ÁRBOLES PARA EDUCAR
GOBERNANTES
(CARTA ABIERTA)
IGNACIO ABELLA MINA
Como un déjàvu, hemos
recibido la noticia de la tala de árboles en la Plaza de la Alameda (Plaza del
Quiosco) de La Orotava, y de la defensa de este patrimonio por parte de los
vecinos y muy especialmente de las vecinas de esta villa.
Es cierto que, en ocasiones, las talas o podas drásticas se
justifican por el mal estado de los árboles, pero con demasiada frecuencia se
aduce esta razón para hacer remodelaciones eliminando a estos “seres molestos”
o sustituyéndolos por otros más pequeños y manejables, sin un diagnóstico
previo que justifique suficientemente estas actuaciones. También es preciso
señalar que cuando el arbolado urbano se vuelve peligroso, con una enorme
probabilidad sucede por podas, amputaciones de raíces o maltratos diversos, en
el contexto de las diferentes obras que sufren estos seres vivos a lo largo de
su vida. Es entonces cuando, quizá al cabo de muchos años, se manifiestan las
podredumbres causadas por el ataque de hongos que penetran a través de las
viejas heridas. La tortura de los árboles ciudadanos es una constante en
nuestra inculta civilización.
Resulta ya un tópico muy manido la idea de que tenemos que
educar a nuestros hijos e hijas para tener un futuro mejor. Desgraciadamente ya
no hay demasiado tiempo para el futuro y este pensamiento parece una buena
coartada para no educar a los verdaderos maleducados, tantos mandatarios,
caciques, concejales, alcaldes y políticos de todo pelo, que hacen gala de una
impresionante ignorancia e insensibilidad en lo que respecta al insustituible
papel de los árboles en nuestros entornos urbanos o rurales.
Entre los derechos fundamentales de los niños y niñas, debería
figurar el de criarse entre grandes árboles y espacios saludables. Del mismo
modo que vecinos y vecinas de toda condición tendrían que disponer de unos
espacios y un patrimonio natural suficientes y adecuados. Porque en definitiva
las arboledas no solo proporcionan a la ciudad oxígeno y un clima benéfico,
también nos aportan entre otras muchas bendiciones, calma y belleza y
representan ese espacio de vitalidad y esperanza que tanto necesitamos los
humanos. En este sentido no debemos olvidar que la primavera turca comenzó con
las protestas por la tala del parque Gezi para construir en su lugar un nuevo
centro comercial. Fue la chispa que inició todo un movimiento de defensa del
patrimonio, la identidad y la democracia, pues todo ello está unido de forma
indisoluble.
Conocemos un test infalible para valorar el fondo y la forma de
este tipo de actuaciones y evaluar asimismo el criterio de la autoridad que
gestiona este patrimonio público: Si en vez de explicar las razones de la tala,
los responsables vienen con engaños, manipulaciones, nocturnidad y cobardía; si
se escudan en empresas contratadas, en diagnósticos superficiales y en vanas
promesas, a buen seguro estamos ante una nueva situación de empecinamiento
caciquil avivado por ese espíritu arboricida tan común entre los tecnócratas.
En ese caso, además de la defensa de ese irreemplazable patrimonio
arbóreo que damos por supuesta, hay que empezar a educar al ilustre desde el
principio, con paciencia y mucho cariño… cuesta mucho erradicar la ignorancia y
la prepotencia que arraigan en un mandatario. Sobre todo, si la autoridad en cuestión solo entiende el
concepto de patrimonio cuando se aplica al beneficio propio o el de su grupo
político.
De cualquier forma es oportuno recordar, siempre que hablamos de
este tema, el viejo proverbio: “Estos árboles que a todos pertenecen, al
cuidado de todos se confían”. Si los encargados de este cuidado son
irresponsables o incompetentes; más aún, si atentan contra el patrimonio que
deben proteger y por ende contra nosotros mismos, lo mejor es arrancarlos
rápidamente de sus alcorques y sustituirlos por otros más aptos y adecuados.
Ignacio Abella Mina
No hay comentarios:
Publicar un comentario