OSTRÁCICO
AIZPURUA tar JOSU Mª
Eran los años 58
del Régimen del Caudillo, y entre los pupitres caminaba el profesor de FEN,
camarada Laguna, en el siniestro colegio de Indauchu. Mi libro de FEN (Formación
del Espíritu Nacional) estaba embellecido con bigotes, barbas y parches de
pirata sobre los “héroes” del fascismo, esos que hoy aún perduran en Santa Cruz
de hechos del alcalde folletín y sus “nacionalistas”.
El profesor se detuvo, pasó las páginas de mi texto, y continuó el paseo. Dejé de existir para él, me ponía un aprobado en los exámenes que eran de cero, y degusté por primera vez del ostracismo, que ya en adelante me persiguió con saña. Era invisible para el Poder, al parecer no tenía “remedio”.
Y hoy mi modesta
aportación a este BLOG, también es seguida de lejos. Un “amigo” espontáneo me
anuncia de un “expediente en marcha” por el que deberé pasar ante la autoridad
a responder. A mis 75 años y enfermo terminal, la cosa me causa risa y escribo
más por si acaso no tienen suficiente tema. Ya una vez me quisieron enjuiciar
como “terrorista” por qué escribía Pueblo Vasco, con mayúsculas. Ningún juez se
atrevió. Pero hoy son más rastreros.
¡Qué poco
avanzamos!
Para mi
personalidad, el ostracismo me viene perfecto; el “estar invisible y no
socializar” es mi situación favorita y ni siquiera en mis escritos pongo mi
nombre, pues casi siempre uso pseudónimos, aunque en este Blog no lo hago pues
hay que dar la cara por Canarias, pero en el propio uso el pseudónimo de
“Negromirena” que era como me llamaba mi compañera de vida en la Isla caribeña.
Ya no escribo en él y sólo lo hago en el de Anghel, por mi admiración a su
trabajo coplero y por qué su aportación a la canariedad y literatura es algo
notable y valioso. Me cuesta escribir, pero para Anghel; no.
Ostrácico perdido,
camino renqueante pero contento por que hice lo que pude, o como dicen los
irlandeses “hice lo mío”. Hoy vivimos sin escuchar, y con notoriedad efímera,
por lo que el ostracismo no importa si sabes que núcleos pequeños, pero
innovadores, leen tus escritos y los comentan con sus compañeros y a ellos les
ayuda a replantear sus presupuestos; ese es mi objetivo. No es timidez ni
desprecio; es que yo, como Antón Pirulero, atiendo a mi juego.
Una gran mentira
nos invade, nos gobierna y pretende perpetuarse. Saber que no soy de ellos me
ilumina la sonrisa al despertarme, y me da fuerzas para coger la pluma para
evitar que nos contagien.
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