EL SEXO DE DOÑA LEONOR
ANÍBAL MALVAR
Portada
de 'El Mundo'.
Nuestros viejos periódicos son como esas bisabuelas de los pueblos que te siguen preguntando, a tus ochenta años, si todavía no te has echado novia. Con las mujeres es peor, como todas sabréis. Y este caso va de mujeres. Concretamente, de doña Leonor, hija de Felipe de Borbón y Nosénada (antes El Preparao) y nieta de Juan Carlos I, en cuyos supuestos paraísos fiscales nunca se pone el sol.
La chismografía
periodística nos informaba esta semana de que en el UWC Atlantic College, donde
estudia nuestra futura reina, se había celebrado una fiesta de alto contenido
sodomítico y gomórrico, o sea, una fiesta queer, convocada para celebrar la
diversidad sexual entre los adolescentes. Esto nos pasa por no mandar a Leonor
a un colegio del Opus con sus cilicios, sus cinturones de castidad y sus
presuntos abusos sexuales como Dios manda (España es el único país medio
civilizade aun no ha investigado ni enjuiciado a sus millardos de curas
pederastas).
A esta fiesta
queer, en la que Leonor tuvo la prudencia de no dejarse fotografiar con bigote
de Freddy Mercury, hay que añadir el escándalo de que monarquías como la
holandesa y la sueca anden ya planteándose los deberes legislativos para el
albur de que les salga un heredero maricón o una princesa lesbiana.
--Tranquilidad, que
ya se ve que la heredera no va a cambiar las carrozas del Palacio de Oriente
que tanto polvo acumulan del desuso por la cabalgata del Orgullo Gay--,
aventura en El Mundo el columnista Eduardo Álvarez.
Como si las
carrozas del Palacio de Oriente tuvieran la dignidad, la aceptación social y la
belleza con que fardan cada año las carrozas del Orgullo.
--Que se eche
pronto novio doña Leonor y que me quiten este cáliz de encima --, clama cual
bisabuela ruralísima el opinador de El Mundo.
Nuestra derecha, de
tan conservadora, propende a vindicar tradiciones predecimonónicas que dejan un
tufillo en el ambiente, y caen en ridículos como el citado. "Que se eche
pronto novio doña Leonor" es algo que nunca pensé que llegaría a leer en
un periódico del siglo XXI.
Se cuenta que los
hijos de Juan Carlos (con Felipe a la cabeza) convencieron al emérito de que no
se divorciara de Sofía para casarse con Corinna con este argumento: "Somos
una monarquía católica". Con la Iglesia topa en España hasta el zangolotino
Juan Carlos. Anacronismo e hipocresía, los dos pilares, junto a la corrupción,
que sustentan nuestra borbonía. Felipe VI le exige a su padre que no se
divorcie a pesar de estar casado con una divorciada. Da sonrojo escribir sobre
estas cosas en tiempos de metaversos, poliamores y bitcoins. Cualquier día
recuperan la tradición de meterle un meñique en la vagina a la princesa novia
para comprobar que llega virgen al matrimonio.
Según las
encuestas, nuestra monarquía sigue teniendo una gran aceptación social. Si se
convocara hoy un referéndum entre monarquía y república, el empate técnico nos
dejaría, virgencita, como estamos. Pidiendo a nuestras princesas adolescentes
que se echen novio para disipar dudas (¿dudas sobre qué, y a quién carajo le
importa?).
Yo no sé qué
pensará esa niña (ahora la miro como niña, no como princesa) cuando lea estas
atrocidades. Que supongo que las leerá. Vanidad y preocupación adolescentes. A
nosotros nos están arrebatando la verdad y a ella la vida. Ignoro qué será
peor. Pero hoy esa niña, por nuestros periódicos, sabe que si se enamora de una
mujer va a tener y dar serios problemas. Siempre lo he escrito. A mí, tratando
este asunto, me despreocupa totalmente el debate entre monarquía y república. A
mí lo que me preocupa es la niña. Quizá no tanto como cualquier niña de la
Cañada Real, pero también.
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