QUE VUELVAN AL ARMARIO
GERARDO
TECÉ
En épocas de estupidez conviene escuchar con atención a los profesionales del sector. El castellano–leonés Juan García–Gallardo, pionero en esto que ahora está tan de moda de pasar en una semana de ser el tipo de la comarca que más noticias de OkDiario comparte en Facebook a convertirse, gracias a un pacto con Feijóo, en vicepresidente con dedicación exclusiva a la generación de odio, daba un mitin de precampaña esta semana ante aficionados a este deporte. Durante el acto Ga–Ga llamaba trapo a la bandera arcoíris del movimiento LGTBI y reivindicaba la española como única tela rectangular válida, asumiendo que hay en marcha algún concurso de Telecinco, de esos en los que solo puede quedar una. Tras recorrer los lugares comunes de la ultraderechita machacona, Ga–Ga denunciaba la colectivización que sufren los homosexuales “por parte de la
izquierda, la plutocracia y las élites
internacionales”, comentario muy aplaudido entre los asistentes que sacaban con
disimulo sus móviles para confirmar en Google que plutocracia era algo de
Disney. A pesar de ser autor intelectual de grandes reflexiones que le hicieron
acceder a su actual cargo –hay que heterosexualizar el fútbol, que es un
deporte repleto de maricones–, las reflexiones del bolo no eran propias, sino
plagiadas del manual del PP madrileño de Isabel Díaz Ayuso. Manual consistente
en definir como seres colectivizados –que vienen los rusos– a los centenares de
miles de personas que este fin de semana celebraban su derecho a existir.
Su derecho también a protestar
por ese aumento del 70% de agresiones que sufren, ahí sí, como seres
individuales y que coinciden en el tiempo con los discursos del colectivo del
odio. Una buena hostia para heterosexualizarte es liberadora, podría haber
dicho Ga–Ga que, sin embargo, no hizo honor a su apellido. El modelo social que
la derecha bifachita propone para España, referente internacional a día de hoy
–mañana ya veremos– en derechos LGTBI, es este y consiste, básicamente, en que
dejemos de serlo. Frente a la colectivización de los homosexuales, la vuelta
individual al armario. Un recorrido factible y ya practicado en Polonia y
Hungría mediante el sencillo método de que el colectivo del odio agreda a los
individuos LGTBI con la tranquilidad de que las leyes consideren trifulca en la
calle entre individuos cada nueva agresión porque la víctima era gay, lesbiana
o transexual.
Ga–Ga, que si cobra un sueldo de
6.000 euros al mes es para no decir las cosas en castellano entendible, sino en
ultraderechés complejo, no puede hablar claro. No puede salir ahí y decir que
al colectivo del odio al que representa le molesta que el movimiento LGTBI
demuestre fuerza y llene las calles de color. Que los prefieren, como toda la
vida de dios, de uno en uno, que así es más fácil. Que a las mujeres no las
quieren unidas en su lucha por la igualdad ni haciendo partícipe a la sociedad,
sino solas en sus casas con sus individuales “problemas intrafamiliares” que
las llenan de moratones. En torno a los inmigrantes no quieren solidaridad,
sino la soledad de no encontrar un mísero OpenArms en medio del mar si la cosa
se complica. Exigimos, diría Ga–Ga si pudiese permitírselo, que dejen de unirse
todos esos que de toda la vida se las tuvieron que ver a solas frente a nuestro
colectivo del odio. Quedaba más disimulado lo de la plutocracia, aunque en el
programa lleves bajarle impuestos a los ricos. Feliz Orgullo colectivo por
muchos años. Tantos que el odio acabe volviendo al armario del que nunca debió
salir.
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