jueves, 19 de septiembre de 2019

UNA OBRA DE DOLOR Y ESPERPENTO


UNA OBRA DE DOLOR Y ESPERPENTO
GERARDO TECÉ

Las obras que comienzan con esperpento suelen acabar en más esperpento. Esta es la historia del gobierno de coalición de izquierdas que nunca fue. No lo fue ni cuando la realidad obligaba a que lo fuera. El esperpento comenzó hace ya 142 días. Con las urnas recién recogidas y los de izquierdas de resaca por el triunfo de la noche anterior, Carmen Calvo, vicepresidenta del Gobierno y actriz revelación de esta obra, se negaba a reconocer a la calculadora como interlocutor político. Eso de tener o no los escaños suficientes, vino a explicarnos, no era tanto una cosa matemática como del alma. El esperpento siguió con Pedro Sánchez, actor principal, mareando la perdiz durante meses.
Meses de idas y venidas a Doñana, de reuniones con colectivos sociales que pocos escaños de los que necesitaba el país para arrancar podían aportarle al presidente en funciones. En funciones y en plena función, quizá pecando de sobreactuación en su papel de despistado. Sólo le faltó reunirse con la Asociación de Amigos del Pimentón de la Vera antes de explicar que se le estaba bloqueando. Tanto mareó la perdiz que, para cuando se quiso dar cuenta, en lugar de pedirle ayuda a su potencial socio le estaba pidiendo que renunciara. La perdiz, por supuesto, acabó vomitando sobre un posible pacto de izquierdas que, como esta historia, tampoco llegó nunca a ser algo real.

La aparición estelar del secundario de lujo Albert Rivera ha puesto la guinda al esperpento que hoy toca a su fin. Desaparecido durante toda la obra, Rivera decidió brillar en los minutos finales y lo hizo con una oferta consistente en su abstención a cambio de que Pedro Sánchez diese rienda suelta al calentón españolista aplicando el 155 sin motivos y devolviéndole Navarra a la derecha, que es a quien le corresponde, además de comprometerse a no subir impuestos, cosa de comunistas, vagos y maleantes. En definitiva, Albert le pedía a Sánchez algo imposible a sus ojos: que demostrase ser un buen español. Rivera es de esos que de niño soñaba con salir a hombros a gritos de héroe tras marcar un espectacular gol en el último minuto y de mayor lo intenta. Sin éxito. Ante el bloqueo que estaba sufriendo España –su España–, Albert se fue al programa de Ana Rosa Quintana y desde allí –qué mejor y más solemne escenario– le anunciaba al mundo que, ante la urgencia de la situación, él mismo le había mandado una carta a Sánchez para salvar el país. Una carta y no una llamada a pesar de la urgencia porque los goles soñados en el último minuto nunca se marcan de feo puntapié, sino de elegante toque que entra por toda la escuadra. Y qué hay más elegante que una carta.


Tras responder Sánchez a la carta –Estimado Albert– el líder de Cs, que maneja como pocos la multipersonalidad, cambió la de héroe del último minuto por la de aficionado quemando contenedores por la frustración de la derrota: ¿te lo puedes creer? Me ha dicho que él ya es lo suficientemente español, menuda tomadura de pelo a los españoles de verdad. Ya en la ronda de consultas ante el Rey, tal vez por imitación a la figura del estadista, tal vez por alargar la agonía, Rivera, protagonista absoluto del cierre de telón, volvió a la personalidad serena dejando de nuevo la puerta abierta para que Sánchez –hoy lo ha nombrado sólo a él y su apellido, no ha nombrado a su banda, ni ha usado el calificativo golpista– pueda gobernar. Tras recabar intenciones, entre ellas la más importante, la de Sánchez, tras la incertidumbre provocada por este último movimiento de Rivera, el Rey ha decidido –en una obra esperpéntica no podía faltar un Rey decidiendo en plena democracia– que no habrá investidura, que nos vamos a elecciones. Sánchez fracasa. Es decir, Sánchez consigue su objetivo.

La obra de dolor y esperpento acaba hoy. Dolor por lo que supone que los representantes políticos no sepan o no hayan querido saber cómo gestionar lo votado, un Gobierno de izquierdas. Esperpento porque hubiera sido mucho más honesto reñirnos desde el primer momento en lugar de marearnos. No habéis votado bien, nos deberían haber explicado en lugar de someternos a esta obra eterna y agotadora que hoy acaba dando paso a una nueva obra de teatro que, quién sabe qué nos deparará.

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