RIVERA SÓLO QUIERE ESPAÑOLES,
YO PREFIERO PERSONAS
DAVID BOLLERO
El discurso de Albert Rivera ya ni asusta, resulta
cómico, caricaturesco. Ese afán por ocultar su ausencia de proyecto político
con una única bandera, por tratar de desviar la atención de su discurso
clasista y machista con un himno de preescolar, parece más la parodia de un mal
cómico que la puesta en escena de un líder con dos dedos de frente.
Rivera sólo quiere españoles, yo prefiero personas.
Detesto esa uniformidad con la que Rivera quiere maquillar de rojo y gualda a
una sociedad que sólo cabe en su cabeza y en la de la masa que le siga como si
del flautista de Hamelin se tratara. Ya no es sólo que esa “España Ciudadana”
de la que habla el líder de la formación naranja excluya a casi cinco millones
de extranjer@s empadronad@s (a los que habría que sumar otros tantos sin
empadronar), es que también nos quiere arrebatar, por ejemplo, nuestro orgullo
de clase obrera.
En el fondo, Rivera nos hizo ayer un Rajoy, esto es,
ocultar la realidad que le resulta molesta. Negar, como hizo en su mitin, la
diversidad que se da en España es vivir una ensoñación. ¿Se imaginan a Rivera
de presidente del Gobierno? ¡Qué barbaridad más grande que un dirigente nos
quiera anular, pasar a todas y todos por el mismo tamiz!
El camino que ha emprendido Rivera es peligroso. Está
jugando con fuego, pensando que atraerse a esa España fascista que ha venido
alimentando el granero de votos del PP y azuzarlos para que se revuelvan le
llevará a La Moncloa. No será así, porque cuanto más azuza a esa minoría, más
azuza también a esas personas de bien que no están dispuestos a caer en los
errores del pasado.
Desde que Rivera es Rivera y su Ciudadanos ha subido
en las encuestas, él mismo ha sido el encargado de pegar un patinazo. Ayer se
pasó de frenada, generando rechazo en quienes antes sí le apoyoban y le pasará
factura. Llamar al voto basándose sólo en la españolidad, calificar a la
Transición de “ejemplar” cuando, en realidad, metió la basura bajo las
alfombras hasta rebosar, retrata a Rivera como el líder hueco de una España
hueca. Responsabilidad nuestra es que no prospere.
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