jueves, 8 de enero de 2015

EL CANDIDATO SOÑADO

EL CANDIDATO SOÑADO

POR EDUARDO SANGUINETTI

Estamos en vísperas de comenzar a caminar un nuevo año y sin ser gran visionario, meditando con huellas, puedo manifestar que la tan mentada globalización excluye y discrimina. El fin de la denominada política, rumoreada desde hace años, puede meditarse como el fin de un ciclo donde la promesa era una fábula lanzada en discursos de campaña electoral por los candidatos a puestos gubernamentales en las más diversas latitudes.


En Argentina se celebrarán, si no sucede un imprevisto, elecciones presidenciales en este año 2015. Los candidatos de muy difusos orígenes a la presidencia de la República lanzan cientos de promesas de todo tipo en sus pobres discursos, desde programas de TV, afiches de vía pública, Internet, en un grado de estupidez que hace sonreír a quienes sabemos que todo forma parte de un espectáculo insano y fuera de época, utilizando los medios que las últimas tendencias les ofrecen para hacer su show, “el reality show de la política”.

No olvidemos que defenestrar a otros candidatos mediante la difamación, el insulto de manera procaz y grosera es la tendencia que predomina; en fin, nada para exaltar, nada para ponderar, solo remitirse al silencio o soñar con candidatos presidenciales cuya musa perpetua sea la política en estado puro.

Soñar con candidatos que sientan y piensen la Argentina, la comprendan, en sus cambios bruscos, su inescrutable carácter y su peculiar ingratitud para con los trascendentes.

Un candidato que conozca la Patagonia, su fauna y su inmensa superficie deshabitada, la Puna y su antiguo dolor, hoy fotografiado por turistas curiosos. Un candidato capaz y con valor de revelar diáfanamente la desintegración de la sociedad argentina, argumentando con datos válidos de la historia de este país, sus traiciones y la cobardía de las oligarquías parásitas, responsables en el origen del drama argentino, que pareciera se intenta ignorar por estos candidatos de escaparate que pretenden presentarse a la más alta magistratura de Argentina sin capacidad, idoneidad, trayectoria ni valor para enfrentar la reconstrucción de una República en estado degradado…

Hacerlo sin prebendas, negociados, pactos espurios y, sobre todo, sin mentir, blasfemar a los mejores, en vías de extinción, al pueblo y su historia.

Sueño con un candidato que pueda describir cada metro cuadrado de Argentina y la naturaleza de sus problemas y conflictos desde el inicio, sin vanidad ni resistencia a admitir un equívoco; con ideas e ideales propios que los haga extensivos a la comunidad, desmadrada y sin horizontes, temerosa a un estado de inseguridad de todo tipo instalado por la impericia de los diversos gobiernos que se suceden desde hace décadas, desde nuestra independencia.

Sueño con un candidato que le atraiga el concepto marxista de la “renta diferencial” en todo el territorio, que permita descifrar el poder económico de la paleo-oligarquía y la neo-oligarquía, instalada en estos últimos 20 años, y no dejar de denunciar y accionar contra el parasitismo de esta degradada clase, así como su resistencia a desistir de las regalías conseguidas a fuerza de corrupción y delitos, condonados por la justicia ausente, solo para los indigentes, los que permanecen al borde del camino de este sistema.

Sueño con un candidato fogueado en las lides de la vida, jamás negociable, asimilado a los principios fundantes de Artigas, Hernández, Wilde, Fray Mocho, Martínez Estrada, Lugones, Macedonio Fernández, Lisandro de la Torre, Jauretche y tantos otros. Un candidato devenido en una prosa dialéctica corporizada en actos de vida concretos y comprobables.

Este candidato, hoy inexistente, es ignorado por una sociedad anestesiada, temerosa y que pareciera solo con emociones para gritar el gol de su equipo de fútbol; gentes que se dicen revolucionarias en soeces comentarios de Facebook, incontinentes en peluquerías de barrio, lanzando todo tipo de fórmulas para un futuro espantoso, de consumo y de olvido de lo que pudo ser un mundo en armonía y para todos, en lo que se denomina orden natural.

La actitud del candidato-presidente que esperamos, “aquí, allí y en todas partes”, sería la que corresponde al que finalmente ha comprendido la lección de la historia, asumiendo todos los cambios en giro de 180º que se produjeron en este milenio, en compromiso de vida en verdad y sin el gesto homicida de las promesas.

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