LA SENTENCIA DE LA MANADA
EN LOS PLATÓS
ANA BERNAL-TRIVIÑO
La sentencia de la
Manada vuelve a reforzar la justicia patriarcal. Y, esperando el peor de los
pronósticos, la pena es que hasta respiro aliviada por el mantenimiento de la
pena cuando, a veces, incluso sospechaba una absolución. También respiro algo
más cuando leo esos dos votos particulares frente a aquel vergonzoso “jolgorio”
que apuntaba el magistrado Ricardo González.
Ahora se muestra
que la interpretación de los hechos, incluso con jurisprudencia, puede ser
calificada de forma diferente y que dos de los magistrados reconocen la
existencia de una “intimidación ambiental”. Es decir, que te rodean cinco
tiarrones, que te desvisten, que se aprovechan de ser más, del estado de shock
de la víctima (acreditado en el informe forense) y de la planificación de la
agresión. Lo que dos magistrados califican de “encerrona” y de un plan que
estaba previsto por ellos. Además,
recalcan que hay un carácter “particularmente degradante o vejatorio”. Hay un
problema grave y es que cuando no hay unanimidad frente a una violación es
porque nuestro testimonio, un informe forense o unos vídeos, aunque resulten
creíbles, siempre van seguidos de un “pero”. Un ‘pero’ que nos subestima, que
nos daña, que nos deja indefensas. Al final, el fallo, cree de nuevo a la
víctima, pero vuelven a decir que es abuso. De nuevo, la duda cae en nosotras,
y el in dubio pro reo beneficia, en parte, a los condenados.
El abogado de
cuatro de los acusados en el caso de La Manada, Agustín Martínez Becerra, posa
junto a la Ciudad de la Justicia de Málaga. EFE/Daniel Pérez
El abogado de
cuatro de los acusados en el caso de La Manada, Agustín Martínez Becerra, posa
junto a la Ciudad de la Justicia de Málaga. EFE/Daniel Pérez
Desde la salida de
la sentencia, hemos sido muchas las personas que hemos hablado en platós de
televisión. Entre ellos, como es normal, la defensa de los acusados. Y, entre
ellos, el abogado Agustín Martínez. En Antena 3 expresó que “las relaciones
fueron consentidas, allí menos dolor hubo de casi todo”. También cuestionó a
Susana Griso: “¿me va a decir a mí que conoce mejor la aplicación del derecho
que estas dos magistradas?”. En el programa de Ana Rosa dijo que “sí hubo presión
mediática, que el Tribunal no dice la verdad”. Es importante que, quien no
tenga acceso a la sentencia, sepa qué se dice. Es normal que Martínez, como
abogado, actúe así como defensa. Son sus clientes y es un Estado de Derecho,
faltaría. El caso es que vuelve a ensuciarse el debate mediático.
Aclaremos.
No. Las relaciones,
ya dice el tribunal, no fueron consentidas. Decir que “allí menos dolor hubo de
casi todo” resulta aberrante para esta víctima y para cualquier otra que ha
sufrido una agresión y que no se atreve a denunciar. La primera sentencia
recogía en el informe forense que no es preciso que una víctima presente un desgarro para confirmar la
violación, y explicaban que en el bloqueo de la víctima, al verse rodeada, su
cuerpo puede reaccionar de dos maneras: parálisis o relajación. Si cuerpo y
mente se disocia para superar el trauma y desconectar emocionalmente no pueden
haber lesiones profundas. Está en las
páginas 75 y 76 de la primera sentencia. Incluso añadían que la víctima puede
reaccionar con “acercamiento o cierta amistad con el agresor, para evitar males
mayores y conseguir que concluya cuanto antes”. Dejar la sospecha del
“disfrute”, al igual que la del “jolgorio”, daña la dignidad de las víctimas y
fomenta una justicia estereotipada.
Sí. Podemos acatar
sentencias pero también, igual que los abogados transmiten su parecer, el resto
podemos hacerlo. También hay juristas que opinan lo contrario, e insisten como
expertos y expertas en aplicar la perspectiva de género en la justicia, cuestión
que la propia ONU respalda. No hay nada malo en esa demanda. Justo ahora
celebramos el aniversario de la Constitución, que contiene un artículo que
recuerda que la igualdad debe ser efectiva. Si se aplica una justicia con
criterios del pasado, no es una justicia democrática. No puede serlo la que
ignora la desigualdad de la que parten las mujeres. En este caso, los estigmas
que arrastran las víctimas de violencia sexual. Estereotipos que, también,
repiten sin cesar medios de comunicación.
Sobre la presión
mediática, los jueces insisten que “no ha causado indefensión a los acusados,
las pruebas periciales impugnadas no se acreditan contaminadas”. Es paradójico
que la argumentación de la presión mediática venga de un abogado que, a
diferencia de otros, en otros muchos casos de violación, ha estado de forma
continua en medios de comunicación, propiciando esa exposición. De haber
existido presión, desde un principio los jueces hubiesen dicho que es agresión,
pero dictaminaron, en su libertad, que fue abuso. Luego no existe esa presión.
Presión fue la de la denunciante, que estaba protegida por ley, por el Estatuto de la Víctima, y se
vulneraron sus derechos con la difusión de los datos personales e imágenes. Ni
presión mediática, ni social, como también se apunta. Agustín Martínez
recordará que en 1995 unos 30.000 y 35.000 manifestantes salieron a las calles
de Sevilla para exigir que el equipo de fútbol del Sevilla siguiera en primera
división, ejerciendo presión a la Liga de Fútbol Profesional. Salvando todas
las enormes y grandes diferencias entre los dos casos, si con un equipo de
fútbol que no está en primera se produce una movilización social que casi
paralizó una ciudad, es muy comprensible que ante una sentencia que trata sobre
nuestras vidas, sobre nuestros derechos como mujeres, sobre nuestra libertad
sexual, salgamos a la calle justo para que nos escuchen. Justo para recordar de
que existe un Convenio de Estambul que nos respalda. Para mostrar que existe
otra manera más democrática y justa de hacer justicia. Y este debería de ser el
empeño de toda la judicatura de este país y de quienes creen en el Estado de
Derecho. Están en riesgo nuestras vidas, y para recordarlo estaremos en las
redes sociales, en los medios y en la calle
todas las veces que sea preciso. Hasta que la justicia sea justa.
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