UN CUENTITO ESPAÑOL SOBRE LA GESTA DEL 25 DE JULIO
por Miguel
A. Diaz Palarea
Escrito
el 28 de Junio de 2010
En
estos días hemos contemplado en las calles de Santa Cruz de Tenerife las
representaciones de lo que han venido a denominar “La Gesta de 25 de julio” y,
sin desdeñar la importancia que para el pueblo canario tiene el recordar este
acontecimiento, se precisan algunas puntualizaciones. Hemos observado una
versión militarota made in Spain, sin rigor histórico, de aquel acontecimiento
vital en la historia de las Islas Canarias. Mi humilde opinión es que lo
teatralizado en poco se ajusta a los hechos acontecidos en aquellos ventosos
días de julio de finales del S.XVIII que pudieron cambiar la historia de las
islas; ya Pérez Minik hablaba de la posibilidad de haber pasado Canarias a la
Corona Inglesa; tema, de cualquier forma, discutible y que sería objeto de un
análisis más extenso al que parecen rehuir nuestras facultades de historia en
Canarias.
Si
se es riguroso con la historia debió recibir el protagonismo el pueblo llano de
Santa Cruz de Tenerife, como ya muestra la mejor escultura histórica de aquella
ciudad. Se encuentra ubicada, quizás algo enterrada al extremo derecho del
Cabildo Insular. La escultura no suficiente valorada del Premio de Canarias el
catedrático Don Manuel Bethencourt Santana: “El grito” como con cariño la
denomina el pueblo. La obra, a pesar de sus detractores españoleros, da en el
clavo al poner rigor histórico al acontecimiento y rendir un sensible homenaje
al valiente pueblo de Tenerife. Fue quién derrotó la flota que trajo Nelson a
someter a las Islas Canarias. En aquella obra de arte se observa a una canaria,
mujer del pueblo, con los puños cerrados, gritando con rabia al ventoso cielo y
arengando a los paisanos para plantar cara al ejército invasor de Nelson. Este
grito de guerra, que desgarró la noche de aquel mes de julio, otorga el
protagonismo a quien se lo merece, a quien mal armado derrotó al contralmirante
Nelson con su valentía y arrojo. Por otro lado cumple el papel de quitar la
máscara, con rigor histórico, a quien no tuvo una postura gallarda, como lo
fuera el General Gutiérrez, y también a sus oficiales y a la mayoría de
militares a sus órdenes. Esta vergüenza histórica para el ejército español fue
destacada por la propia metrópolis al no otorgar ningún mérito al General y a
las fuerzas a su mando. Quisieron dejar clara la cobardía de sus timoratos
oficiales, que sólo regresaron cuando ya el pueblo había repelido a la flota
inglesa y cuando el General Gutiérrez pactó con el propio Nelson que le dejaba
marchar si prometía no volver a atacar las Islas Canarias.
Habla
por si solo el desdén con que la Corona trató a su máxima autoridad militar en
las islas: General Gutiérrez y a los oficiales a sus órdenes.
Traeré
un ejemplo de ello, sacado del libro “Los Desertores en la Gesta Del 25 de
Julio” de Don Juan Carlos Cardell Cristellys, sin olvidar lo manifestado al
respecto por Don Antonio Rumeu de Armas y el propio Alejandro Cioranescu sobre
lo acaecido aquellos días de donde se surte el expresado libro, así como de
fuentes inglesas y francesas que han estudiado el tema por la cuenta que les
traía.
Son
palabra sinceras de uno de los protagonistas de dicha gesta, lo que le aportan
un valor especial; son palabras de quien luchó y fue testigo de primera mano de
los acontecimiento: dudas y huidas en los oficiales del ejercito español en canarias.
Domingo Vicente Marrero nos dice sobre lo acontecido y cito textualmente:
“Quiero
y no quiero hablar de los muchos señores oficiales que abandonando la patria al
furor de sus invasores permitieron su ruina a cambio de conservar sus vidas
volvieron la espalda a la primera voz de estar el enemigo en tierra.
Llenándose
los caminos y aún las salidas más intransitables de nobles cobardes que
fugitivos corrían a tomar altura de donde observar sin recibir daño; es cierto
que los milicianos, soldados la mayor parte, lo ejecutaron también pero ¿por
qué?”
Y
nos responde este testigo presencial:
“Porque
veían a sus comandantes, a sus capitanes, tenientes y alférez tomar la
delantera, dándole el más vil ejemplo y a más que cuando estos lo hicieren
acaso por ventura ¿Saben lo que es el honor? ¿Tienen de él alguna idea? ¿Han
leído las reales ordenanzas? ¿Qué bienes y caudales aventuraban? NADA. NADA DE
ESTO SE ENCONTRABA EN UNOS HOMBRES AGRESTES Y RÚSTICOS”
Ya
es hora de poner los puntos y las comas en su lugar, como ha hecho el Escultor
Manuel Bethencourt Santana. Espero que en próximos años se cuente con el
auténtico protagonista de los acontecimientos: El pueblo llano.
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