LA CRISIS ESTÁ EN EL RÉGIMEN
LAURA
ARROYO
Los mismos platós
de televisión que se llevaron las manos a la cabeza cuando Irene Montero habló
de jueces machistas en la judicatura, hoy parecen estar de acuerdo en señalar
que hay jueces golpistas en la judicatura, o al menos “no demócratas”
He de confesar que hay días en que me gustaría vivir en el mundo en el que parecen vivir los tertulianos de los espacios de la progresía mediática. Anteayer oía Cadena Ser y me topé con dos analistas que, con sus matices, repetían un mismo mensaje: la deriva que la ultraderecha está tomando es muy preocupante. En la misma línea, minutos antes, la editorial de Àngels Barceló apuntaba —separando siempre a VOX del PP— que la “deriva” de la extrema derecha tendría consecuencias inesperadas. Se respiraba alarma en la redacción de Cadena Ser, que es la misma atmósfera que ha rodeado otras redacciones como la de elDiario.es, Infolibre o La Sexta.
Que nadie se
confunda. Claro que hay alarma. La comparto. El problema está en que a algunos
la alarma les ha sonado esta semana, en concreto el lunes, y a otros nos lleva
sonando varios años. En concreto, siete. Ha habido quien con mucho acierto
señala la diferencia en el trato del golpismo de las derechas españolas cuando
a quien afecta es al feminismo incómodo que quiere cambiarlo todo y no
conformarse con no incomodar a los señores de 40 ó 50 años, o a la izquierda
impugnadora que no se calla y a la que acusan de ruidosa, y cuando afecta al
PSOE, nada menos que en la misma calle Ferraz. A las pruebas me remito. Los
mismos platós de televisión que se llevaron las manos a la cabeza cuando Irene
Montero habló de jueces machistas en la judicatura, hoy parecen estar de
acuerdo en señalar que hay jueces golpistas en la judicatura, o al menos “no
demócratas”. ¿No era que no había que desprestigiar a los jueces? ¿No era que
el poder judicial era intocable porque de lo contrario eras un enemigo de la
institucionalidad democrática española?
Hoy ese procés que
los unió los ha partido. En las crisis es muy difícil mantener enfilados a
todos los actores y en el bloque de régimen se está viendo. Pero esa es una
victoria de la democracia. De ese bloque plurinacional (antes que progresista
dada la actual aritmética parlamentaria) que es el resultado sistemático en las
urnas desde 2015. Lo que podemos llamar “la constante democrática”, que en
España es necesariamente plurinacional. Mientras que buena parte del PSOE lo
acepta —no por principios, tal vez sólo por táctica de supervivencia— otros
actores del bloque del régimen no. Porque algunos entienden que la
supervivencia depende de dar cierta concesiones generalmente superficiales a
esos “otros” para que sigan siendo “otros” y no “decisores”, mientras que otros
se entercan cuál niños por mantener lo ranciamente conocido porque se trata de
‘putosobrevivir’. Da igual si en el intento firman sus propias sentencias de
muerte. La terquedad es mala consejera cuando estás en crisis. Y la crisis es
de ellos, no de nosotros.
Al final resulta
que los que nos decían que no se podía hablar de machistas con toga admiten que
hay golpistas con toga, y no es una diferencia terminológica. La diferencia
está en a quién han afectado estas togas claramente antidemocráticas
Al final resulta
que los que nos decían que no se podía hablar de machistas con toga admiten que
hay golpistas con toga, y no es una diferencia terminológica. La diferencia
está en a quién han afectado estas togas claramente antidemocráticas. Hay quien
puede creer que hoy es válido criticar al poder judicial porque se ha atacado
al PSOE. Creo que es todavía más de fondo. Lo que se ha atacado es al régimen.
Un régimen que el PSOE representa mejor que ningún otro partido, claro. Pero
entonces surge la pregunta, ¿el mismo régimen atacando al régimen? ¿Cómo es
esto posible? ¿Es un error en la matrix? ¿Una operación de un grupúsculo de
desadaptados pero con poder que han decidido hacerlo volar todo incluso ese
régimen que dicen ‘putodefender’?
Para todas las
preguntas anteriores hay una misma respuesta: crisis de régimen. Es verdad que
desde dentro del bloque del régimen —que incluye partidos políticos pero no
sólo, sino también al poder empresarial, económico, mediático, judicial y
castrense— están atentando contra sus propios resortes y sus propios sujetos enunciadores.
Pero no por desconocimiento, incapacidad o negligencia política. Ni siquiera
por mero fascismo. No olvidemos que el fascismo es un recurso de las mismas
élites para sostener sus privilegios, en este caso, al régimen. En realidad,
estas algaradas son la respuesta a una crisis que sigue abierta desde 2011 y
que el bloque del régimen ha intentado cerrar constantemente sin éxito, de
momento.
En una crisis es
muy difícil poner de acuerdo a todos los actores. El régimen vivió en 2015 un
gran susto que los pilló desprevenidos. Un susto con la cara de Pablo Iglesias
y con el logo de Podemos. Y pasado el susto inicial, reaccionaron lo más rápido
que pudieron. Activaron al poder mediático en contra de los morados, al poder
judicial en contubernio con los medios de comunicación para fabricar cuantas
noticias (y cuentas) hicieran falta y evitar así que a Pedro Sánchez se le
ocurriera pactar con la tercera fuerza política española. Es curioso, ¿verdad?
que entonces no pudiéramos hablar de golpismo en la judicatura y en el poder
mediático. Como si interferir directamente en la investidura que es
consecuencia del resultado aritmético surgido de las urnas, fuera una
ocurrencia de un sábado cualquiera. Y vaya que lograron influir. La prueba la
tenemos en las cuatro repeticiones electorales en cuatro años, en el pacto
Sánchez-Rivera, en los “muy burdo pero voy con ello”, en la defenestración de
Sánchez del PSOE, en el turnismo por abstención que permitió a Rajoy ser
presidente, etc.
Cuando algunas
voces denunciaron esta operación golpista por parte del bloque del régimen
otros callaron. Otros y otras desde esas también llamadas izquierdas. Porque
una cosa es ir a una mani y lanzar proclamas en pos de la justicia social y
otra enfadar al mandamás del plató de televisión en el que te sientas y recibes
ciertos mimos que te permitan luego tener un escañito más en el Congreso. Hay
silencios cómplices del golpismo. Y vienen de las izquierdas que hoy se sienten
hegemónicas.
Pero sabemos que el
régimen no logró cerrar su crisis. Pese a intentarlo, Sánchez ganó las
internas, Podemos no murió (y no porque no lo siguieran intentando), y surgió
otro momento que desestabilizaría a los que parecían un bloque de cemento: el
procés. Esta vez no los pilló tan por sorpresa y contaban con un liderazgo
clave: Felipe VI. Y fue así que 2017 fue el año de unión férrea del bloque de
régimen que tuvo en el PSOE a un actor fundamental no sólo con la aprobación
del 155, sino con su aparato mediático cocinando a fuego no tan lento el
discurso del régimen.
El bloque está
partido, una versión institucional de “el emperador está desnudo”, pero lo
importante a recoger como lección es que llevábamos viendo al
Emperador desnudo
desde hace años, pese al silencio de la progresía que sabe muy bien que es al
PSOE al que se protege, no a la democracia. Y es al PSOE porque es al régimen,
no a la democracia. Porque si hubieran defendido la democracia el apellido García Castellón habría sonado
hace muchos años y no sólo esta semana, habría habido un posicionamiento claro
en torno a un gobierno de coalición en 2016 y no sólo en 2023 para que sea Diaz
y no Iglesias quien esté en ese consejo de Ministros, habría habido portadas y
horas de tv y radio denunciando las cloacas del estado contra el soberanismo
catalán y contra Podemos en lugar de ni mencionar (hasta hoy) esas operaciones
de las cloacas de las que, al menos Antonio García Ferreras también fue
protagonista.
Decía Ivan Redondo,
con quien se puede discrepar pero apunta con agudeza, que “en España cuando a
una idea le ha llegado su momento, sucede”. El problema con lo que señala
Redondo es que no depende del momento de la idea, me temo, sino de los sujetos
que la defienden hasta sus últimas consecuencias. Si la apuesta es solo
táctica, no sirve, por más liderazgo audaz de cualquiera. Y, en este caso, si
el bloque de régimen no la defiende en coro, esa idea sólo será una nueva gota
al vaso que se rebalsa de crisis de régimen. Lo primero que debería entender
ese bloque es que ha perdido, pero no están por la labor.
Y esa es una buena
noticia para las izquierdas. Las verdaderas. Las que planteen la ruptura de ese
orden y no subsumirse al gran partido de régimen. La oportunidad está ahí,
esperando que alguien la coja. García Castellón, Aguirre, Ayuso, Abascal, y el
elenco que ‘putodefiendeelrégimen’ nos están mostrando su debilidad.
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