ALFONSO PÉREZ, CANCELADO
Todos esos
opinadores que, desde las mayores tribunas, opinan constantemente que ya nadie
puede dar su opinión, podrían estar confundiendo libertad con monopolio
GERARDO
TECÉ
El exfutbolista Alfonso Pérez
reacciona en un vídeo a la retirada de su nombre del estadio municipal de
Getafe. / Mundo Deportivo
Confundir privilegios con derechos es una de las principales causas de taquicardia en este país, según nueve de cada diez cardiólogos. En las últimas horas, un señor de cincuenta años ha vuelto a quedar enredado en esa telaraña conceptual con el mal rato consiguiente. Su nombre es Alfonso Pérez Muñoz, exfutbolista getafense que le daba nombre al estadio de fútbol municipal de la localidad que le vio nacer. Hasta que ha dejado de dárselo. El Coliseum Alfonso Pérez pasará a ser Coliseum a secas tras una entrevista en el diario El Mundo. En ella, el futbolista retirado aboga por la necesidad de obligar a las flamantes campeonas del mundo de fútbol a besar la bandera española como castigo y antídoto frente a unas reivindicaciones laborales que el acomodado exfutbolista considera innecesarias. No se pueden quejar porque el fútbol femenino sea lo que es: un deporte de menor importancia que el masculino.
Tras la decisión de
retirada de su nombre al estadio, tomada conjuntamente por el Ayuntamiento de
Getafe y el club de la ciudad, el protagonista de esta historia se apresuró a
publicar un vídeo para cumplir, paso a paso, el decálogo de la taquicardia
cincuentona: ya no se puede decir nada sin que a uno lo castiguen, yo sólo soy
un ciudadano de bien, no soy machista, de hecho tengo madre, esposa e hija.
Siempre tienen esposa, madre e hijas, pero nunca un buen amigo que les avise de
que esa frase es el lema de la Asociación Española De Señores Que Ni Machistas
Ni Feministas. El mítico futbolista madrileño, autor de tantos goles y regates
de fantasía con sus famosas botas blancas en las que parecía vivir un cerebro
–sospecha que confirmamos años después al escucharlo hablar fuera de los
campos– era capaz de trazar sobre el césped diagonales milimétricas dibujadas
con bisturí, pero fuera de él no acierta a diferenciar las gruesas líneas
paralelas que definen lo que es el privilegio y lo que es el derecho. Uno no
tiene el derecho de tener un estadio que lleve su nombre. Tenerlo es un
privilegio. Un regalo nacido del reconocimiento y el cariño del pueblo. Y el
cariño va y viene, bien lo sabe Alfonso Pérez, que tanto cambió de camiseta. En
este caso el cariño necesario para que el pueblo de Getafe sienta como suyo el
nombre de Alfonso Pérez parece haber desaparecido. Es lógico teniendo en cuenta
que en Getafe es posible que, además de señores de cincuenta, también vivan
mujeres de todas las edades que pagan los impuestos que mantienen ese estadio
municipal. Mujeres que sufren dificultades laborales. Mujeres a las que les
costará entender que el afamado deportista que tiene el privilegio de darle
nombre al estadio municipal considere innecesario que las campeonas del mundo
ejerzan su derecho a reivindicar un entorno de trabajo seguro y justo. Alfonso,
que tiene madre, esposa e hija, debería entender qué poco sentido tiene que
haya niñas jugando al fútbol en la explanada de un estadio que lleva el nombre
de un tipo que les asegura que lo suyo es de segunda categoría. Lo peor de las
taquicardias sociales es tener que explicárselas al taquicárdico.
Como las desgracias
nunca vienen solas, no fue de mujeres de lo único que Alfonso Pérez habló en
esa entrevista. También de la forma correcta de ser español, un tema que viene
al pelo teniendo en cuenta el momento de alertas de destrucción de la patria
que vivimos. Denunciaba Alfonso Pérez que había conocido en su época a
futbolistas que acudían a la selección española sin sentirse todo lo españoles
que marca la Escala De Españolidad Alfonso Pérez –pueden ustedes visitarla en
el Museo Internacional de Pesos y Medidas de París–. Es por esto, se lamentaba
el futbolista que ya no le da nombre a estadio alguno, que se debería haber
obligado en su momento a Pep Guardiola a besar la bandera nacional antes de
acudir a la selección. Qué obsesión por quedarse a vivir en la fase oral, que
diría Freud. Así, con un par de técnicos en detección de sentimientos
colocándole a Pep los correspondientes electrodos, quedaría demostrado si éste
iba a los mundiales porque lo sentía o si lo hacía por puro interés,
reflexionaba quien besó el escudo de Real Madrid y FC Barcelona.
Alfonso Pérez no
tiene estadio, pero tiene amigos. Amigas mujeres, para que luego digan que el
tipo es machista. La presidenta de la Comunidad de Madrid, amiga de Florentino
Pérez, ojito derecho del empresariado español y propietaria de innumerables
medios de comunicación vía publicidad institucional, Isabel Díaz Ayuso,
denunciaba que “ya nadie puede dar su opinión si esta no le agrada al poder”
(el poder sería, entendemos, el Ayuntamiento de Getafe). De entre todas las
taquicardias que marcan esta época quizá la de confundir privilegios con
derechos no sea necesariamente la mayor. Ya nadie puede dar su opinión libremente,
denuncia Ayuso desde la presidencia de la Comunidad más poderosa de España,
Nacho Cano desde las páginas del periódico más leído del país o tertulianos con
trabajo fijo en el prime time televisivo. Todos esos opinadores que, desde las
mayores tribunas, opinan constantemente que ya nadie puede dar su opinión,
podrían estar confundiendo libertad con monopolio. Ya no soy el único que puede
opinar, deberían denunciar si quisieran que su reivindicación fuese rigurosa.
Entonces podríamos al fin encontrar un punto de encuentro y explicarles que sí,
que eso es cierto. Que ahora, en contra de lo que dice ese mantra que asegura
que nadie puede opinar, lo que sucede es lo contrario: que muchos y muchas
pueden hacerlo. Y que esa falta del monopolio que antes disfrutaban es lo que
estarían confundiendo con cancelación. O con gases. Que responderle a quien
tiene el privilegio de los grandes altavoces no es censura, sino un derecho.
Igual que es un derecho que un ayuntamiento quiera que el estadio municipal
represente a todos y todas sus vecinas. Y cambiarle el nombre cuando deja de
hacerlo. Y como opinar es un derecho opino que, si se trata de reconocer el
mérito deportivo, Coliseum Campeonas del Mundo sería un nombre fantástico que
en Getafe los representaría a todos y todas. Incluso a Alfonso Pérez, que tanto
luchó sin éxito para conseguir ese título que sí lograron las futbolistas
mujeres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario