LOS SIETE RISCOS. ...10 y 11
DUNIA
SÁNCHEZ
Llega la calma allí
en los sietes riscos, allí en la aldea. La lluvia enmascarada por un cielo
fielmente celeste perfecto. Una limpieza que hace que todos miran hacía él y
arrodillarse ¡Bendito sea Dios¡, se escucha la voz acoplado a un murmullo
incesante en la aldea. La niebla invisible ahora hace que todos vivarachos se
encadenen a sus rutinas. Las siete mujeres de los siete riscos miran
maravilladas por lo agraciada, por el don de esa tierra. Todo verde que en
contraste con la bóveda celeste daba un cierto aroma a equilibrio, a paz. Se
recogían a las puertas de cada una sus cuevas y desde allí vigilaban el
tranquilo océano, el cotidiano andar de la aldea. Un océano cuya calma les
hacia respirar a las siete mujeres de los siete risco bienestar, benevolencia.
No sabían cuando se verían , pero algún día cuando las normas de la naturaleza
les indicará y se encontrarían. Se darían las manos, se abrazarían, se besarían
y después el retorno a cada una de sus grutas. Cuevas donde ellas hacían cada
una lo que más le gustaba. Comienza una música bella, con sus manos rasgueaba
un arpa construido por ella misma ahí, donde la insonoridad y el sonido de las
olas era sutil. Un arpa con ojos cerrados danzando la melodía de la
buenaventura, de las dulces aves que se posaban a escucharla. Una música que resonaba en
aquellos siete riscos oyéndola aquellas seis mujeres. Ellas quedaban
embelesadas con la exquisitez poblando cada uno de sus espíritus. Y les entraba ganas de bailar, así, al son de
la mañana, al son del arco iris bienvenido en aquellos lares. Y bailaban, se
dejaban ir en el curso de la música, con su ritmo, con esas notas agraciadas de
calma. Unas notas que se alargaban hacían debajo de los riscos y llegaba al pueblo.
Algunos la escuchaban, otros no. Solo aquellos que están en discordia con lo
que le habían hecho oían la armonía de su arpa y se alegraban porque aun estaba
rondando la existencia y, otros lloraban por el aislamiento que estaba
sometida. Melodía voladora, impregnada de pétalos de amor para cada uno de los
oyentes.
LOS SIETE RISCOS...11
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La jornada
continua, las ballenas que escuchan salen a la superficie y con un canto a la
vez de gratitud y melancólico callan al arpa. Las siete mujeres de los siete
riscos las siente y una de ellas, la que escribe se ve envuelta en las mareas
del ayer. Esas mareas en estado tempestuoso que le arrebataron a su amado. Como
sumisa a un sueño largo comienza a escribir, comienza a recitar ese pasado
arrasado por las corrientes marinas, por un mar de fondo revuelto y mentiroso
que se lo llevo.
Te veo
Imagen condicionada
por el rumor de las ballenas
Que aquí están.
Llorar y llorar
En el auge de sus
cantos penosos
En lo ancho y
mortal del oleaje.
Te veo
Vienes a mí,
Lánguido, con los
labios atados al adiós.
Adiós al amor.
Adiós a las
caricias de tus labios
Adiós al perfume de
tu vientre.
Te veo
Vienes a mí,
Con el amargo
aliento del tiempo pasado.
Las ballenas azules
se callaron ante la triste palabra de esa mujer. Todas, eran lágrimas por la angustia de sus versos.
Y el arpa trato de arreglarlo con una balada danzarina, risueña en aquellos
siete riscos. Entonces, la escritora como si de una pesadilla se tratase
despertó. Escucho el ritmo feliz y fue olvido de su pesar. Pesares y pesares,
las siete mujeres de los siete riscos tenían de alguna manera un pesar. Un pesar llevado por el viento
fuerte de las estaciones que pasaban por sus cuerpos. Un pesar lejano que
alguna que otra vez venía pero se iba como portentosa amabilidad y concordia a
su hoy. Un pesar que todos llevamos pero que no se delata de manera maliciosa sino efervescente construcción de nuestros
pilares en las singladuras que quedan por vivir. Un pesar de todos los errores
de ese ayer de esas siete mujeres de los siete riscos. Sí, ese ayer, por qué
también nos equivocamos y a veces en una infinidad de ocasiones. Pero bien, así
es la existencia, rectifican, borran y toman el relevo bueno para seguir. Sí,
seguir como siete mujeres de los siete riscos en valentía y fortaleza...Y el
arpa era caravana de inquietantes sonrisas para todas, reírse solas, por qué
no. Todo es saludable en esos siete riscos donde todo a veces es quietud
enhebrada por la visión de las sietes mujeres del todo, de la nada
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