FACHA BORROKA
ANTÓN
LOSADA
Que Pedro Sánchez es un tirano, Carles Puigdemont es un traidor y Arnaldo Otegi es un terrorista ya nos lo habían revelado; pero que Felipe VI es cómplice y masón no lo vimos venir; mucho menos que el gran peligro para la nación española haya acabado siendo la Constitución. Queda claro que, en España, el contubernio nunca descansa.
Tras varias noches de algaradas en el centro de Madrid, retransmitidas por los medios como si el corte de la Gran Vía hubiera paralizado a toda España, ha nacido una nueva modalidad de guerrilla urbana: la “facha borroka”, una innovadora mixtura entre la estética neonazi de los ultras futboleros y los targets políticos de un movimiento antisistema fascista. Una parte de los cayetanos que se movilizaron por la libertad de tomarse un gintonic durante la pandemia, y luego se plantaron ante la sede del PP para recordarle a Pablo Casado quién mandaba, ya tiene un nuevo objetivo para su patriótica indignación: la sede socialista de Ferraz. Lo que en Catalunya o Euskadi era terrorismo y supremacismo nacionalista, ahora se ha tornado malestar ciudadano y justa rabia, sólo que mal expresada.
Santiago Abascal
acude a hacerse la foto y luego sale pitando antes de que las cosas se pongan
tan feas y violentas como lleva días reclamando porque de eso se trata, de
dejar una imagen que recuerde a sus votantes que sigue vivo. En el PP sólo
tienen claro que la culpa de todo es de Sánchez; aún están valorando qué hacer
con la parte borroka porque saben que esa marca no les conviene, pero les da
pánico que la amortice otro. Si queda alguien con la cabeza tranquila en la
dirección popular debería recordar la secuencia que acertadamente han
sintetizado Levitsky y Zitblatty (2018) para describir cómo mueren las
democracias a manos del neopopulismo autoritario: primero se cuestionan los
resultados, luego se niega la legitimidad del otro, a continuación se alienta
la violencia y finalmente se restringen las libertades y derechos civiles de
rivales y críticos; puede que les suene.
Haríamos bien en
dejar de blanquear a los fachaborrokos de Ferraz convirtiéndolos en señal de
no-se-sabe-qué malestar ciudadano o símbolo respetable de no-se-sabe-qué vigor
civil. Que en España hay mucha gente a quien le indigna la amnistía como
resultado y la opaca negociación de la investidura como instrumento resulta
obvio. Tan innegable como que no les representan quienes han marchado tras una
pancarta que rezaba “la Constitución destruye la nación”. Tan irrebatible como
que otra mucha gente votó a Sánchez para presidente y les gustará más o menos,
pero acepta que ese es el precio.
De tanto usar la
palabra facha se nos ha desgastado y no sabemos reconocer uno cuando lo tenemos
delante. No protestan por la amnistía, ni siquiera por Pedro Sánchez, mucho
menos por respeto a las víctimas de Txapote; todo eso les enerva y les sirve de
excusa. Su desazón se debe a que no gobiernan los suyos como se les había
prometido en julio. Les jode perder. Ese es su malestar y no tiene nada de
democrático.
En realidad,
protestan contra usted, que no es de aquí, que tiene otro color, que no cree en
su Dios, que no vota lo que ellos creen que debería votar, que no cree en su
nación, que ama a la persona equivocada, que no habla únicamente su lengua o
prefiere o siente otra como suya. Es usted quien les molesta. Es usted quien
debería irse o callarse y aguantarse, para que España vuelva a ser como antes:
una, grande, libre. Es a usted a quien llevan años deseando llamarle hijo de
puta, asesino, mono, moro o maricón y se lo tenían que tragar porque estaba mal
visto.
Pero ahora que les
jalean líderes de partidos de orden de toda la vida, presidentas de comunidades
que avisan de que ya estamos en una dictadura roja y hasta el alcalde de su
ciudad, porque son la voz del pueblo y prueba de vigor democrático, ya no se
callan. Ahora ya no supone una vergüenza darle vivas a Franco; constituye un
acto de patriotismo casi heroico que algún día, cuando caiga el tirano
sanchista, será generosamente recompensado. Si unos señores vestidos de toga
pueden amotinarse en las alfombradas salas del CGPJ y si Esperanza Aguirre
puede cortar la calle en streaming, por qué no van a ir a la puerta de la sede
del PSOE a gritarles sin complejos a los rojos lo bien que sienta ser nazi. Ya
era hora, joder. Ante todo, libertad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario