LA VIOLENCIA EN PALESTINA E
ISRAEL: EL TRÁGICO FRUTO DE UNA OPRESIÓN BRUTAL
Cuando
se encarcela a dos millones de personas en 360 kilómetros cuadrados,
sometiéndolas a un asedio despiadado sin final a la vista, sin forma de entrar
o salir, en última instancia, los desposeídos se rebelarán
SERAJ
ASSI
Militantes de Hamás cruzan la frontera
entre Gaza e Israel durante
el reciente ataque. / The Guardian
(Youtube)
En las primeras horas de la mañana del sábado 7 de octubre, bajo un aluvión de cohetes disparados desde Gaza, docenas de militantes palestinos del grupo Hamás salieron del bloqueo de la Franja de Gaza, rompieron las barreras de seguridad e irrumpieron en las ciudades israelíes cercanas, matando a cientos de personas y reteniendo a otras como rehenes en un ataque sorpresa sin precedentes.
Fue una operación masiva, denominada por Hamás como “Tormenta Al-Aqsa”. Saleh al-Arouri, dirigente exiliado de Hamás, dijo que la operación era una respuesta “a los crímenes de la ocupación”. Hamás instó a todos los palestinos a unirse a la batalla: “Hoy el pueblo recupera su revolución”.
Israel declaró
inmediatamente el estado de guerra y como represalia lanzó ataques aéreos contra
Gaza, matando a más de cuatrocientos palestinos, la mayoría civiles. El primer
ministro israelí, Benjamín Netanyahu, prometió “vengarse poderosamente” de los
palestinos, calificó a Gaza de “ciudad del mal” y prometió convertirla en una
“ciudad en ruinas”. El ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, ya ha
aprobado una amplia convocatoria de reservistas.
Las trágicas
escenas que se desarrollan en Gaza e Israel son un escalofriante recordatorio
de que la ocupación y la opresión tienen un precio. Porque la verdad es que
cuando se encarcela a dos millones de personas en 360 kilómetros cuadrados,
sometiéndolas a un asedio despiadado sin final a la vista, sin forma de entrar
o salir, con aviones no tripulados y cohetes zumbando sobre sus cabezas noche y
día, con vigilancia y acoso constantes, con escaso control sobre su vida
cotidiana, en última instancia, los desposeídos se rebelarán.
La violencia no fue
injustificada, como la han descrito los principales medios de comunicación. Se
ha estado gestando y agudizando en todos los rincones del país.
En lo que va de
año, las fuerzas militares de Israel han matado a más de doscientos palestinos
en Cisjordania
En Cisjordania, la
ciudad palestina de Yenín aún no se ha recuperado de la devastación causada por
un reciente ataque israelí, que la convirtió en una tierra fantasma arrasada.
La pequeña ciudad de Huwara aún no se recobra de los horrores mortales
desatados por los colonos contra sus residentes.
En lo que va de
año, las fuerzas militares de Israel han matado a más de doscientos palestinos
en Cisjordania.
Para convertir la
vida de los palestinos en un infierno, las turbas de colonos y las bandas de
extrema derecha, respaldadas y envalentonadas por el gobierno ultranacionalista
de Israel, han sembrado el terror y el caos entre los palestinos, quemando
pueblos y casas, linchando y matando a civiles impunemente.
En Jerusalén, los
soldados y las fuerzas de seguridad israelíes han permitido que las turbas de
colonos se muevan a sus anchas, desalojando por la fuerza a familias palestinas
y ocupando sus hogares. Durante la festividad judía de Sucot, los colonos
irrumpieron en el complejo de la mezquita de Al Aqsa, en Jerusalén, realizando
visitas provocadoras, acosando y golpeando a los fieles y escupiendo a los cristianos.
Los palestinos de
Gaza han languidecido bajo el asedio. Apretados en una estrecha franja de
tierra conocida como la mayor prisión al aire libre del mundo, los gazatíes
llevan casi dos décadas sometidos a un feroz bloqueo y a los repetidos ataques
aéreos e incursiones, operaciones militares y castigos colectivos de Israel. La
mayoría de sus dos millones de habitantes sigue subsistiendo en campos de
refugiados hacinados y en condiciones inhabitables. El ex jefe militar de las
Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) Benny Gantz, refiriéndose a la invasión
israelí de Gaza en 2014, se ha jactado de “bombardear Gaza hasta devolverla a
la Edad de Piedra”. Las FDI describen su táctica en Gaza como “cortar la
hierba”.
Incluso cuando los
palestinos optaban por la resistencia no violenta –huelgas, manifestaciones,
etc.– Israel les respondía con una fuerza brutal
Durante décadas,
Israel ha exigido la rendición incondicional de sus víctimas y se ha negado a
aceptar el desafío en cualquiera de sus formas. El mensaje ha sido inequívoco:
las tácticas democráticas son inútiles. Incluso cuando los palestinos optaban
por la resistencia no violenta –huelgas, manifestaciones, etc.– Israel les
respondía con una fuerza brutal.
La primera
Intifada, un levantamiento popular palestino que estalló en el campo de
refugiados de Jabalya, en Gaza, en 1987, fue brutalmente aplastada por las
fuerzas israelíes, dando origen a Hamás y otros grupos militantes. En
septiembre de 2000, Gaza se convirtió en el campo de batalla simbólico de la
segunda intifada, cuando Muhammad al-Dura, de doce años, murió tiroteado en
brazos de su padre en un cruce de caminos cerca del campo de refugiados de
Bureij, en Gaza, convirtiéndose en la imagen icónica del levantamiento. Más de
cinco mil palestinos fueron asesinados por Israel durante la primera y la
segunda intifadas.
En 2018, cuando los
refugiados de Gaza organizaron la “Gran Marcha del Retorno” para conmemorar el
aniversario anual de la Nakba (o “catástrofe”, el desplazamiento masivo de
palestinos en la fundación de Israel), las fuerzas israelíes respondieron
matando a más de 150 manifestantes e hiriendo a otros diez mil, incluidos niños
y periodistas, en un lapso de seis semanas. Un informe de Naciones Unidas
concluyó posteriormente que los soldados y dirigentes israelíes cometieron
crímenes contra la humanidad y utilizaron intencionadamente munición de plomo
contra civiles.
La brutalidad
desenfrenada de Israel en Gaza ha producido una generación de palestinos que
han perdido la fe en la resistencia no violenta, lo que hace que la última
explosión sea tan trágica como inevitable. Los jóvenes palestinos que
irrumpieron en Israel desde Gaza este fin de semana actuaron movidos por la
desesperación, al no ver ninguna salida al yugo de la opresión y a la
inhumanidad del bloqueo.
Cisjordania también
está a punto de estallar. Al igual que Gaza, Cisjordania está asediada, con más
de medio millón de personas que viven en más de 140 asentamientos
exclusivamente judíos construidos por Israel en tierras y viviendas palestinas.
Unos 3,5 millones de palestinos residen en cantones segregados tras el “muro
del apartheid” de Israel y la recién construida “carretera del apartheid”, y en
pueblos y ciudades encerrados entre bloques de asentamientos judíos y una red
de carreteras segregadas, barreras de seguridad e instalaciones militares. Para
los palestinos que viven allí, el apartheid no significa simplemente
segregación, sino la inhumanidad de la vida bajo la ocupación: palizas,
disparos, asesinatos, linchamientos, toques de queda, controles militares,
demoliciones de casas, desalojos, deportaciones, desapariciones, arrancamiento
de árboles, detenciones masivas, encarcelamientos prolongados y detenciones sin
juicio.
La actual explosión
de violencia es la horrible realidad del apartheid israelí, la culminación de
décadas de ocupación de un pueblo apátrida privado de derechos humanos y
libertades básicas. A menos que se desmantelen las causas profundas –se levante
el asedio, se ponga fin al sistema de apartheid y a la ocupación–, la violencia
seguirá atormentando trágicamente a palestinos e israelíes durante años.
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Este artículo se
publicó en castellano en Jacobin América Latina.
Traducción de Pedro
Perucca.
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