LOS SIETE RISCOS....8
DUNIA SÁNCHEZ
En el origen
central del monasterio miro el pozo. Hacía allí se dirigía sus pisadas
cimbreantes, indecisas inmiscuidas en la celeridad de su razón. Una razón que
asoma a un pozo con agua y la lluvia empezaba y la lluvia vertiginosa y grosera
apaleaba su espaldas, sus ropas. No dejaba mirar el pozo, aguas turbias
desfiguraba su rostro. Se veía con un sudor febril que lo conducía a la
desorientación de sus dictámenes ¡ Tu, Dios ¡ ¡Me hostigas con el dolor de mi pueblo¡ ¡Qué decirles¡
¡Qué decirles, te lo suplico¡ El cura muerto en vida, con el temor de tumbas
sobre sus ojos gritaba y gritaba con una voz temblorosa, atizada por el pánico
y el terror. La aldea se hunde cada estación más y más. Y ahora rozando el
invierno que será de nosotros, los siete riscos donde andan esas malévolas
mujeres nos empujan al desorden, al caos ¡Ay Dios¡ no nos aflijas así.
Detenlas, amarraras en la nada, en las tinieblas de la inexistencia. Hay que
acabar con ellas, descuartizar cada parte de sus cuerpos y echarlos a la
hoguera ¡Ay Dios¡ No hay perdón para esas bestias del infierno. Y la lluvia
cada vez más densa, cada vez más desatinada aprisionaba más y más los ojos
descolocados del cura que se enfilaba al pozo. No se conocía, un estado
comatoso recorría su mente enferma, su
mente separada de la realidad ¡No¡ ¡No habrá perdón para esas almas de la mala
fortuna, de sanguinarios sentidos ¡ ¡No¡
¡No habrá perdón¡ ¡No¡ ¡No habrá perdón¡ De rodillas cayó al suelo donde el
barro y la impertinente lluvia hace de él un amasijo de alma en pena que vaga
en el sin orientación. De pronto, el abad asomado a la puerta lo divisa. Por
sus pensamientos no discurre nada, enfurecido y energético ante la escena
deprimente, calamitosa se dice ¡Pobre diablo¡ Ante la mirada atónita del abad y
sin darse cuenta que se acercaba a él se erguió de nuevo. Otra vez sus ojos
descoloridos, desorbitados se
cayeron en ese pozo ¡No¡ ¡No habrá
perdón¡ ¡No¡ ¡No habrá perdón¡…
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