viernes, 1 de octubre de 2021

BOTELLÓN: SALIR ES COSA DE RICOS

 

BOTELLÓN: SALIR ES COSA DE RICOS

CRISTINA FALLARÁS

Más de un millar de jóvenes han participado durante la madrugada del sábado en el primer gran botellón de las fiestas de San Mateo de Logroño.- EFE

Lo recuerdo. Salíamos por las noches los fines de semana para encontrarnos con amigas y amigos, tomar unas cañas en algún bar y acabar bailando en una discoteca. Servía para conocer gente nueva y desfogarte, para charlar, divertirte, reírte, celebrar la amistad y bailar, bailar mucho. También servía para mantener relaciones sexuales y, en general para ligar. De ahí salían muchas veces parejas. También solía pasar que varias de las amigas o de los amigos nos juntáramos para compartir piso. Salir por las noches servía, o sea, para tener relaciones sociales y —bien por parejas, bien compartiendo— abandonáramos el hogar familiar.

 

Esas cosas ocurrían en bares, discotecas y salas de conciertos, principalmente. ¿Cuál era y es la característica común a todos esos lugares? Que valen dinero. Imaginemos un grupo de pongamos cuatro jóvenes de entre 18 y 25 años. Ahora metámoslos en un bar. ¿Qué pueden hacer, en su mayoría, después de la primera caña? ¿Permanecer de pie? En una discoteca o sala de conciertos sencillamente no entran, porque no les llega ni para pagar la entrada.

 

Salir de casa, encontrarte con personas de tu edad, charlar, bailar y entablar relaciones de amistad, íntimas o no íntimas forma parte necesaria de la manera en la que está organizada nuestra sociedad. Cualquier madre, cualquier padre que ve cómo su hija o hijo pasa fin de semana tras fin de semana encerrada en casa se preocupa seriamente. Normal. Pero si esa juventud no tiene para pagar la entrada de una discoteca o un par de copas, ¿qué se supone que deben hacer?

 

Pues quedan, hacen un fondo común y se juntan donde buenamente pueden. O sea, parques, playas y descampados. Entonces, la población adulta se echa las manos a la cabeza y clama contra el llamado "botellón".

 

¿Por qué nadie dice que no pueden permitirse unas relaciones sociales que hasta hace nada considerábamos imprescindibles como forma de socialización? Así de sencillo, como forma de tejer la sociedad. Y quien no esté de acuerdo que me diga si pasó todas las noches de fin de semana de su juventud sentada con su padre frente al televisor.

 

Lo anterior sucede con más del 50% de los jóvenes menores de 30 años que trabajan. ¡Los que trabajan! Los salarios no les dan para vivir. Pero es que el 40% de los jóvenes no tiene ni esa precaria remuneración, porque están en paro. En el caso de ellas, de las jóvenes, como en todo, las cosas son sensiblemente peores. En el caso de tener trabajo (menos de la mitad lo tiene), la diferencia salarial con sus compañeros es del 17%.

 

En resumen: si tienen algo de dinero, muy poco en cualquier caso, no pueden comprarse unas cervezas e ir a casa a tomárselas, porque no tienen casa. Si no tienen dinero, se van al parque o a la playa para al menos ver gente de su edad. Tanto si tienen poco como si no tienen nada, es su única opción. Eso, o encerrarse en su dormitorio y pasar la noche pegados a una pantalla. Pero, claro, ese es otro tema que tiene a los adultos muy preocupados.

 

Entonces, ¿qué? ¿Los asamos y vendemos fiambre de carne joven?

 

Todo este asunto del botellón no tiene que ver con la chavalería, sino con nosotras, sus madres y padres: No te pasas el día en tu habitación, no te pases el día frente al ordenador y el móvil, no salgas a la playa o el parque a organizar una fiesta con tus colegas… Quedo a la espera de que alguien me explique qué se espera, pues, que hagan los ciudadanos y ciudadanas de este país que tienen entre 16 y 30 años para trabar relaciones, conocerse, disfrutar, planear una vida futura, dar salida a la presión de una sociedad que sale de una pandemia empobrecida y de un sistema laboral que los explota como a esclavos y esclavas. Y de paso, que me explique también de dónde saldrán los hogares con descendencia, o sea, cómo nacerán criaturas.

 

También podríamos dejar claro de una vez por todas que la fiesta y el ocio nocturno son cosa de ricos. No sé si nos iba a gustar mucho la respuesta de la juventud que no tiene pasta, la inmensa mayoría. Pero probablemente tendrían razón.

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