualmente ocupa un alto cargo en la Sedena, señala que muchos de los actos violentos en territorio nacional son inducidos para que la sociedad mexicana acepte la intervención. La propia Sección Segunda del Ejército, encargada de inteligencia militar, habría encontrado indicios de que la CIA realiza actividades de desestabilización en el país, tal y como lo hace en todo el mundo esa agencia de espionaje.

Las presiones de la delegación que visitó México el 24 de enero pasado –y que estuvo encabezada por la secretaria Hillary Clinton, fueron tan intensas que obligaron a Felipe Calderón a abrir un espacio en su agenda. Los funcionarios estadounidenses sólo se reunirían con la secretaria de Relaciones Exteriores, Patricia Espinosa, pero el mismo día de la visita se anunció que Clinton y su comitiva también serían recibidas en Los Pinos.

“México no puede”, el pretexto

Clinton fue precedida por una serie de declaraciones de funcionarios estadounidenses en las que cuestionaban la solvencia de las instituciones mexicanas para enfrentar la “amenaza” del narcotráfico. El 12 de enero, el presidente del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, almirante Michael G Mullen, había externado su “enorme preocupación” por la capacidad de violencia de los cárteles mexicanos de la droga.

En conferencia con la prensa extranjera acreditada en Washington, había dicho que “la severidad del problema” del narcotráfico se mide, “de manera trágica y triste”, por las miles de vidas que se han perdido (en México) en años recientes”, y que suman más de 35 mil.

El principal asesor del presidente de Estados Unidos en materia de seguridad nacional entonces destacó que el gobierno de Obama está interesado en seguir “ayudando” a la administración de Felipe Calderón. “Queremos hacer todo lo que podamos, reconociendo, tristemente, que esto va a tomar tiempo”.

Incluso, Mullen habló de lo que hasta ahora ha sido la participación de Estados Unidos en la “guerra” contra el narcotráfico: “Por el lado militar, nosotros hemos estado involucrados principalmente en entrenar y dar apoyo. Hay aspectos de esta guerra contra las drogas que son muy similares al tipo de cosas que hemos visto en guerras en las que hemos estado involucrados”.

Una semana después, el 21 de enero, el portavoz del Departamento de Estado, Philip Crowley, declaró, sin ambages, que los cárteles del narcotráfico de México son una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos. En conferencia de prensa, señaló: “No creo que el tema sea si la estabilidad de nuestra sociedad está en riesgo, pero ciertamente es una amenaza a la seguridad nacional”.

Y como el gobierno panista no puede, los mexicanos debemos prepararnos porque viene lo peor de esta “guerra” contra el narcotráfico y la inminente invasión estadounidense.

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