GÜRTEL: EL FINAL DE
LAS MENTIRAS
ALFONSO PÉREZ MEDINA
La
sentencia de la Audiencia Nacional que condena por primera vez en su historia
al Partido Popular es el final de las mentiras. Mentiras, en primer lugar,
esparcidas desde que estalló el caso Gürtel, en febrero de 2009, por la
formación presidida por Mariano Rajoy, cuyo testimonio en el juicio, según los
dos magistrados de la mayoría, no es “verosímil” porque el de Pontevedra negó
que hubiera una caja B de dinero negro en su partido a pesar de la “contundente”
prueba que demuestra su existencia.
Lo que
empezó siendo “una trama contra el PP”, urdida en una cacería por el primer
juez instructor, Baltasar Garzón, el exministro de Justicia Mariano Fernández
Bermejo y el inspector de la UDEF que dirigió la operación, Manuel Morocho, es
para la Audiencia Nacional un entramado de “corrupción institucional” edificado
en torno a las personas que manejaron las cuentas del PP desde su refundación
en 1989: Álvaro Lapuerta, al que solo una demencia sobrevenida a sus 90 años de
edad ha salvado de la condena; y Luis Bárcenas, figura “fundamental” en el
amaño de contratos públicos a cambio de comisiones que acababan en las cuentas
suizas en las que logró amasar más de 47 millones de euros.
La
sentencia es también el final de las mentiras de Bárcenas, que impartió en el
juicio lecciones magistrales sobre el tratamiento de la corteza del limón, las
oportunidades de negocio que ofrece el girasol o las cualidades proteínicas de
la soja para presentarse como un florido hombre de negocios que merecía todo lo
bueno que le pasaba a él y a sus cuentas corrientes.
El origen
de su fortuna, según el tribunal, no era su avezado olfato para las inversiones
inmobiliarias o las operaciones en Bolsa, ni los negocios con las maderas que,
siempre infatigable, llegó a buscar hasta en Brasil para fabricar los mejores
barriles. Ni el ingenioso modelo de silla o el fructífero fertilizante que se
atribuyó haber inventado.
Mintió
Bárcenas y mintió su padre político, el extesorero de Alianza Popular Ángel
Sanchís, que por echar una mano a su amigo se inventó un supuesto préstamo de
tres millones de euros que nunca existió para ayudarle a sacar su dinero de
Suiza, y que deslizó la patraña de que su pupilo era el asesor providencial que
necesitaba su negocio de zumos en Argentina. Bárcenas llegó a decir en el
juicio que el mercado del limón le “apasiona” y le “divierte” pero, según la
sentencia, su ingente fortuna proviene de su agilidad para levantar el teléfono
y amañar contratos para los empresarios que le presentaba Francisco Correa y
que regaban con sus donaciones la caja B del PP. Sanchís también recalcó que su
objetivo al contratar a Bárcenas era “crecer en fresco” -en el sector de la
fruta fresca, se entiende-, y quizá ahí no mintió.
Mentiras
bochornosas como las de la mujer de Bárcenas, Rosalía Iglesias, que quiso
presentarse en la Audiencia Nacional como una experta en la compraventa de
obras de arte que ganó más de medio millón de euros colocándole unos cuadros
sin valor a una supuesta marchante que acabó siendo una humilde pintora que
cobraba a comisión por ceder su firma para el chanchullo.
La esposa
del tesorero apuntó en el juicio que su papel en el matrimonio se limitaba a
“lo que se entiende por llevar una casa” y que su marido le ponía los papeles
“a firmar” o directamente le hacía “un churro o un garabato” en la declaración
de Hacienda para que no tuviera ni que coger el bolígrafo. Según la sentencia,
también mintió Rosalía Iglesias, la que cuando acompañaba a su marido a los bancos
de Ginebra no sabía ni dónde estaba porque “allí los bancos son como oficinas y
se entra por el garaje”.
Escandalosas
mentiras las del contable de la red Gürtel, José Luis Izquierdo, que aseguró
que no sabía “nada de contabilidad”; las de Jesús Sepúlveda, que se sacó de la
manga seis fincas en La Puebla de Almoradiel, provincia de Toledo, para
justificar unos ingresos de más de 200.000 euros; o las de Ana Mato, que
ignoraba el origen del Jaguar que floreció en el garaje de su casa y se
desentendió de los pagos de las fiestas infantiles que sus hijos celebraban a
todo trapo, con barra libre de globos y confeti.
El caso
Gürtel tiene al menos 245.492 mentiras, contantes y sonantes como los euros que
el PP se ahorró en gastos electorales en los municipios madrileños de Pozuelo y
Majadahonda por gentileza del estimado Paco Correa. 245.492 mentiras y una sola
verdad: la judicial.
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